«La rebelión de los aplausos» historia y valoraciones de una crisis política

Luz Nocturna
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9 min readDec 21, 2021

Por: Carlos Alberto González Carvajal

Foto: Rubén Padrón Garriga

Después del cincuenta y nueve, la famosa frase de Fidel Castro: «dentro de la Revolución todo, contra la revolución nada» ha guiado la política del Estado/Gobierno en relación al sector cultura. Los márgenes de lo que ha caído «dentro» o «fuera» se han movido en función del momento político. De ahí que las mayores crisis entre el poder y la intelectualidad hayan coincidido con los momentos de mayor debilidad del sistema.

Pienso en la crisis por la exhibición del documental P.M. en 1961; el caso Padilla, después del fracaso de la zafra de los 10 millones; el surgimiento del grupo Criterio Alternativo a inicio de los noventa… Pero ninguna ha tenido tanta relevancia — a nivel mediático y en cuantía de adeptos — como el fenómeno que, a falta de un nombre, mejor llamaré «La rebelión de los aplausos». Me refiero al pulso que durante un año varios grupos de intelectuales han sostenido con el gobierno y que ha acaparado la atención de un segmento considerable de personas en el país y el mundo.

El Decreto Ley 349 y la génesis de la crisis

Al deshielo entre los gobiernos de la isla y los Estados Unidos, le siguió cierta flexibilización en el plano político y económico, lo cual permitió la apertura de galerías de arte y discotecas privadas. Con el regreso de la política de sanciones y asfixia económica implementada por el presidente Trump, esos espacios, que nunca debieron ser del agrado del oficialismo, resultaron intolerables. A esto se le unieron algunos hechos sintomáticos, como la polémica sobre la negación de exhibición en la Muestra Joven de una película con un manejo irreverente de la figura del héroe nacional.

En ese contexto ocurre la promulgación del Decreto Ley 349. En la defensa que hicieron los funcionarios del Ministerio de Cultura a través de los medios, argumentaban que no era en contra de los artistas ni de la libertad de creación sino «en defensa de los verdaderos artistas y la creación» y cargaban en contra de expresiones «chabacanas, sexistas y racistas» por «intrusos», que incluían «el uso irrespetuoso de los símbolos nacionales».

Este decreto provocó repulsa algunas figuras como Silvio Rodríguez y de los gremios más afectados: artistas visuales, galeristas, curadores y representantes de la música urbana, que veían afectado su modo de vida. Una nueva vuelta de tuerca a este asunto se dio cuando el gobierno incluyó en la lista de actividades prohibidas para el trabajo por cuenta propia algunas de las anteriormente mencionadas como las galerías de arte. De ese modo, lo de que «no se afectaba la creación» era una verdad a medias, es cierto que cada cual podría crear lo que quisiera, pero ¿de qué les servía si los espacios para realizar su trabajo estarían bajo la amenaza constante de un cuerpo de inspectores?

El desarrollo de la crisis

A raíz de lo anterior, a mediados del 2018, surge el Movimiento San Isidro, que desarrolló durante más de dos años una serie de acciones de protestas utilizando como técnica el artivismo. El arresto de uno de sus miembros, Denis Solís, y la huelga de hambre y sed que declararon sus compañeros, los convirtió en noticia al tratarse de un acto confrontacional entre miembros de la sociedad civil y el Estado, exigiendo la liberación, según la narrativa del grupo, de «un artista detenido por sus ideas».

Lo anterior ocurría luego de la primera oleada de COVID-19, severas medidas de restricción de movimiento, la mayor crisis económica en los últimos treinta años, y la irrupción del internet y las redes sociales en la vida nacional. Fueron, precisamente, las redes las que permitieron la enorme difusión que tuvo aquella presunta huelga. Por primera vez el Estado había visto tambalear la hegemonía comunicacional y quiénes vivíamos en la isla podíamos asistir en vivo a un acto de protesta.

El 27N y los nuevos actores

La crisis pareció resolverse cuando el 26 de noviembre miembros de los organismos de seguridad irrumpieron en la sede del movimiento, por «la violación de los protocolos sanitarios». Sin embargo, el MSI había generado interés e indignación en algunos sectores de la intelectualidad. De ahí surge la sentada frente al Mincult, ante la cual el Estado reaccionó con lentitud, lo que propició en algunas horas un grupo pequeño de personas se convirtiera en varios cientos y terminó con una reunión entre el viceministro Rojas junto a una treintena de manifestantes y el establecimiento de una serie de acuerdos, que incluían una reunión con el ministro.

