Justicia + Gracia = Expiación

Rodolfo Peña
Lumbrera
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4 min readJul 5, 2021

En los tiempos en que vivimos, utilizar la palabra “pacto” no es muy común. Quizá sea más habitual utilizar términos como acuerdo, contrato, o arreglo. Sin embargo, cuando investigamos un poco sobre lo que un pacto significa de acuerdo con las Escrituras, podemos entender mejor lo que Dios ha hecho por nosotros.

Un pacto es un juramento por medio del cual dos personas se comprometen a realizar una actividad en particular. Lo característico de un pacto en la cultura y época en que fue escrito el Antiguo Testamento es que los quienes hacían un pacto sabían que si incumplían con su parte del pacto serían culpables de muerte. Es decir, la garantía de un pacto era la vida misma de los que estaban vinculados en él. Y la vida de una persona está representada en su sangre (Levítico 17: 11).

Con esto en mente, es necesario saber que antes de que Dios diera los mandamientos a Moisés, había hecho un pacto con Noé, donde le indicó que no habría nuevamente un diluvio y que pondría en el cielo un arcoíris como señal de su pacto (Génesis 9: 11–13). Dios también hizo un pacto con Abraham, Dios se comprometió a darle una tierra y una descendencia numerosa y que por su descendencia serían benditas todas las naciones de la tierra (Génesis 15: 18).

En estos dos pactos Dios se había comprometido sin ninguna condición. Es decir, no habían dos personas acordando algo, sino que era un pacto unilateral por parte de Dios y es por eso que ambos pactos se cumplieron, porque dependían de Dios solamente. Pero cuando Dios sacó a su pueblo de Egipto ahí nace otro pacto entre Dios y su pueblo (Israel). Por medio de este pacto, Dios les dice que Él será su Dios y los cuidaría y ellos debían cumplir sus mandamientos.

Exodo 24:7–8

“Luego tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo , y ellos dijeron: «Todo lo que el SEÑOR ha dicho haremos y obedeceremos». Entonces Moisés tomó la sangre y la roció sobre el pueblo, y dijo: «Esta es la sangre del pacto que el SEÑOR ha hecho con ustedes, según todas estas palabras».”

Notamos las buenas intenciones del pueblo en ese momento de cumplir su parte en el pacto, pero muy rápidamente incumplieron con su compromiso. Y como mencionamos antes, incumplir un pacto traía consigo la muerte. Este pueblo desde el mismo momento en que quebrantó uno de los mandatos de Dios se hizo merecedor de la muerte y ellos lo sabían. Pero Dios, como una muestra de su amor, les dio un mecanismo al que se llamó “Expiación”.

La Expiación consistía en que cada vez que alguien incumplía los mandamientos, es decir, cada vez que alguien pecaba contra Dios, entregaba un animal en lugar suyo. De tal forma que el animal moría y recibía la pena de muerte en lugar de la persona que había pecado.

Después de que el sacrificio se hacía, la persona era perdonada y reconciliada con Dios. De esta forma, podemos ver que a través de la expiación dos cosas:

  • La justicia de Dios, porque castiga el pecado.
  • La gracia de Dios que diseñó un sistema de sustitución que dio lugar al perdón y la reconciliación.

Sin embargo, el problema de este sistema es que no erradicaba el pecado del corazón del pecador, pues la persona llevaba su animal para sacrificarlo en lugar suyo, pero no había forma de que esto transformara el corazón del pecador, de modo que la persona seguía pecando. Tanto fue así, que en un momento de la historia, Dios le dice a su pueblo que está cansado de sus holocaustos y sacrificios

Isaías 1:11

“«¿Qué es para Mí la abundancia de sus sacrificios?», dice el SEÑOR.
«Cansado estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de ganado cebado;
La sangre de novillos, corderos y machos cabríos no me complace.”

Pero Dios, por Su amor, Su gracia, por Su misericordia, por algo que aún no logro entender completamente, decidió, desde mucho antes de que algo que existiera, enviar a Cristo como el mejor sustituto posible para cada uno de nosotros. Dios envió a Aquél inocente cuya sangre (su muerte) expiaría nuestros pecados una vez y para siempre.

Y a través de Cristo traer PERDÓN y RECONCILIACIÓN.

Sin ese sacrificio nuestro destino sería la muerte eterna, algo así como vivir eternamente muriendo bajo la ira de Dios; pero gracias a Cristo hoy podemos tener un destino distinto.

Romanos 5:8–11

“Pero Dios demuestra su amor para con nosotros , en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por Su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él. Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por Su vida. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.”

En Cristo y la expiación que Él hizo por nosotros, podemos ver dos cosas:

  • La justicia de Dios, porque castiga el pecado.
  • La gracia de Dios, que envió a Su Hijo perfecto como sustituto para dar lugar al perdón y la reconciliación.

Es nuestro deseo que con esta publicación sumemos argumentos para que aumente tu amor por Dios y por Cristo, y quieras conocerlo más, seguir sus enseñanzas y vivir con un agradecimiento infinito por Dios que te conduzca a ubicarlo por encima de todo lo que amas.

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Rodolfo Peña
Lumbrera

Sigo a Jesús • Miembro de IBDC • Consultor en PM&A • Colaborador en Lumbrera • Casado con Yoha • Papá de Vale • Tío de Liam