Yoko Ono en el Malba

Los Inrockuptibles
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9 min readJun 27, 2016

“Soy una bailarina mala”, canta Yoko Ono en un videoclip de la Plastic Ono Band, para un tema de su disco Take Me to the Land of Hell, de 2013. Viste unos minishorts negros, sombrero de copa, tacos altísimos, y rebota sobre un fondo plateado y blanco. Tiene más de ochenta años y un baño de agua helada por día encima. Está acompañada por gente como Miho Hatori y los Beastie Boys, invitados a bailar mal frente a una cámara durante diez minutos. Esas secuencias se cruzan con flashes de Ono de espaldas, ejecutando anchas pinceladas de pintura sobre un bastidor. “Una bailarina mala, sin remordimientos”, sigue la estrofa: esa última línea cruza la pantalla, amplificada por una lupa. Es una alusión directa a una de las primeras obras de la japonesa, que cambiaría la historia para siempre: la escalera blanca que llevaba al gran pequeño “Yes” escrito en el cielorraso de la Indica Gallery, en Londres, en 1966, donde la conoció Lennon. Y es que todo en la producción de la niña del océano fluye de un campo a otro: hay préstamos infinitos entre sus pinturas, sus instalaciones, sus trabajos audiovisuales, su escritura, su música y su activismo.

Hace poco editó Yes, I’m a witch too, segunda parte de Yes, I’m a witch (2007). Covers, remixes y reversiones radicales de sus canciones por artistas y bandas como Moby, Sparks, Cibo Matto y Peter, Bjorn and John. También hay una versión de su hijo, Sean Lennon (Into the Sun, Friendly Fire, ambos discazos), quien la acompaña desde 1981, cuando colaboró con Season of Glass. Sean es, también, el encargado de sugerirle discos nuevos para escuchar. Su mamá siempre habitó el futuro, y quizá eso explique los años que le llevó encontrar, al fin, reconocimiento como pionera. Reconocimiento que encontró, y no parece casual, en sus colegas más jóvenes o en tipos como David Bowie.

El título de esos dos compilados está tomado de una de las canciones de A story, grabado originalmente en 1974. Siguiendo su costumbre transistora, aprovechó un elemento negativo para producir emisiones de signo contrario. La figura de la bruja reaparece en sus trabajos, catalizando la carga de sentido que acumuló para referirse a la mujer, a la persecución y al rechazo, y es devuelta al mundo en forma de empoderamiento. Las acusaciones ridículas de los fanáticos de los Beatles no fueron lo peor que tuvo que tolerar Yoko Ono: por caso, soportó una larga temporada sin su hija Kyoko, a quien buscó desesperadamente tras ser secuestrada por su ex marido en medio de la batalla por su custodia.

Yoko_Ono_Yes_1966

Búsquedas inesperadas

La vida de Ono, nacida en Tokio en 1933, estuvo signada desde temprano por una clara conciencia de la desigualdad. Hija de un pianista que la introdujo en magias como las de Schöenberg y de una mujer que pintaba y podía ejecutar más de diez instrumentos, creció en una familia aristocrática y aprendió música desde el jardín de infantes.

Fue durante la Segunda Guerra Mundial que comprendió que su imaginación podía salvarla. Vivían en Japón todavía cuando cayeron las bombas en Hiroshima y Nagasaki. Ella y su hermano llegaron a pasar hambre y, para calmarle la angustia, Yoko le recitaba listas de platos deliciosos: se daban banquetes en la mente. Cuando todo eso quedó atrás, le dijo a su padre que quería convertirse en compositora. Él la desalentó advirtiéndole que no conocía a ninguna gran compositora mujer. Yoko fue la primera alumna en ser admitida en la exclusiva Universidad Gakushuin, donde compartía clases de filosofía con hombres que podían convertirse en emperadores. Más tarde se licenció en poesía y composición en el Sara Lawrence College. En Nueva York, donde todo estaba ocurriendo por entonces, conoció a figuras como Ornette Coleman y John Cage, con quienes realizó colaboraciones. “La historia de la música occidental puede ser dividida en A.C. (antes de Cage) y D.C. (después de Cage)”, escribió.

