Carlos Lazo: «Sueño que regrese a los Estados Unidos un gobierno que trate a Cuba con respeto»

Luz Nocturna
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20 min readApr 4, 2022

Por: Rubén Padrón Garriga y Alina Herrera Fuentes

Tomada del perfil de Carlos Lazo en Facebook

La relación de los cubanos con sus compatriotas emigrados siempre ha suscitado polémica. Si bien extremistas en ambas orillas han querido ver esa emigración como algo homogéneo y estático, es indudable que se trata de un grupo en el que existe diversidad y cuyas posturas han ido cambiando según factores sociohistóricos.

Con esta entrevista al cubano Carlos Lazo, radicado en los Estados Unidos, Luz Nocturna abre la serie «La diáspora cuenta», en la que se acercará a los criterios de varios emigrados. La revista no necesariamente compartirá las opiniones de las personas entrevistadas, pero cree necesario explorar la pluralidad de criterios existente en el segmento de la diáspora cubana que aboga por una relación de diálogo respetuoso entre cubanos.

Lazo, profesor y activista por la eliminación del bloqueo y otras medidas de restricción del gobierno de Estados Unidos a Cuba, es conocido por las iniciativas Fábrica de Sueños y Puentes de Amor. En los últimos años, ha encabezado varias caravanas en el país norteño exigiendo la derogación de sanciones que afectan directamente a la familia y el pueblo cubanos.

A continuación, indagamos sobre su vida antes y después de emigrar, su participación en la Guerra de Iraq, sus motivaciones para acercarse de nuevo a su país, sus demandas como activista, su relación con el odio y el extremismo, su postura ante los sucesos del 11 de Julio en Cuba, y los retos y debates para un mejor acercamiento entre todos los cubanos.

LN: ¿Cómo era su vida en Cuba antes de emigrar? ¿Qué motivaciones tuvo para hacerlo?

Poner en una sola respuesta, buena o mala, mi vida antes de emigrar sería faltarle a la verdad, porque siempre he tenido una vida linda, que me ha hecho sentir bien. Incluso de los momentos difíciles han salido experiencias educativas.

Antes de emigrar, tuve varias etapas. Nací en un pueblo que se llama Jaimanitas, en el oeste de La Habana. Tuve una infancia muy bella con mis vecinos, mis amiguitos; vivía a doscientos metros del mar y andábamos descalzos, felices, viendo la playa y esperando la hora de almuerzo.

Tomada del perfil de Carlos Lazo en Facebook

Ya en mi adolescencia, nos mudamos de Jaimanitas. Esa es una de las cosas que, bromeando, le decía a mi mamá siempre: «no te perdono que nos hayamos mudado». Nos fuimos para La Habana. Ahí hice la secundaria. Viví después medio tiempo en Buenavista, con mi papá, que hacía muchos años que se había separado de mi mamá y que estaba casado también con una señora que para mí fue una madre también, mi madre negra: Aida. Durante esa adolescencia, también tuve momentos muy gratos. Recuerdo, por ejemplo, los primeros amores en la secundaria.

El año 80 fue una época de ruptura para la familia cubana. Yo tenía quince años. En ese momento mi hermano y mi mamá, con quienes yo vivía, se fueron del país y yo me quedé solo en La Habana.

Mi padre siempre se ocupó de mí. Me decía «ven a vivir con nosotros», pero por problemas de la vivienda no queríamos vender el apartamento. A la edad de quince años, viví solo; fui hasta jefe de núcleo. En esa época también tuve problemas porque mi mamá se había ido del país. Un muchacho solo, que se quería ir para reunificarse con su mamá, pues no era muy bien mirado, sobre todo en una etapa tan convulsa, de tantas definiciones revolucionarias, de tanto choque, de tantos retos para el país y para la gente.

Pero incluso en ese tiempo, recuerdo que los mejores amigos, las mejores familias que yo tenía, eran los vecinos. Siempre podía acudir a ellos para que me dieran un plato de sopa, para que me oyeran mis penas, para que me brindaran un buen consejo, para que me regañaran con mucho amor.

