¿Satisfacción perdurable?

Rodolfo Peña
Lumbrera
Published in
4 min readJul 9, 2020

Cualquiera que esté leyendo esta publicación tiene uno que otro propósito en la vida. Y es que son los propósitos la materia prima de nuestra motivación, el combustible de nuestra vida. Los necesitamos para llenarnos de razones para levantarnos cada día y seguir adelante.

Sin embargo, no les pasa que, en ocasiones (más veces de lo quisiéramos), cuando logramos alcanzar alguno de estos propósitos no nos sentimos tan satisfechos como pensábamos que nos sentiríamos en ese momento de “gloria”. No les pasa que la alegría les dura poco y su mente busca rápidamente un nuevo propósito, una nueva entretención, algo más novedoso, más arriesgado, algo que nos haga obtener esa satisfacción que esperábamos. Pero, parece que nunca llegamos a sentir una satisfacción perdurable.

Si usted se identifica con lo que acaba de leer, le invito a que siga leyendo, quizá encuentre aquí algunas respuestas. En caso de que usted nunca haya vivido esto, estoy seguro de que pronto tendrá esa misma sensación que describimos antes, por lo que lo invito a que siga leyendo, quizá encuentre aquí algunas respuestas.

¿Por qué pasa esto?

Hay una razón por la que no encontramos satisfacción perdurable en ninguna de las cosas que hacemos, o en los logros que alcanzamos, o en las cosas que compramos. La razón es que hemos sido creados con un solo propósito. Hemos sido creados para la gloria de Dios.

“todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.” (Isaías 43, 7)

Esto implica que cuando no vivimos para glorificar a Dios no estamos cumpliendo el propósito para el que fuimos creados. Es como si usaras un televisor como mesa para jugar dominó, o un tenedor para tomarte la sopa, o un microondas para hacer hielo. Sencillamente no funcionará bien y a la larga termina dañándose. Pero la culpa de que estos utensilios se dañen no es de quién los creó. La culpa es de quien los usa, y sobre todo porque los usa para aquello para lo cual no fueron diseñados.

Pasa lo mismo con nuestra vida, la estamos usando mal, la estamos dañando, estamos utilizando nuestra vida para propósitos que están lejos del diseño de nuestro Creador.

Han notado que hay una sensación más profunda y perdurable de satisfacción cuando vemos a nuestra familia unida, o cuando somos solidarios con otros, cuando ayudamos a empujar el carro de un desconocido a mitad de cuadra, o cuando nuestros hijos son amables y amorosos, o cuando preparamos una comida especial para alguien a quien amamos, o cuando damos de lo que tenemos a personas con más dificultades que las nuestras. Estas cosas son más satisfactorias que estar estrenando ropa, o que nos hayan aumentado el sueldo. Y la razón por las que estas cosas nos satisfacen más es porque glorifican a Dios, pues es así como Él quiere que vivamos, este es nuestro diseño.

Dios nos diseñó para vivir en armonía con nuestra familia, para ser solidarios, para ayudar a los desconocidos, para educar a nuestros hijos, para servir a otros, para dar, Dios nos diseñó para amar (1 Juan 4, 7).

Dios incluyó en nuestro diseño el que seamos portadores de su imagen (Génesis 1, 26), de forma que podamos reflejar sus virtudes con nuestra manera de vivir y así glorificarlo a Él, la causa de todo bien.

¿Qué hacer para que mi vida glorifique a Dios?

Para poder vivir de acuerdo con nuestro propósito, debemos conocer lo que tiene para decirnos el Diseñador, el que confeccionó cada parte de nosotros (tanto lo que se ve, como lo que no se ve).

Y para poder entender sus diseños necesitamos una cita personal con Él, no puedo mandar a alguien a que averigüe por mí. Nuestro Dios ha querido revelarse a su creación, y todo cuanto necesitamos saber Él nos lo enseñará de forma personalizada.

“Acérquense a Dios, y El se acercará a ustedes…” (Santiago 4:8)

Acercarse a Dios, necesariamente es acercarse a Su Palabra (el Manual), pues a través de ella Dios se da a conocer y nos enseña su voluntad y nuestro propósito.

Quizá tenemos miedo de conocer Su voluntad, porque tenemos muchos prejuicios al respecto. Sin embargo, nuestro Creador no es un aguafiestas cósmico. Nuestro Dios es la representación más elevada del amor, y nos ha demostrado su amor al sacrificar a la persona más valiosa del universo (su Único Hijo) para que pudiera existir la posibilidad de tener una relación con Él.

Las instrucciones de Dios para nosotros (mandamientos), tienen la función de protegernos de los daños por mal uso y, por lo tanto, sirven para usar nuestra vida apuntando siempre en la dirección correcta. De esta forma podremos tener esa sensación de satisfacción que tanto buscamos, pero de una forma diferente. Ahora esa satisfacción será real, será perdurable, será perfecta.

Si guardan Mis mandamientos, permanecerán en Mi amor, así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor. Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto. (Juan 15, 10–11)

--

--

Rodolfo Peña
Lumbrera

Sigo a Jesús • Miembro de IBDC • Consultor en PM&A • Colaborador en Lumbrera • Casado con Yoha • Papá de Vale • Tío de Liam