El extravagante amor de Dios

Jaime Quero
Lumbrera
Published in
8 min readApr 21, 2020

El amor es un sentimiento que comúnmente asociamos con el afecto, el apego, y la afinidad entre seres. Es un lazo que nos une y nos mantiene unidos.

El amor es una de esas cosas que no podemos definir. Tú puedes entrar en google, colocar amor en el buscador, y ahí…, delante de ti, vas a encontrar miles de definiciones acerca de él. Puedes buscar en varios diccionarios y vas a obtener el mismo resultado. De igual forma te van a responder las personas si les preguntas qué es el amor.

Si yo te preguntase, justo ahora, ¿Qué es el amor? Me responderías algo totalmente distinto a lo que respondería yo, o cualquier otro, aunque las respuestas vayan en la misma línea.

Y es que todos tenemos un concepto propio del amor. Todos tenemos una definición muy personal de él.

Hace algunos días pregunté a varias personas su concepto del amor. Las respuestas que recibí me encantaron. La sinceridad y espontaneidad con la que respondieron fue lo mejor. Voy a señalar algunas de esas respuestas a continuación:

· El amor es inexplicable.

· Amar es tener una amistad con alguien.

· Amar es buscar el bien de otros y, a un tiempo, el bien propio.

· El amor es lo más bello, es lo más puro.

· Amar es una decisión.

· Amar es entregarlo todo sin recibir nada a cambio.

Esas respuestas, entre muchas otras, nos muestran que todos le atribuimos cualidades al amor; cualidades como: Pureza, bondad, paciencia, sacrificio, bienestar, fuerza, confianza, humildad, ternura, respeto, tolerancia y solidaridad.

Dios nos enseñó esto desde hace mucho. La biblia dice en 1 Corintios 13:4–8, El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.

¡El amor es maravilloso! Todos, en algún momento, hemos experimentado amor; hemos sentido amor.

Ahora bien, con el amor hay un gran problema, y no es el amor en sí. El problema tiene como raíz ese rasgo tan humano llamado confusión o mal interpretación de las cosas.

Existe un estado emocional surgido por la alegría, en el cual una persona se siente intensamente atraída por otra, que le da la satisfacción por ser alguien que puede comprender y compartir tantas cosas como les brinda la vida. A esto podríamos llamar enamoramiento.

Es tan común en nosotros confundir el enamoramiento con el amor. Hace algún tiempo tuve la oportunidad de leer una frase que llamó mi atención en un libro de Wayne W. Dyer. En la cual, nos diferencia una cosa de la otra de forma muy clara. Cito:

“El amor es lo que queda cuando el enamoramiento se desvanece”.

Una cosa es estar enamorado; otra muy distinta es amar. Tú puedes estar enamorado y sentir amor, no hay problema con ello. El gran problema nace cuando cegado por la alegría, te dejas llevar por la ilusión, por los bonitos momentos, y por lo que, a tu parecer, será una gran relación. No discernimos. No medimos las cosas. Ahí es cuando…, sin reparo alguno, y en ocasiones, con un tanto de mezquindad, decimos te amo e intentamos convencer a otros y a nosotros mismos de ello. Incluso fardamos de un amor que posiblemente no sentimos.

Debemos ser cuidadosos. La biblia dice en Jeremías 17:9, Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?

¿Qué sucede cuando se presentan los problemas, las situaciones adversas, y cualquier momento difícil que atraviesa una relación? El enamoramiento se irá desvaneciendo poco a poco, y, si no hay amor que los mantenga unidos, lamentablemente habrá algún corazón roto. Quizá dos.

Podríamos aplicar esto a nuestra relación con Dios. Lo conocemos, conocemos el sacrificio que Cristo hizo por nosotros, experimentamos el gozo de la salvación, y comenzamos a desarrollar la comunión con Él. Sientes a Dios en ti; sientes las cosquillas que recorren todo tu cuerpo al entonar una canción para Él. Sientes las lágrimas que pasean por tu rostro cargadas de sentimientos acumulados que salieron, al fin, sin ningún tipo de pesar. Sientes ese deseo desesperado de involucrarte en toda actividad concerniente a su obra.

Lamentablemente, en algún momento llegan las pruebas, la escasez, los problemas y las nuevas ocupaciones. Dejando que estas hagan menguar nuestro deseo ferviente de enamorarnos cada vez más de nuestro Señor. Y como mencioné anteriormente, si no hay amor de nuestra parte no tendremos ese lazo que nos mantenga unidos a Él, y tristemente terminaremos alejándonos.

“Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto”. Colosenses 3:14.

Esta es una de las causas por la cual no están los hermanos que estuvieron con nosotros en una búsqueda diaria y ferviente de nuestro Señor.

Una causa de tantos divorcios y hogares destrozados es que no se supo elegir a la persona correcta.

Hay tantos corazones llenos de dolor, sumidos en un abismo de odio y de rencor pensando que el amor es algo tan efímero como el dinero. Y la verdad, es que no hay nada tan duradero, quizá eterno, como el amor.

Estas cosas se deben, en gran parte, por confundir el enamoramiento con el amor.

No quiero sonar como alguien que farda de una sabiduría infinita (sabiduría que obviamente no tengo). Yo soy nadie para darles clases del amor, porque mi amor, al igual que el de todos, es imperfecto. Podría escribir unas cuantas hojas más contando, según mis vivencias, lo que sucede cuando confundimos el enamoramiento con el amor.