En onceno grado tuve un maestro, Rolando Ardiles, que aún reside en Cuba, un afrodescendiente que para mí fue una luz. A veces, algunos profesores me miraban mal porque yo era el muchacho que tenía «desviación ideológica». Él era, de hecho, el secretario general de la Juventud [Unión de Jóvenes Comunistas], pero siempre me tenían en su cátedra. Había padres que no querían que yo anduviera con sus hijos, por mi situación, y este maestro me decía «tú no te preocupes, la vida es más que esto, son experiencias que tú vas a acumular, pero si tú sigues el camino correcto con amor, con deseos de aprender…».

Estando en la escuela tuve momentos difíciles. Traté de ser parte del destacamento Carlos J. Finlay, que eran los médicos. Se hizo una reunión y algunos compañeros decidieron que no tenía condiciones político-morales para eso. Recuerdo una de las personas que me dijo eso. Se hizo médico después y hoy vive en los Estados Unidos. Qué ironía de la vida, ¿no?

Cuando terminé el preuniversitario, no cogí ninguna carrera y empecé a trabajar porque debía mantenerme. Trabajé en los muelles como estibador, en puestos de viandas, en una pescadería, en una carnicería, en una lechería. Realmente me gustaba mucho el trato con la gente, saber de su historia.

Mientras despachaba en la carnicería, había un viejito que era revolucionario y, cuando hablaba conmigo, me decía: «tú eres como un hombre nuevo, tú eres de lo verdadero, de las unidades de pueblo para el pueblo, porque tú tratas bien a la gente». Y había otro viejito que era, como decían en aquella época, «gusano» y que me decía: «tú eres como los dependientes de antes, compadre, qué amabilidad».

En el año 1988, traté de salir del país ilegalmente y me cogieron preso un año. Preso del 88 al 89. Cuando salí de la prisión, ya era bastante mal mirado porque era un expreso por salida ilegal del país. Para conseguir trabajo tuve algunas dificultades, de esas que, afortunadamente, hoy cada día son menos en la sociedad cubana; porque en aquel momento te metían preso por tratar de irte del país, ya eso hoy no es penado con prisión. Luego lo intenté de nuevo y esta vez sí lo logré.

LN: Usted ha declarado en otras entrevistas que, cuando llegó a los Estados Unidos, mantuvo durante un tiempo el resentimiento hacia el gobierno cubano y muchas personas que vivían en Cuba, e incluso que llegó a estar de acuerdo con las sanciones contra Cuba. Sin embargo, hoy dice haber sanado por completo ese resentimiento. ¿Qué caminos cree que sean necesarios para que sanen otros cubanos que hoy piensan y se expresan como lo hacía usted hace muchos años?

Voy a partir de mi propia experiencia, pero sé que las personas tienen diferentes vivencias, diferentes grados de sufrimiento, diferentes grados de entender o no entender. En Miami se exacerba ese resentimiento. Constantemente uno está recibiendo un bombardeo de información, de cosas negativas sobre Cuba, siempre le están echando leña al fuego. Por eso entiendo a la gente que odia, porque yo también odié.

Mi padre llegó a los Estados Unidos de visita y siempre recuerdo una conversación con él. Yo he escrito sobre esto otras veces. Me recuerdo diciéndole: «que se jodan y bien, que les metan bloqueo». Mi padre me dijo: «Hijo, esa gente son tu familia, tú no eres así». Aquella frase fue para mí como si me hubieran dado un macetazo.

Luego, en el año 1994, había tratado de regresar para verlo, porque estaba enfermo, y no me lo permitían. Entonces hubo una reunión en Miami con varios funcionarios cubanos, entre ellos Raúl Suárez, un pastor que también pertenecía a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Yo le dije que, como no tenía delegado, lo iba a utilizar para elevar un planteamiento. Se echó a reír y entonces le conté mi historia. Unos días después, me informaron que me permitían entrar con permiso humanitario.

