La Sabiduría Clama

Juan Camilo Arocha C
Lumbrera
Published in
5 min readAug 15, 2021
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Seguramente, alguna vez se ha encontrado aturdido en medio de una plaza, en un lugar donde se hallen cientos de personas hablando a la vez. ¿Qué tan difícil es escuchar lo que se nos dice alrededor? Bueno, querido lector, quiero ampliar esta escena, y llevarlo a entender que así es nuestro caminar por este mundo. Somos peregrinos que transitamos por las calles concurridas de la vida, siendo bombardeados por los miles de gritos que buscan guiarnos. Y la pregunta central que quiero que se haga con honestidad es: ¿qué voces dirigen sus pasos en el caminar de su vida?

Ahora bien, dejemos claro dos cosas antes de seguir. Primero, estas voces no son místicas, ni son alucinaciones auditivas como quien sufre de esquizofrenia, son las filosofías que acogemos para nosotros. En un sentido amplio, podemos afirmar que todo ser humano vive según una cosmovisión, una manera de ver la realidad, y que determina todo nuestro actuar.

Lo segundo es que este escrito se cimienta bajo una cosmovisión cristiana y, aunque esto cause detractores, es necesario entender lo que Dios dice de sus criaturas. La triste realidad es que somos pecadores, apartados de nuestro hacedor. Por consiguiente, ninguno de nosotros nace entendiendo, sabiendo cómo ha de vivir, ni brota un destello de sabiduría de nuestro interior, por el contrario, solo emana mera insensatez y locura. La verdad es que la fuente de toda sabiduría reposa en Dios mismo, él es la sabiduría, y en su bendita Palabra nos revela que toda creatura que porte su imagen y semejanza está llamada a dedicar su vida entera a perseguir la sabiduría con ímpetu y vehemencia, porque sin él, nada somos.

Volviendo a nuestra analogía de las calles y plazas transcurridas, debemos entonces entender que alrededor de nosotros existen innumerables voces, pero el problema no es ese, sino el hecho de que cedemos continuamente a aquellas que buscan distraernos; voces que nos persuaden a desenfocarnos de lo que realmente importa. Nos encanta perder el tiempo viendo un episodio tras otro delante de una pantalla, le damos rienda suelta a la procrastinación sin moderación, al ocio excesivo. Y pregunto: ¿no será una de las grandes tragedias de la humanidad el amor a sí mismo y la satisfacción momentánea? ¿Será sabio quitar nuestra mirada de nuestro Creador, y fijarnos en la fama, dinero, éxito y en nosotros mismos; cosas que son tan buscadas y anheladas por el mundo? Ciertamente esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica.¹ cuyo lema se resumen en bebamos y comamos que mañana moriremos.²

Dios se ha revelado a sus criaturas de una manera especial. No solamente nos entregó su divina voluntad por medio de las Sagradas Escrituras, sino lo más preciado, a su Hijo Jesucristo quien se dio a sí mismo en rescate por todos ³ para perdón de nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.⁴ Sin embargo, pareciese que no somos conscientes de dicha realidad porque si lo fuésemos, creería que nuestra respuesta inmediata sería vivir enteramente en devoción a quien lo merece, nuestro Creador. ¿Podrías contar las horas, días y hasta los meses que te has dejado llevar por las voces de este mundo y la vanidad de la vida? Recordemos que el tiempo es un don de Dios y debemos saber cómo aprovecharlo.

La buena noticia es que en las calles transitadas, que representa nuestra vida, hay una voz excelsa, dulce y urgida que no debemos pasar por alto. El sabio Salomón dijo:

“La sabiduría clama en la calle, en las plazas alza su voz; clama en las esquinas de las calles concurridas; a la entrada de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos”⁵

Querido lector esto es sencillamente hermoso. A pesar de lo que se ha dicho sobre nuestra insensatez innata y nuestro amor a los placeres de esta vida, hay una voz que clama con urgencia que debemos atender. A pesar de los ruidos del mundo, hay un grito más grande en las calles que nos llama a ella. La sabiduría está latente y a la espera de quién acuda a ella. La sabiduría no está escondida, ni clama en lugares recónditos donde nadie está, ella reside en el centro de la ciudad haciéndose escuchar, y con los brazos abiertos para aquel que desee escucharla.

Anhelo que todo aquel que lea estas palabras comprenda la profundidad de lo que se ha dicho, que vuelva en sí, y se incline a lo que es bueno, verdadero y bello, es decir, a Cristo mismo antes de que sea muy tarde, porque habrá un momento donde la sabiduría se burlará diciendo: Entonces me invocarán, pero no responderé; me buscarán con diligencia, pero no me hallarán; porque odiaron el conocimiento, y no escogieron el temor del Señor

Agustín de Hipona define muy bien este concepto con su ordo amoris⁷. Debemos ordenar nuestros amores, de aquellos que son mayores a los menores, siendo Dios el primero de todos. La tentación de inclinarnos hacía el ocio, el mal y nuestras pasiones estará latente, no podemos ignorar que en el epicentro de una ciudad las calles están llenas, no habrá una sola voz llamándote, sino infinidades de ellas buscando destronar a Dios de tus amores. Nuestro mundo contemporáneo clama con furia con el único fin de que seas conducido por la senda que lleva a la perdición .

Por último, no podría terminar sin antes dejar claro que el Dios todopoderoso, el Creador del cielo y de la tierra, rico en misericordia y gracia ha prometido otorgar abundante sabiduría (y sin reproche) a quien se la pida.

No desprecies el consejo eterno de nuestro hacedor, no fue en vano que la sabiduría se despojó a sí mismo y se encarnó hace dos mil años, habitó entre nosotros, caminó por las calles de Judea y clamó en las plazas: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.⁹ Los necios escuchan las voces extrañas, amarán la vanidad de la vida y desprecian el mensaje de la cruz, pero los sabios estarán atentos a la voz del buen Pastor, buscarán su rostro y señorío. La pregunta entonces es: ¿qué voz estás siguiendo?

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