He fallado a personas que amo, les he sido infiel, las he hecho sufrir, y como resultado he llenado de dolor sus corazones. Es tan egoísta y descuidado de nuestra parte decir que amamos a alguien y no tener hechos que soporten esas palabras. Debemos ser consecuentes.

Ya dije que soy nadie para hablar del amor y que nuestro amor es imperfecto, por eso, solo los insto a que reflexionemos acerca de esto y veamos desde este punto el enamoramiento, el amor y las consecuencias de confundirlos entre sí.

Sin embargo, sí soy quien para hablarles del amor perfecto, el amor de Dios. Soy alguien que, al igual que ustedes, ha sido salvado, inundado, procesado y transformado por ese amor. Soy un testigo de las maravillas de su amor, y como testigo, es mi deber hablar de ellas.

Quizá lo que he dicho y diré a partir de este punto ustedes lo saben mejor que yo, pero es bueno que recordemos juntos estas realidades que nos definen como personas, como Cristianos.

¡Dios nos ama! — ¡Wow, que gran descubrimiento!

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. San Juan 3:16.

Dios envió a su hijo al mundo para que, con su muerte, pudiéramos ser salvos.

Ahora que soy padre, sé lo duro y difícil que puede resultar hacer eso. Yo diría, y estoy seguro que muchos padres dirían conmigo, que eso es una locura. No se nos pasaría por la mente jamás hacer algo como eso.

El amor de Dios sobrepasa todo entendimiento. Nadie puede entenderlo. Es tan simple y complejo a un tiempo. Ningún ser está cerca de entenderlo.

Para que te hagas una idea de lo lejos que estamos de comprender su amor, quiero compartir una experiencia muy personal.

Cuando supe que sería padre, me alegré, algo dentro de mí se encendió, aun, sabiendo la delicada situación y las consecuencias de la misma. Esto representaba muchas cosas. Era una responsabilidad ENORME, y en mi cabeza hacia eco el “no estás preparado para ser padre”. Me azotaron la duda, el miedo, los señalamientos, la culpa; en fin, muchas cosas vinieron a mí. Cargar con algo como eso no es fácil, pero con el transcurrir de los meses e intentando cargar con ello, pude sentir como ese bebé se movía. Sentí tanta ternura, tanta alegría; me desbordé, fue algo que no pude evitar. Ya sabía que fue ese “algo dentro de mí que se había encendido”, lo supe desde el principio. Yo amaba a ese bebé, ¡Fue así, de la nada! Yo no decidí amarlo, simplemente la amé.

Cuando es amor los sabes enseguida. Y no importar lo que se te venga encima o lo que atravieses, es amor y te basta con eso.

Yo solo formé parte en el proceso de creación de ese bebé. Y mi amor, mi amor imperfecto; mi amor lleno de errores me hace sentir esto.

Tratemos de imaginar y entender, el amor de Dios. Él, que fue quien nos creó, nos dio vida, nos dio salvación y oportunidad para que podamos cumplir un propósito que estableció, incluso, antes de colocarnos en el vientre de nuestra madre.

Estas son cosas que ni tú ni yo podemos entender. Esto lo cuento no para que te hagas una idea de cómo funciona el amor de Dios, sino para que te hagas una idea de lo lejos que estamos de entenderlo.

Ininteligible, así es Dios, así es su amor.

Dios es amor. Y así como Dios es perfecto también lo es su amor. Pienso que la palabra perfección se hizo para describir a Dios, pues, Él, al igual que todo lo que Él irradia es perfecto. Es lo único perfecto que existe.

Esta es una verdad que nos define como seres. Seas un seguidor de Cristo o no, esto es algo que nos hace reflexionar.

Dios nos creó a su imagen y semejanza. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que estamos diseñados para amar. Está en nuestros genes espirituales. Somos pequeñas porciones de Dios.

Cristo nos enseñó que todo se trata de amor. Y también nos enseñó que debemos permanecer en amor. La biblia dice:

Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. San Juan 15:9–10.

Estas palabras salieron de la boca del hombre que no se limitó con decir que todo se trata de amor, sino que lo demostró. De hecho, nos dio la más gran prueba de amor que existe.

Este hombre nos fue de ejemplo en todo. Él no escatimó para demostrarnos su amor. A Él no le importaron los insultos, no le importó el rechazo, los escupitajos, los golpes, los azotes, los clavos que atravesaron sus manos y pies. No le importó morir. Lo realmente importante para Él era salvarnos a todos.

Nos amó de tal manera y con tanta pasión que le costó la vida. Pero al tercer día resucitó de entre los muertos con un nombre por encima de todo nombre, ¡Jesús! Nuestro Rey de reyes y Señor de señores. Fue humillado de la forma más deleznable, pero exaltado por Dios de la manera más Gloriosa.

Ese hecho nos dio vida. Es el motivo por el cual nos llamamos cristianos. Y así como la cruz marcó a Jesús; nos marque también a nosotros, marque nuestro corazón. Debería marcarnos el hecho de que Jesús nos amó en aquel momento, nos ama ahora, y nos ha amado todo el tiempo transcurrido entre ambos puntos. Y podemos tener la seguridad de que nos amará hasta el fin de nuestros días.

He escuchado en varias ocasiones que el amor cambiará al mundo, pero la verdad es que ya lo cambió, y lo seguirá haciendo. El amor de Dios transforma todas las cosas.

¿Y sabes qué es lo mejor de todo esto? Qué nadie ni nada podrá separarte de ese amor.

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