Cuando regresé, Cuba estaba en pleno período especial. La situación estaba muy difícil, como nunca la he percibido, sinceramente, ni siquiera ahora en la pandemia. Vi a mi antiguo vecino flaco y fue la gota que colmó el vaso. Por tanto, lo que me hizo cambiar fue el contacto con la gente de regreso a mi tierra, el que me permitieran virar y, de cierto modo, reinsertarme en mi barrio, entre mi gente, con mi familia. Por eso, cuando veo restricciones migratorias que impiden que el cubano regrese a Cuba, le pido al gobierno cubano que levante esa restricción, porque sé lo importante que es eso para las personas, para la familia.

Tomada del perfil de Carlos Lazo en Facebook

Otra cosa que me hizo ver a Cuba desde una perspectiva diferente fue viajar a otros lugares. Tenía la idea de que Cuba era el peor país del mundo. Viajé desde Miami a México y Guatemala de turista y me di cuenta de que, con todos los problemas que tiene la Isla, en comparación con otros pueblos, es la tierra más maternal que yo he conocido.

Por tanto, lo que le toca a la nación cubana, en mi opinión, es cambiar todo lo que tenga que ser cambiado en relación con los emigrados. Eliminar las trabas que se puedan levantar. Eso haría que mucha gente regresara a la Madre Patria como el hijo pródigo y que la Patria lo reciba y le diga: «esta es tu casa, mijo, siempre tiene un plato en la mesa y un lugar para estar.»

LN: Combatió en la Guerra de Iraq en las filas del Pentágono. ¿Por qué decidió participar? ¿Consideró justa esa guerra? Desde su experiencia bélica, ¿qué puede decirles a los que hoy claman una intervención militar para Cuba?

En realidad, no combatí, pero sí estuve en la Guerra de Iraq. Era médico de combate, pero no me uní al ejército a propósito de la guerra. De hecho, a lo que me uní fue a algo que aquí en los Estados Unidos se llama Guardia Nacional. Es como una milicia de los Estados. En el año 2000, yo vivía en Washington y consideré que era positivo convertirme en un médico de combate, que si había un desastre natural se pudiera contar conmigo.

Tomada de OnCuba

Después vino lo de las Torres Gemelas. La Guardia Nacional fue movilizada y yo consideré que era mi deber ir con mis compañeros y ayudar a salvar vidas, estar ahí y hacerlo lo mejor posible. Si algo bueno se pudo hacer, porque en una guerra casi nada bueno se puede, fue ayudar lo mismo a los soldados que a los civiles.

A la pregunta de si la guerra fue justa o injusta, yo creo que no; yo creo que ninguna guerra es justa. Los hombres deben encontrar maneras de resolver sus conflictos y sus diferencias a través de la paz.

Hay guerras que son necesarias, guerras de liberación, de independencia, pero estar ahí en la Guerra de Iraq me hizo ver lo que le puede hacer a un país una intervención militar de una potencia extranjera. Me hizo ver los efectos de las bombas, de los cañonazos, y me hizo pensar que yo nunca en la vida querría que algo así pasara entre mi país natal y mi país adoptivo. La guerra me creó un compromiso de luchar por la paz y, especialmente, luchar por la paz entre lo que me es más cercano, que es mi tierra de nacimiento y mi país adoptivo; como yo los llamo: mi madre Cuba y mi padre, los Estados Unidos.

LN: Hoy Carlos Lazo es una de las figuras más visibles con un discurso amigable hacia Cuba en los Estados Unidos. ¿Cómo lleva esa responsabilidad a cuestas? ¿Qué retos y desafíos se le imponen día a día en un momento donde arrecian los discursos de odio y extremismo?

Esto, primero que todo, no es por elección propia. La vida a veces nos pone en una situación y tenemos que tomar la antorcha o virar la espalda. En el año 2005, había alzado la voz para que se levantaran las restricciones de Bush de los tres años que impedían a las familias visitarse. Pero, en esta época, lo primero que me motivó fue pronunciarme para que no quitaran las licencias que me permitían a mí ir con mis estudiantes a Cuba. Ahí empezaron los ataques de los odiadores y no quedó otra que seguir adelante.

