Historia de la pandemia

Laura Llopis
los relatos de la maga
3 min readJun 22, 2020

Recomendación musical: Bejo- Andando al andén

Ilustración de IG: @soyeldiario

Mezclar cosas imposibles, como Bejo con base lo-fi, o con este relato, si es que esto es un relato. Empiezo a odiar las pantallas, aunque escriba delante de una y no sobre un papel. Todo el mundo quiere contar su historia, incluso a través de una pantalla. La pandemia consolida el ya consolidado reinado de lo virtual. Los hombres tienen miedo a llorar. Pero lloran, aunque sea a escondidas. Lo que no saben es que a muchas nos gustan solo los que lloran. La generación de nuestras abuelas pelaba cebollas cuando necesitaba llorar, para no dar explicaciones a nadie. La música ayuda a ordenar la mente. Cualquier música, hasta la que desordenas. Ordenar y gestionar egos es el 80% de nuestro trabajo. Luego vamos al psicólogo a que se ocupe del nuestro. Desescalada, PCR, seroprevalencia, nueva normalidad o new normal. Gilipolleces. Esta pandemia necesita un buen copy. Seguir adelante es la clave, aunque no tengamos un rumbo. Mientras, hay gente que escribe relatos de patatas para ganarse la vida. De patatas, y de bancos, y de supermercados. Si escuchas a la gente puedes lograr que se desnude, solo hay que dejarle espacio. Nosotros nos contamos nuestra vida a través de una pantalla, intimidades y tonterías se ordenan al mismo nivel y eso, no solo me parece bien, sino que me encanta. El Covid me recordó lo fuerte que puedo llegar a ser, quizá deba estarle agradecida. Cada vez tengo menos filtros y soy más cristalina, por eso me doy tantas bofetadas. Los mismos que escriben sobre patatas pueden mirar bonito. Mi generación, a la que mi gran referente llama perdida, ha pagado un pastón a psicólogos para no tener miedo a llorar. La educación emocional es inexistente. A veces nos contamos nuestra vida en directo, pero incluso entonces, podemos sentir que hay una pantalla entre nosotros, al menos yo la siento. Hay padres que nunca dicen te quiero, porque es algo que ya sabes. A la mierda lo que necesitas. Yo no soy capaz de controlar el llanto, pero tampoco la risa, así que los coloco al mismo nivel. La Maga me cuidó durante el confinamiento. Sin ella todo habría sido más duro. Los patrones cambian cada 90 años. ¿Crees que es posible que nosotros, los perdidos, cambiemos alguno? Dices que se recuerda a las personas que empatizaron contigo. No si eran buenas o malas, solo si te intentaron entender. La mayoría de gente que conozco acaba contándome su vida, será quizá porque empatizo con cualquiera. ¿Me recordarás en unos años? Según Isaac Rosa, no tenemos síndrome de la cabaña, es que no queremos volver a una vida de mierda. Yo no voy a hacerlo. Nos hemos visto solo un puñado de veces, pero casi nos sabemos nuestra vida. Los relatos son terapéuticos. Lo curan todo, incluso el alma. Los que miran bonito quieren escribir para ayudar a otros. Yo soy egoísta y escribo para mantenerme cuerda, aunque siempre intento mirar bonito. Lo peor de la pandemia no fue enfermar, fue que nadie pudiera darme un abrazo. Por eso, mis primeros textos tras recuperarme iban sobre abrazos. Fuiste la última persona a la que abracé antes de confinarnos. Quizá en algún momento, coincidimos, sin saberlo, pensando en ello.

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