De todas esas experiencias surgió un frondoso cúmulo de canciones que todavía hoy se ensancha. Sus búsquedas, siempre arriesgadas, pueden tenerla cantando suavemente, o bien emitiendo sonidos inesperados y dando alaridos capaces de despabilar a un muerto. De chica tenía prohibido por orden de su madre ir hacia la zona donde dormían las empleadas domésticas y conversar con ellas. Su madre también le decía cosas como que tenía una quijada demasiado masculina, y por eso Yoko se cubría la cara con el pelo. Lennon se lo corría y le decía “¡Sos hermosa! ¡No te escondas!”, y recogido lo tiene en el videoclip de “Walking on Thin Ice”, la canción en la que estaban trabajando el día que lo asesinaron frente al edificio Dakota, donde ella todavía vive.

Pero la pequeña Yoko no hacía caso a esas prevenciones y una vez escuchó a las adolescentes que limpiaban su casa cuchicheando: una le narraba a la otra cómo había sido el parto de una mujer de su familia. La reproducción de esos gritos desgarradores la impresionaron para siempre. Capturó ese sonido catártico para sus canciones, para sus Instrucciones. Hay un video en YouTube dando vueltas: está en el MoMA, ejecutando Voice piece for soprano: “Grita: 1. Contra el viento; 2. Contra la pared; 3. Contra el cielo”. Yoko se obedece y grita.

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Involucrada y comprometida

Sus canciones funcionaron como vehículo para expresar su compromiso en distintos órdenes –la paz mundial, la preocupación ecologista, el feminismo. Ya a fines de los 60 cantaba temas como “Mujer guerrera” o “Poder femenino”. A su cuarto marido se le escucha decir “Sí, querida” en el último segundo de su canción “Men, men, men”, en la que deja al descubierto, con humor, la lógica de las expectativas de género.

Por estos días, está finalizando su exhibición en el Museo de la Memoria y Tolerancia en México, que incluye la instalación “Resurgiendo”. Como en la Argentina, convocó a todas las mujeres de Latinoamérica a enviar una foto de sus ojos y un testimonio anónimo de una situación de violencia de género que hayan sufrido. Ese proyecto se viene replicando desde 2013 en varios países: “Se trata de una invitación a no esconderse, a vencer el miedo y a unirse”, afirma Agustín Pérez Rubio, uno de los curadores de lo que será el paso de Ono por el Malba. Y agrega: “Ono ha sido siempre, en todas sus facetas, una artista influida por su contexto, con una verdadera agenda política y social. Sus aspiraciones nunca han dejado de ser no solo estéticas, sino también éticas”.

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En esta, su primera retrospectiva en nuestro país, habrá otras obras en las que se aprecie su aspecto feminista. Piezas como My Mommy is Beautiful (2004), donde el público es invitado a escribir mensajes para sus madres, o como Freedom (1970), en la que se trabaja la liberación del cuerpo femenino. Además, se podrán ver los films Cut Piece (1965), en el que sube a un escenario e invita al público a cortarle la ropa con una tijera mientras permanece inmóvil, y Rape (1969), poderoso largometraje que consistió en una instrucción para un camarógrafo: elegir a una mujer cualquiera y seguirla por la calle hasta agobiarla. “La manera que tiene de denunciar es la de evidenciar las cosas y no ocultarlas”, explica Pérez Rubio. Junto a Gunnar V. Kvaran, estuvo a cargo de la selección de las obras que podrán verse en el museo, donde se intentó abordar su trayectoria a partir de lo que consideran “el eje central de su arte: las instruction pieces, una serie de instrucciones en textos a modo de poemas o haikus, en las que la artista invita al espectador a pensar y a soñar diferentes propuestas”.

Después de la exitosa muestra de Yayoi Kusama en 2013, el Malba avanza en una dirección concreta: “Son dos ejemplos muy diferentes a nivel formal pero con varios puntos de conexión. Ambas provienen de Japón, donde la tradición cultural es muy rica pero al mismo tiempo es una sociedad muy machista, conservadora e imperialista. Son mujeres muy libres que han buscado su manera de hacer un acercamiento más sensual e imaginativo para la gente. En el mundo del arte, aun hoy en día las obras de mujeres en colecciones es menor en proporción a la de los hombres”, puntualiza Pérez Rubio sobre esa institución en cuya colección permanente encontramos firmas como las de Tarsila do Amaral y Frida Kahlo.