Decía nuestro Apóstol que el deber se cumple sencilla y naturalmente, tratando de hacer todos los días un poquito. Yo trato de pensar todos los días qué puedo hacer por nuestra gente, qué puedo hacer hoy con mi familia, con la familia cubana, por los once millones de hermanos míos que viven en la isla.

No me fijo en los ataques, en las difamaciones, porque esta lucha la veo como aquella fábula bíblica protagonizada por Lot saliendo de Gomorra y los ángeles del Señor le perdonaron la vida a él y a su familia; dijeron «vete, pero no mires para atrás». La mujer de Lot miro para atrás y se convirtió en una estatua de sal.

Así llevo yo esta responsabilidad humilde de ser una de las voces que abogan por el levantamiento de las sanciones, por la construcción de puentes de amor entre nuestros pueblos, tratando, ante todo, de ser ejemplo para mis amigos, para mi familia. ¡Qué clase de responsabilidad! ¿No? De hecho, a veces lo que desearía es que esto se acabara para volver a los viajes a Cuba con mis estudiantes, estar bailando y cantando, y no tener que arriesgar mi vida en una caravana en Miami donde han prometido meterme una bomba.

Pero esos son los retos que se imponen hoy: las amenazas de muerte, el terror con que a veces vive mi familia, la preocupación cuando mis hijos no llegan, la constante intranquilidad de mi esposa cuando yo no he regresado, la necesidad de incluso estar armados por esas amenazas, o tener que informarle todo el tiempo al FBI y a los órganos policiales de aquí sobre la posibilidad de sufrir un ataque.

Es difícil, pero la otra opción es sucumbir al miedo, a las presiones, y darles la espalda a millones de cubanos en la Isla, en Estados Unidos y en el mundo. Los discursos de extremismo solo se pueden contrarrestar con el amor. Usted no puede echarle odio arriba, porque es como arrojarle gasolina al fuego. La única sustancia que puede apagar ese fuego de odio y transformarlo en algo positivo es el amor. Cada vez que hablo, pues trato de enfocar la situación en ese sentido; además, me sale del corazón. El amor a mí me cambió, me hizo una persona mejor. Por eso, sé que albergar odio es malo para todo el mundo, pero especialmente para aquel que lo alberga.

Tomada del perfil de Carlos Lazo en Facebook

Los resultados se están viendo. Cada día, más gente dice «sí, tenemos que parar esta ola de odio, tenemos que abrazarnos como cubanos en lo que nos une». La mayoría de los cubanos y cubanas, más allá de cómo piensen ideológicamente, en el fondo de su corazón, saben que el bloqueo, las sanciones, castigan más que todo a la familia cubana y no es correcto que esté instrumentada una política por sesenta años que castigue a nuestra familia. Por eso es importante levantarnos.

A eso le agrego que la mayoría de los cubanos de buena voluntad saben también que es importante preservar y salvaguardar la soberanía nacional, porque la soberanía nacional incluso va más allá del gobierno; es el alma de la nación. Ojalá en algún momento los cubanos dentro y fuera entiendan que esa es la idea de luchar en contra de las sanciones: luchar por que se respete la soberanía nacional y porque ningún gobierno extranjero le diga a nuestro país lo que hay que hacer. Cuba debe resolver sus problemas sin injerencia extranjera.

LN: En 2016, con la llegada de Barack Obama a Cuba, se pusieron muchas esperanzas, más allá de las relaciones entre gobiernos, en la posibilidad de un diálogo sincero y sanador entre los cubanos. Sin embargo, con el ascenso de Donald Trump al poder, no solo se enfriaron los lazos diplomáticos, sino que volvió un discurso polarizante y de odio entre los cubanos. También se han arreciado las medidas económicas contra Cuba y limitado la posibilidad de viajes e intercambios. La administración Biden, en contra de sus promesas electorales, mantiene hoy dichas medidas. ¿Qué opina de esta situación? ¿Cuánto cree que afectan al pueblo cubano en la Isla? ¿Qué sería necesario, en ambas orillas, para una flexibilización?

En los años de Obama, especialmente los dos últimos, no se levantó el bloqueo, pero sí algunas restricciones y los estadounidenses podían ir a Cuba. Ese tiempo fue ejemplo de lo que se podía y se puede lograr y de lo que sería una Cuba sin bloqueo. Incluso con el bloqueo ahí, hubo prosperidad en cierto modo para el pueblo cubano.

