¿Estás Dispuesto a Arriesgarte?

Rodolfo Peña
Lumbrera
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5 min readDec 15, 2021

En el libro de Juan encontramos unas de las historias más recordadas acerca de Jesús, y es la vez en que Jesús levantó a Lázaro de entre los muertos. Sin embargo, hay algunos detalles en esta historia que quizá hemos pasado por alto y que tengo la intención de destacar en esta publicación.

Antes de que Lázaro siquiera estuviera enfermo, Jesús estuvo en el templo en Jerusalén mientras se celebraba una fiesta judía (la dedicación); y en medio de una discusión con judíos que lo rodeaban y en la que les dijo que él era el Hijo de Dios, entre otras cosas, y que ellos no creían porque no eran sus ovejas, sucedió lo siguiente:

Juan 10: 31–32

Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.

Jesús siguió discutiendo con ellos y “procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.” — Juan 10:39

Mas tarde, se nos cuenta que Lázaro, de Betania, estaba enfermo y que las hermanas de Lázaro (María y Marta) enviaron a decirle a Jesús “el que amas está enfermo”. Las escrituras se encargan de hacer evidente que Jesús amaba a Lázaro:

Juan 11: 5–10

Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.

Cuando Jesús llega a Betania (que se encontraba cerca de Jerusalén) ya Lázaro tenía cuatro días de haber muerto y estar sepultado y después de conversar con Marta y María, sucedió lo impensable para muchos:

Juan 11: 41–44

Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.

Nadie lo esperaba, Jesús había hecho muchos milagros, pero este en particular fue una sorpresa incluso para las hermanas de Lázaro que creían que Jesús era el Hijo de Dios y que de hecho creían en la resurrección.

La resurrección de Lázaro provocó dos reacciones, muchos creyeron en Jesús y otros no lo hicieron, incluso consideraron esto como una razón más para matar a Jesús (Juan 11: 45–53).

Ahora que tenemos un contexto más amplio de lo que ocurría alrededor de la resurrección de Lázaro, quiero relacionar todo esto con nosotros hoy.

Jesús estuvo dispuesto a arriesgar su vida yendo a Betania para levantar a Lázaro (a quien amaba) de los muertos, y realmente Él hizo lo mismo por nosotros: entregó su vida de la forma más brutal posible para que los que creamos en Él pasemos de muerte a vida. Por lo tanto, nuestra relación con Jesús debe ser evidente, a tal punto que, como en el caso de Lázaro, seamos testigos del poder de Dios y esto le dé razones a otros para creer en Él.

Lázaro, Marta y María se mantuvieron cerca de Jesús y le servían, su relación con Él perduró más allá del milagro, y a pesar de que esto suena lógico, no pasa así con muchas personas, quienes sólo acuden al Señor cuando necesitan que su poder se haga evidente en alguna situación particular y que luego, así El Señor actúe en su favor, no mantienen una relación cercana a Él, sino más bien distante.

Por otra parte, cuando hemos creído en Jesús tenemos la certeza de que también resucitaremos para vivir eternamente con Él. Y esto pone en perspectiva cómo estamos viviendo en este mundo, sabiendo que nuestro futuro eterno dependerá de que hayamos creído en Jesús o rechazado mientras vivamos aquí.

Juan 12: 1–2 , 9–11

Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él… Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.

Jesús nos amó primero. Su amor por mí no está demostrado por tener buenas cosas o por nunca enfermarme. Su amor ha sido demostrado de una manera infinitamente más grande que eso, su amor por mí fue demostrado por su sacrificio voluntario en la cruz para que yo pueda ser perdonado, reconciliado por Dios y alcanzar la vida eterna. Esto es razón suficiente para que yo, y todo el que ha creído en Él, lo ame y viva como un resucitado de entre los muertos, dándole gloria a Dios con su vida, arriesgando su vida por Él si es necesario, sirviéndole públicamente, exponiéndose por Él.

2 Corintios 5: 14–15

Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

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Rodolfo Peña
Lumbrera

Sigo a Jesús • Miembro de IBDC • Consultor en PM&A • Colaborador en Lumbrera • Casado con Yoha • Papá de Vale • Tío de Liam