Mis ciudades invisibles

Laura Llopis
los relatos de la maga
3 min readApr 12, 2018

(Recomendación musical: City of stars — From La La Land Soundtrack)

(Relatos basados en las Ciudades Invisibles de Italo Calvino)

Ilustración de Liisa Aaltio

Las ciudades y las guerras

A cientos de horas de camino desde ninguna parte hay una ciudad conocida como Elaine. Una ciudad invadida con crueldad sin que se declarara oficialmente una guerra. El ataque duró meses, con ensañamiento en la parte alta y los habitantes sabían que no podían salvarla tal y como la conocían. Los más sabios se reunieron en cónclave y decidieron sacrificar todo un barrio, con sus habitantes incluidos. El resto de ciudadanos rechazó la decisión y se rebelaron contra ellos, pero éstos se mantuvieron firmes pues eran capaces de entender la necesidad de destruir una parte para salvar el todo. Durante años aquel barrio permaneció arrasado. Nadie se atrevía a entrar, la moral ciudadana no se había recuperado y los sabios, cansados de saberse incomprendidos, no veían el momento de proponer una solución para aquella zona. Pero un día todo cambió. El más anciano de los sabios, con las fuerzas limitadas pero la mente clara, decidió iniciar la reconstrucción con sus propias manos. Al principio estaba solo pero con el tiempo otros ancianos se unieron a su empresa, y más tarde algunos habitantes de los barrios colindantes. Poco a poco el nuevo barrio fue tomando forma. En él levantaron preciosos edificios, con remates modernistas de los que se podía ver el inicio pero solo intuir el final, instalaron fuentes y bancos en inmensos jardines donde ciudadanos al principio y visitantes después se sentaban a contemplar las maravillas que sus ojos abarcaban. Iluminaron las calles con hermosos faroles traídos de recónditos lugares para mostrar la diversidad que crecía en él. Empezó a ser poblado por extranjeros, atraídos por la enorme belleza de sus calles, de sus comercios y espacios comunes, y gracias a ellos el barrio fue mucho más rico de lo que jamás había sido. Con el tiempo, los propios ciudadanos empezaron a comprar casas en las que iniciar nuevas vidas y así el barrio, que primero tuvo que morir, se alzó como el más bello y auténtico de la ciudad.

Las ciudades y la mirada

Adara es una ciudad perdida que solo quienes la conocen bien son capaces de apreciar por su belleza y riqueza. Esa ciudad cuenta con enormes alamedas por las que pasear, parques donde los niños juegan y sus risas lo llenan todo, calles que desembocan en otras calles y llevan a pequeños y recónditos lugares donde las casas se alzan majestuosas y los vecinos son más que personas con las que compartes el lugar en que vives. Pero la ciudad está amurallada y entrar en ella no está al alcance de cualquiera. Solo unos pocos viajeros pueden adentrarse con libertad, solo aquellos que son capaces de intuir lo hermosa que es en su interior pueden traspasar los muros. Y solo cuando el viajero la mira con ternura y esa mirada se refleja en las aguas del río que la atraviesa, solo entonces, la ciudad despliega sus matices y se muestra como realmente es. En ese momento los viajeros caen rendidos y saben que han llegado a casa.

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