La chica de la Estación del Norte (3/4)

Laura Llopis
los relatos de la maga
7 min readJun 21, 2018

Recomendación musical: Death in Vegas — Hands around my throat

Ilustración de @albertsoloviev.

Viene de…

Al día siguiente no fui a trabajar. Llamé al despacho y dije que no me encontraba bien. No tenía ganas de salir, no quería ver a nadie. Todavía no podía creer que hubiera estado con aquella chica y que siguiera sintiendo ese vacío que me machacaba por dentro. Ese día hablé con mi madre, una conversación trivial que no me reconfortó.

Llamé a Elena, mi amiga de la infancia a la que recurría de vez en cuando. No podía contarle lo que me pasaba, aunque le hablé de la soledad. Estás sola en otra ciudad, es normal que te sientas así, dijo dando por zanjado el tema que ni siquiera había empezado. Elena había dejado de entenderme, o al menos de intentarlo, hacía años. Aún yo seguía llamándola, no tenía más amigas que ella.

La chica de la aplicación no me escribió, yo a ella tampoco. Y al cabo de unos días di por cerrado ese episodio, cambié de nuevo las preferencias a hombres y pensé que lo mejor era hacer borrón, seguir adelante, buscar otra historia que eliminara esta de golpe.

Seguí cruzando la estación los jueves. En realidad pasaba otros días también porque me había acostumbrado a ese camino y el edificio me parecía un lugar perfecto para deambular cuando me sobraba algo de tiempo. La aplicación de citas me mostraba hombres sin parar. De todos los tipos: guapos, feos, con carrera, muertos de hambre, divorciados, casados, amantes del running o el correr de toda la vida, escaladores, surfistas, tíos pretenciosos en sus descripciones y otros con un texto algo más interesante. Los había con hijos e incluso con fotos de otras chicas, sus novias o ex novias quizá, también los que mostraban a sus mascotas, como si eso molara. Nada que destacar. Empezaba a pensar que no encontraría a nadie allí.

En cambio me encontré con Alex al jueves siguiente, cuando cruzaba la estación de regreso a casa. Me contó que venía de dar una clase en la Universidad de Castellón, donde colaboraba de vez en cuando. Me propuso tomar algo. Le dije que tenía un poco de prisa porque no se me ocurría de qué hablar con él y el tema Patricia no me apetecía en absoluto pero insistió. Aunque sea aquí mismo, en el bar de la estación, dijo.

Me explicó que llevaba toda la semana con pesadillas, durmiendo fatal. Cierro los ojos y la veo en la cama, muerta. Estaba rígida, fría. La televisión aún encendida. Era una escena de lo más patética. Nunca pensó que se vería en una situación así. Ni yo que me convertiría en el punching ball de un tipo traumatizado por la muerte de su novia. Pero me quedé allí escuchándolo, pensando que en el fondo la quería. ¿Quién me echaría a mí de menos de esa manera? ¿Había querido yo a alguien así?

Estuvimos hablando bastante rato. Me daba pena en el fondo, entendía que se sintiera culpable por haberla dejado sola después de discutir. Nadie quiere encontrarse algo así, pero si encima cumples el tópico de la discusión, del rechazo el día antes de hallarla muerta, eso ya debe ser el colmo. Hablamos e incluso me permití darle algún consejo. Lo superarás, ahora no puedes verlo, pero lo harás. Tú no tienes la culpa, bla bla bla.

Quería irme a casa pero él insistía en seguir hablando. Le dije que se me hacía tarde. Te acompaño entonces, ¿vale? Total me pilla de camino. Y comenzamos a andar hacia mi casa. Me fijé mejor en él. Era bastante más alto que yo y no estaba nada mal. Era cariñoso y, en ese momento, vulnerable. Pensé que quizá la insistencia por estar conmigo aquella tarde era algo más. Llegamos a mi edificio y me abrazó. Gracias por hablar conmigo, me ha sentado muy bien. Entonces le besé. Al principio me devolvió el beso pero al instante se separó y diciendo un no puedo casi imperceptible, desapareció.

Se fue corriendo. Y yo me quedé junto a la puerta preguntándome cómo había sido tan estúpida, cómo había provocado aquella situación, qué le iba a contar a Marga cuando esto se supiera, si debería mandarle un mensaje o no. ¿Quizá debía parar?, ¿dejar que las cosas sucedieran sin más? Subí a casa y me derrumbé en el sofá.