Pomelo

Fluxus, Duchamp y el reconocimiento

Al igual que en el plano de la música, Ono parece estar recibiendo una ola de reconocimiento en el campo de las artes visuales. Hace meses, sus primeros diez años de producción fueron expuestos en el MoMA, en Nueva York, y por primera vez se realizó una retrospectiva de su trabajo en Francia, en el Museo de Arte Contemporáneo de Lyon. “En los últimos años, hemos advertido que Yoko Ono ha ido ganando más reconocimiento institucional”, dice Kravan, amigo íntimo de la artista, además de curador. “Su trabajo logró bastante atención y reconocimiento al principio de los años 60 en Tokio, Londres, París y Nueva York, especialmente para una mujer en ese campo y en ese momento. Su obra capturó las miradas y las mentes de artistas más grandes, como Marcel Duchamp, y ella creó de modo desafiante su propio espacio dentro del movimiento Fluxus”, que abarcó expresiones tanto en las artes visuales como en la música y la literatura, y no tuvo una fecha cierta de inicio ni de finalización. Según el crítico Nicolás Bourriaud, “en los años 50, la primera muestra de esta nueva concepción de la energía fue un cambio radical en el estatuto de la obra de arte. La práctica artística empieza a verse como una serie de procesos productores de realidad y ya no como salas en las que se registra la realidad. Las obras de arte se transforman en estructuras activas y generadores de energía. La energía de Fluxus es potencial: al igual que una partitura, que contiene una sinfonía completa en una hoja de papel, la obra requiere ser interpretada”. “Fluxus disuelve el arte en lo cotidiano –sintetiza Pérez Rubio–; se declaró contra el objeto artístico tradicional como mercancía y se proclamó a sí mismo como un movimiento artístico-sociológico”.

Las Instrucciones de Yoko, claro ejemplo, comenzaron a aparecer en 1955 y se reunieron casi diez años más tarde en su libro Pomelo, continuado en Acorn. Por su parte, no pocas veces es ella misma la que acata sus propias instrucciones, pero la redacción y la disponibilidad de las mismas deja en claro que el ejecutante es intercambiable, que la invitación queda abierta a cualquiera. “Son obras fluidas, máximamente comunicables, pensadas para llegar a la mayor cantidad de personas posible. Yoko siempre ha estado interesada en la relación de comunicación buscando una audiencia amplia”, apunta el curador. De hecho, se prevén acciones en cartelería en las calles de Buenos Aires. “¿Cómo puede generarse potencia a partir de casi nada? Esta es la pregunta principal que plantea la obra de Ono”, condensa Bourriaud.

Le llevó un poco de tiempo al mundo del arte, en general, aceptar su obra y ubicarla donde corresponde en la historia. Parte de esto se explica por el hecho de que ella siempre tomó distancia del mundo comercial, y porque los coleccionistas de arte y hasta los museos tradicionales han tenido problemas para negociar con la desmaterialización de su arte, que es una parte absolutamente clave de su originalidad, así como su invención de las instrucciones y de la participación como una forma artística”, explica Kravan. Estos últimos son los puntos fuertes de Dream Come True, título que la artista eligió como metáfora de sus propios procesos creativos y, a la vez, “como una nota sobre la crítica situación a nivel mundial que cree puede ser mejorada a través del compartir y de la participación comunitaria”.

Con medio siglo de delay, parecería que estamos conociendo, al fin, la galaxia de la “artista desconocida más famosa del mundo” y saldando las cuentas con esa mujer que nunca dejó de insistir en el amor.

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Dream Come True
En MALBA, Av. Figueroa Alcorta 3415
Hasta el 31 de octubre
Curadores: Agustín Pérez Rubio y Gunnar B. Kvaran
Info: malba.org.ar
Convocatoria Arising / Resurgiendo: www.malba.org.ar/arising

Imágenes
- Yoko Ono Pieza voz para soprano, 1961 Interpretada por la artista Cortesía de Yoko Ono
- Vista de la instalación, “Have You Seen The Horizon Lately?” (¿Has visto el horizonte últimamente?) The Israel Museum, Jerusalem, 2000. Foto de Oded Lobl © Yoko Ono
- Yoko Ono Pomelo, Ediciones La Flor, 1970. Diseño e ilustración: Oscar Smoje Traducción: Susana “Pirí” Lugones. (Original: Yoko Ono Grapefruit, 1964). En el marco de Dream Come True MALBA lo volverá a editar y estará a la venta en MALBA Tienda junto al catálogo de la muestra.

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