Sueño que regrese a los Estados Unidos un gobierno que trate a Cuba con respeto. Eso significó Obama para mí. En esa época, yo empecé a ir la Isla con mis estudiantes y las personas me confirmaron una vez más que el camino es la amistad. El camino para los pueblos no son los muros, sino los puentes.

Por esa razón, me opuse vehementemente a la administración de Trump y empecé a hacer campaña para que Biden saliera de presidente de los Estados Unidos, porque prometió que iba a levantar sanciones y restaurar las políticas de Obama. Lo que hizo Trump de, en medio de una pandemia, poner doscientas y tantas medidas que castigan principalmente a la familia, ha sido algo sumamente cruel, inhumano y doloroso.

Apoyar a Biden para que restaurara las políticas que se interrumpieron era lo que tocaba. Además, las políticas de Obama, en su mayor parte, que yo conozca, fueron sin condicionamientos; hizo cambios porque era lo correcto y me parece que había respeto. Entre los dos países se sentaron a conversar las diferencias. Lo que es necesario para que eso sea sostenible es que ese gigante — los Estados Unidos — levante las sanciones que pesan sobre los cubanos. Los dos gobiernos deben discutir entre ellos los problemas que tengan, las diferencias, buscar la forma de cooperar, como se hizo en la época de Obama, en la cual hasta se logró que, durante la epidemia de ébola en África, algunas unidades del ejército estadounidense cooperaran con personal médico cubano para ayudar a esos pueblos.

LN: Durante el último semestre de 2021, la crisis económica, política y social en Cuba, sumada a las presiones y estímulos de las agencias estadounidenses para el cambio de régimen, desencadenaron protestas en la Isla que se tornaron violentas. En ese contexto, resurgieron actos del pasado como los mítines de repudio. También se habla de una cantidad considerable de presos con peticiones de condenas exageradas a partir del 11 de Julio. Como activista por un acercamiento, ¿cómo se posiciona ante estos acontecimientos? ¿Cómo creen que están marcando el futuro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos?

Puentes de Amor es un movimiento que, desde su origen, tiene seis puntos principales: (1) el levantamiento de las sanciones; (2) la restauración de la embajada; (3) el levantamiento de las restricciones que impiden el envío de remesas; (4) la restauración del programa de reunificación familiar; (5) viajes a las provincias, que los estadounidenses puedan viajar a Cuba; y (6) que se establezcan lazos de cooperación científica y económica entre los pueblos de Cuba y los Estados Unidos. Esa es nuestra posición.

Con respecto a los sucesos que ocurran dentro de Cuba, dentro de los Estados Unidos o en cualquier lugar del mundo, nosotros preferimos mantenernos enfocados solamente en estas peticiones, por las que levantamos la voz. En Cuba ocurren situaciones, como ocurren en todos los países, de injusticia, de problemas; en los Estados Unidos también pasan.

Constantemente, personas que defienden otras causas, lo mismo en los Estados Unidos que en Cuba, nos piden que nos proyectemos y nos manifestemos acerca de otros problemas que son ajenos al principal meollo del asunto por el que luchamos. No solamente de Cuba: hay personas, como el grupo estadounidense de Black Lives Matter, que nos solicitan hacer declaraciones en contra de la violencia policial en los Estados Unidos o de los asesinatos en las escuelas. Y más allá de las opiniones personales que nosotros podamos tener sobre esos sucesos y situaciones, lo mismo en Cuba que en el resto del mundo, creemos que opinar sobre cada cosa que ocurra no le hace ningún favor a la causa nuestra, por la que hemos decidido luchar, porque como dice el dicho, «el que mucho abarca, poco aprieta».