La pantalla del móvil se iluminó un rato después. Tienes un mensaje. Y abrí la aplicación. Era un tipo con el que me había cruzado varias veces. Habíamos hablado un poco pero lo descarté aunque él intentaba quedar conmigo de vez en cuando. Era muy guapo, se parecía a un chico por el que me había colgado después de un par de meses saliendo y que al final no llegó a nada. Claro que éste no era ni la mitad de interesante que el otro. Trabajaba en el aeropuerto, no recuerdo en qué, algo así como técnico de mantenimiento, limpiador o vete tú a saber. No le presté la menor atención cuando me lo dijo y ahora me daba pereza buscar en el historial del chat el mensaje.

Empezó a escribirme, a preguntarme si me apetecía verlo. Le seguí un poco el rollo, así no tenía que centrarme en lo que acababa de pasar con Alex. Le dije que estaba cansada, que solo me apetecía fumarme un porro y meterme en la cama. Me dijo que eso él lo podía solucionar, tenía marihuana y si quería podíamos quedar. Accedí.

Nos vimos media hora después en un bar cerca de mi casa. Desde el principio supe que había sido un error. Nos bebimos unas cervezas mientras él hablaba sin parar, su conversación era insustancial. Yo pensaba que el porro me sentaría bien, que después de fumar me daría igual lo que dijera o hiciera. Vamos a algún sitio a fumar, le dije. No quería ir casa así que nos sentamos en un banco en la calle. Después de varios canutos, sí que fuimos a mi casa.

No sé porqué lo hice, no sé porqué no paré antes de que subiera. Quizá por un momento pensé que podría acabar bien, que podría ignorar las chorradas que decía y disfrutar un poco después de haber fumado. La marihuana me desinhibía muchísimo pero cada vez que abría la boca para decir algo me daba cuenta de que no quería tenerlo allí. En cambio él estaba muy pagado de conocerse. Creía que estar tan bueno era suficiente para que yo tragara con todo lo que él quería. Porque quería sexo duro y yo no me di cuenta hasta que fue demasiado tarde. Primero me cogió del pelo y me estiró hacia atrás. No me hizo daño, fue justo en el límite en que no sabes si es violento o un juego. Me recordó al tirón de pelo de la mujer con la que me había acostado. Ella sí lo hizo jugando.

Me empujó de golpe sobre la cama y empezó a desnudarse, y a desnudarme. Un poco más despacio, acerté a decir, pero él ya no escuchaba. Estás muy buena decía una y otra vez, déjame que te la ponga aquí, date la vuelta, relaja la cadera… Las instrucciones se repetían pero ya no era capaz de entender, de escuchar. No quería que siguiera, no me apetecía tenerlo encima, ni debajo. No podía decirle que se largara, no me salían las palabras. Me penetró y sentí como si me clavara un cuchillo afilado. Para, le dije. Pero él sonrió. Sé que te gusta y volvía a empujarme, cada vez con más violencia.

Estaba mareada, aturdida. Cerraba los ojos y veía a Alex y el beso fallido en el portal, a la chica de la aplicación y sus caricias, pensaba en mi compañera Marga, en contarle todo lo que había pasado. Él mientras tanto seguía. ¿Podrías hacerme una paja, no? Y sentí que mis ojos se salían de las órbitas. Se apartó un poco para cambiar de posición y salté de la cama.

- Lárgate.

- ¿Pero de qué vas tía?, ¿a qué juegas?

- Que te largues joder, grité.

- ¿En serio? Ni de coña me dejas así.

Y se abalanzó de nuevo. Esta vez no pude moverme, ni reaccionar. Me sujetó del pelo y me penetró por la espalda. El filo del cuchillo se clavaba una y otra vez en mi dignidad, hasta que acabó de pronto.

Se apartó y se quedó tumbado boca arriba, sonriendo. Acerté a pedirle que se fuera, por favor. Me miró incrédulo. ¿No quieres acabar tú? Era como si hubiéramos vivido dos experiencias distintas, como si todo hubiera sido un juego, duro, pero un juego. No contesté. Se acercó un poco, dime qué quieres y lo haré. No entendí, ¿quería seguir? ¿quería que me corriera?, ¿reiniciar su mierda de juego? Volví a pedirle que se fuera. Estás como una puta cabra, dijo empezando a vestirse para salir dando un portazo mientras yo me hacía pequeña, mientras dudaba de si aquello era real, si él pensaría que lo que acababa de suceder era un juego que solo se le había ido un poco de las manos, si yo tenía la culpa, si yo había provocado todo aquello, mientras intentaba averiguar si me había violado.

Sigue en…

--

--