Nuestro ginkgo biloba

Laura Llopis
los relatos de la maga
2 min readJun 3, 2018

(Recomendación musical: Windsor for the derby — The melody of the fallen tree)

Para Cruci, estés donde estés, siempre permanecerás en este jardín.

Ilustración de Guet Tattoo Artist

El 6 de agosto de 1945 fue lanzada la primera bomba atómica usada como arma de guerra. En el momento del estallido Hiroshima quedó destruida y murieron 140.000 personas.

Tenías diez años la primera vez que te llevé al Botánico. Te colaste corriendo antes de que pudiera pagar la entrada. Veníamos algún domingo, cuando no teníamos mucho dinero. Preparaba unos bocadillos y pasábamos la mañana.

En poco menos de un año, a unos kilómetros del epicentro de la explosión, brotó un ginkgo biloba entre las ruinas de un antiguo templo budista. A sus pies escribieron “No más Hiroshima”.

Creciste rápido. Tenías prisa por vivir. Querías ser independiente y recorrer mundo. Después de cada viaje me visitabas, me contabas tus aventuras, me traías regalos, pero ya no eras la misma niña que se sujetaba a mi falda como si fuera un trípode para no caer cuando íbamos en autobús.

El ginkgo biloba es uno de los organismos vivos más antiguos de la Tierra, lo que se conoce como un fósil viviente, pues apenas ha cambiado en 270 millones de años.

Tú cambiaste cuando empezaste a viajar. Tu vida era demasiado importante, todo en ella era urgente. Decidiste cambiar también de país, vivir a miles de kilómetros. Solo te sentía cerca cuando visitaba el Botánico y recordaba nuestras excursiones dominicales.

Una de las características del ginkgo biloba es su fortaleza. Persiste en condiciones de poca luz y escasez de nutrientes, y es altamente resistente a las bacterias, hongos y virus.

No sé cuánto tuviste que resistir tú, cuántas heridas te curaste sola. Nunca pediste ayuda, nunca me diste motivos para inquietarme, más allá de tu ausencia. Hasta que volviste un domingo cualquiera y me llevaste al Botánico. Parecía que volvías a ser una niña, entrando precipitada, llevándome a los pies del ginkgo biloba. Lo acariciaste en silencio y luego dijiste “mamá, me muero”. No entendí. No tenía sentido. Las madres deben morir antes que los hijos. Pero tú siempre fuiste diferente.

El ginkgo biloba es un símbolo de vida, de renacer.

Moriste un 6 de agosto. Tus últimos días buenos los pasamos en el jardín, cerca del ginkgo biloba. Ahora lo visito a diario y al ver la forma de sus hojas no puedo evitar recordar el verso ¿será este árbol extraño algún ser vivo que un día en dos mitades se dividiera?

--

--