Y me llama la atención que a veces nos pidan manifestarnos sobre el 11 de Julio en Cuba o sobre el 6 de Enero en Estados Unidos — donde se trató de dar un golpe de estado — para que Puentes de Amor sea más equilibrado. Pero la realidad en el mundo es que los movimientos tienen sus causas, sus razones de ser, y un movimiento, para lograr un objetivo, tiene que dedicarse a este. Para ser equilibrado, tendría uno que opinar sobre cada cosa que pasa y creo que le quitaría fuerza a la unidad que en este momento tenemos quienes formamos parte de Puentes de Amor, donde hay personas de izquierda, de derecha, de centro, con diferentes creencias religiosas.

Lo único que nos une es levantar las sanciones que pesan sobre el pueblo cubano, construir puentes de amor entre los pueblos de Cuba y los Estados Unidos.

Hay gente que se dedica en los Estados Unidos a abogar constantemente por el bloqueo y por más sanciones, a abogar por un parón de viajes y remesas. Entonces, sería ilógico que uno le dijera: «oye, habla también en contra de bloqueo» o «habla también de los asesinatos de afroamericanos aquí en las calles». No, esa no es su causa. Su causa es asfixiar al pueblo cubano. Bueno, nuestra causa es levantar las sanciones que pesan sobre la familia cubana y de ahí no salimos.

Cuando íbamos para Washington D. C., nos sorprendió el 11 de Julio. Íbamos caminando 2 000 kilómetros desde Miami hasta Washington D. C., un grupo diverso de cubanos y cubanas. A uno de los que caminaba con nosotros lo llamaron y le preguntaron: «Oye, ¿ahora van a parar con esto que pasó en Cuba?». Esa persona le respondió: «¿Ya levantaron el bloqueo?» «No, pero en Cuba están matando a las personas.» «La pregunta es si la razón por la que nosotros empezamos a caminar ya desapareció. ¿Han levantado alguna de las sanciones?» «No, no.» «Entonces yo no tengo por qué parar, yo no tengo por qué desviarme de mi camino.»

Además, los sucesos que pasan en Cuba han sido exacerbados precisamente por esas sanciones. Si nos acordamos bien y vamos a la historia, en el año 1960, las primeras sanciones se establecieron para hambrear y para desesperar al pueblo cubano. Entonces, si algo tuvieron que ver los eventos del 11 de Julio con las sanciones, es precisamente que, me imagino, muchas personas estaban desesperadas por la situación de penuria a la que han sido sometidas, mayormente debido a las restricciones que han pesado sobre Cuba por sesenta años y que se han hecho más fuertes durante la época de Trump y de Biden.

LN: Más allá de las posibles exageraciones por parte de la comunicación política del gobierno cubano, para la mayoría de nuestros intelectuales, sociólogos y pensadores son indiscutibles los efectos del bloqueo en la economía cubana, tanto a nivel macro, como en la mesa de la familia en la Isla. Sin embargo, es frecuente ver opiniones en las redes sociales de cubanos, dentro y fuera de Cuba, que niegan esos efectos o los minimizan al compararlos con el llamado «bloqueo interno». ¿Por qué cree que se está dando este fenómeno nombrado por algunos como «negacionismo del bloqueo»?

El bloqueo de los Estados Unidos ha permanecido ahí por tantos años y ha estado en el imaginario de los cubanos por mucho tiempo. Hemos crecido generaciones oyendo lo mismo: «el bloqueo, el bloqueo, el bloqueo», que ya uno se entumece, y ya los efectos del bloqueo, como es parte de la vida, pues la gente no los internaliza. Pero la realidad es que el bloqueo impide el funcionamiento normal del país.

Tomada de Portal Cuba

Te voy a hablar de las remesas. En cualquier país del mundo, es normal que desde un lugar más rico se le envíen remesas familiares al que quedó atrás. Y Cuba no es ni siquiera de los primeros que recibe estas remesas en cuanto a porcentajes. México recibe cantidad, China también. Es que es algo normal que el que vive en La Habana le mande un poco de dinero al abuelo que vive en Santiago de Cuba, y que el que vive en España o en Estados Unidos, en una sociedad más próspera, le manda un poco de dinero al que vive en Cuba o en México o en Guatemala.

