Cautivo

Jaime Quero
Lumbrera
Published in
2 min readApr 22, 2020

Hoy me levanté de nuevo con una sensación de vacío en el pecho, la misma sensación que me impulsa a buscarte hasta quedar satisfecho. Voy ser sincero: alejarme de ti me ha dejado desecho. Me ha quedado un agujero que ahora se está llenado de miedos. Sé, que eres la solución a mis problemas: bastaría una llamada mía para que tu ayuda aparezca. No me resistiría el dulzor de tu presencia. Caería de rodillas y clamaría, sin notar las lágrimas que ruedan por mis mejillas. Te diría que lo siento, reconocería que soy un hombre malo y que no quiero seguir siéndolo. Te pediría que me cambies, por favor, que con tu fuego consumidor consumas la miseria que hay en mi interior. Me darías tu perdón y aun así seguiría siendo un pecador.

Soy prisionero de la maldad, y no lo entiendo si tú llevaste cautiva la cautividad. Me limpiaste y regresé a la suciedad, me pusiste un futuro en frente y yo miré hacia atrás. Escogí ataduras cuando ofreciste libertad. Me hiciste príncipe, pero exhibo esta corona con indignidad. Me diste una oportunidad, oportunidad que no he sabido aprovechar; me llamaste amigo, y me avergüenza lo mal amigo que he sido. Me amas incondicional, y yo pongo un montón de condiciones para amar.

Me encuentro en una agobiante espera, hasta llegar al límite de mis fuerzas; no soy más que un cerdo que pisotea las perlas. ¿Sabes? Estoy fatigado por esta lucha, donde mi naturaleza se enfrenta con la tuya.

Hoy me levanté de nuevo con una sensación de vacío en el pecho. Eres el único que puede llenar ese hueco, mas postergo el momento de ir tu encuentro, porque después que renueves en mí un espíritu recto, iría corriendo a los brazos del pecado que me mantiene preso.

Padre, me avergüenza acercarme a ti. Quisiera gritar: “Transformarme ya”, pero tú me has dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad”.

--

--