Sin embargo, esto tan sencillo, tan humano, un derecho humano de la familia de apoyarse, se le niega al pueblo cubano en medio de una pandemia. Entonces, el que niegue el bloqueo quizá es porque hay una propaganda constante de bloqueo interno. Bueno, ¿qué cosa es el bloqueo interno? Medidas que deben ser cambiadas por Cuba en cuanto a su economía o a sus leyes.

Entonces vamos a asumir que eso existe y que hay quien quiere, en el sentido semántico, darle ese nombre de «bloqueo interno». Argüiría yo que en todos los países entonces hay bloqueo interno, ¿no? Porque aquí mismo, en los Estados Unidos, desde hace no sé cuántos años, estamos tratando de aprobar leyes para que los policías no asesinen afroamericanos en las calles y no las podemos aprobar.

Cada país es un universo, como dice la canción de Buena Fe. Entonces, si a esas situaciones, a esas medidas que hay que cambiar en la sociedad, se le llama un «bloqueo interno», bueno, sí. Pero ninguna de esas sociedades que tienen ese bloqueo interno, que son todas — porque en todos los lugares se está luchando siempre por el perfeccionamiento, en todos hay leyes injustas que hay que cambiar y la gente tiene que llegar a un consenso para esto — , casi ninguna tiene que lidiar, además, con el país más poderoso del mundo impidiendo transacciones comerciales, la importación de insumos médicos, la compra de cosas, la exportación de productos.

Yo creo incluso que muchos de los problemas en Cuba que no son achacables al bloqueo tendrían quizás más posibilidades de ser resueltos si no existiera el bloqueo estadounidense.

Entonces, claro, la gente se cansa de la misma historia y ya llega un momento en que dicen: «¿hasta cuándo tenemos que aguantar eso?». Es algo difícil, pero la realidad va más allá de lo que se niega del bloqueo. Y si no es el bloqueo, ¿por qué no lo levantan? ¿Por qué no permiten que los campesinos cubanos exporten sus mangos a Washington o a Seattle? ¿Por qué no permiten que una empresa cubana importe un barco de leche y lo entre al país sin ningún tipo de problema, en lugar de tener que utilizar excepciones del bloqueo para traer un poco de leche a Cuba?

LN: Usted visita frecuentemente la Isla e intercambia con cubanos desde las más altas esferas de gobierno hasta los que están «en las calles». ¿Cuánto se parece esta Cuba a la que dejó en 1991? ¿Qué sueña para una Cuba futura?

Tomada del perfil de Carlos Lazo en Facebook

Es muy parecida y muy diferente a la vez. ¿En qué es parecida? En el calor humano del pueblo cubano, en el cariño de los vecinos, en esa cosa que uno solamente puede sentir en su tierra cuando vas por la calle y estás con tus amigos, en esa hospitalidad del pueblo cubano. En eso creo que no ha cambiado nada. Al contrario, cada día lo veo hospitalario, más cariñoso, más humano.

¿En qué lo veo diferente del 91? Bueno, imagínate, yo en el 91 me fui ilegalmente de Cuba, me fui en una balsa. Si me hubieran detenido, probablemente hubiera estado preso tres años. Cuando salí ilegal del país, era mal mirado en aquel momento. Hoy día regreso, como retornan muchas personas que se fueron, y no pasa nada. Estoy con mis amigos, con mi vecino. De hecho, soy un veterano de la guerra en los Estados Unidos, no me alineo con la política del gobierno cubano ni nada; sin embargo, otros miembros de Puentes de Amor y yo hemos sido recibidos por el presidente de Cuba, como representantes de un grupo diverso de cubanos que abogamos por el levantamiento de las sanciones.

Es decir, esto me parece que era muy difícil verlo en la Cuba del 91, esta disposición de las autoridades a entender que los cubanos somos diversos, que tenemos diferentes perspectivas sociopolíticas, pero que podemos estar unidos en el amor hacia la patria, en la necesidad de empujar hacia adelante para que Cuba sea un país mejor. Y lo que sueño para el futuro de mi patria es un país sin bloqueo, un país sin sanciones. Y estoy seguro de que el levantamiento de esas sanciones contribuirá a que Cuba sea un país más próspero, democrático e inclusivo.

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