«El grupo de los treinta» se enfrentaba la difícil tarea de preparar la entrevista que con tanto ahínco habían solicitado. Lo cual, según explicó Yunior García en una entrevista al director de la revista Temas, fue extremadamente complejo. Al final terminaron cambiando las condiciones pactadas y solicitando la presencia del presidente de la República, lo que fue tomado como una ofensa. Sin embargo, se mantuvo un canal de comunicación que dio lugar a un nuevo encuentro concertado para el 27 de enero, en este caso en lugar de los tres citados se personaron una veintena de personas y el encuentro terminó con un penoso altercado.

Paralelamente, en Miami se venía dando un movimiento de politización y polarización extrema, cuyo rostro más visible, Alex Otaola, llegó a entregarle al ex presidente Trump un listado con el nombre de artistas que no debían entrar a ese país. A lo anterior hay que añadir que varias figuras del mundo de la música cubana, que hasta ese momento habían tenido una posición neutra se vieron presionados a definir posiciones en contra del gobierno y también es importante tener en cuenta el surgimiento del tema «Patria y Vida», que fue tomado como un himno. Al propio tiempo, contrario a sus promesas de campaña, el presidente Biden mantenía — y todavía mantiene — las políticas de su predecesor.

Eclipse del MSI y el 11J

El cuatro de abril el MSI preparó una actividad, asumida y anunciada como una provocación al poder Estatal, que, a pesar de haber sido prohibida, se desarrolló en el frente de la casa de la calle Reina. A raíz de eso la sede del MSI fue allanada por la seguridad del Estado que se llevó una serie de obras de Otero Alcántara, quien inició una nueva huelga de hambre.

Esto desembocó en una nueva interrupción y las imágenes del líder del MSI entrando por sus pies al hospital Calixto García, lo que contradecía la tesis de que su vida corría peligro. La tensión se mantuvo durante todo el mes de mayo y estuvo matizada por videos de Luis Manuel comiendo o caminando. Finalmente, a su alta declaró que no había sido torturado ni obligado a comer, lo cual resultó un cubo de agua fría para quienes habían propagado rumores al respecto y significó el eclipse de su estrella política.

El Estado, por su parte, había desarrollado varias estrategias para contrarrestar la crisis. Se realizaron encuentros con miembros del sector artístico, algunos de los cuales había estado el 27N; una visible campaña en los medios y las redes en contra los líderes del MSI y 27N, que bajo el rostro principal del presentador Humberto López, tuvo como ejes fundamentales el uso de información de inteligencia para vincularlos con la disidencia tradicional, grupos violentos del exilio, el gobierno de Estados Unidos y sus agencias, y mostrarlos como asalariados o mercenarios. Incluyó también una fuerte presión a los rostros más visibles de estos grupos con cortes de internet, restricción del movimiento, vigilancia constante, citaciones y arrestos.

La salida de Denis Solís de la cárcel fue el momento escogido por el MSI para reactivar su proyecto, pero coincidió con las protestas del 11J, muestras del descontento popular ante el aumento de los casos de COVID-19, los apagones y el severo desabastecimiento… Durante estas fueron arrestados Luis Manuel Otero Alcántara y Maikel Osorbo, en un momento en que su importancia política menguaba. Así como Yunior García en las afueras del ICRT.

La plataforma Archipiélago y éxodo de los líderes

A penas un mes después de las protestas surge la plataforma Archipiélago, fundada por Yunior García, quien, aunque había sido el gestor del 27N, luego se alejó del aquel proyecto y durante varios meses, mantuvo un perfil bajo y se dedicó a su trabajo como dramaturgo y cineasta. Desde esa plataforma lanzó la convocatoria de una «Marcha cívica por el cambio» para el 20N y logró articular una red nacional que entregó solicitudes similares en ocho provincias del país y se confeccionó una carta de apoyo a la marcha, firmada por más de 1500 personas.

En respuesta a lo anterior el gobierno anunció para esa fecha el día nacional de la defensa. Archipiélago respondió cambiando la convocatoria para el 15N; entonces, la solicitud fue denegada y se les advirtió a los organizadores sobre las consecuencias de realizarla, al tiempo que la Seguridad del Estado se reunió con quienes la habían apoyado públicamente, se efectuaron actos de reafirmación revolucionaria y se reactivó la campaña de descrédito en torno a sus líderes.

En ese contexto Yunior García decidió marchar en solitario el día catorce de noviembre, pero su casa amaneció sitiada por vecinos y agentes del ministerio del interior que le impidieron hacerlo. Sin embargo, sí le permitieron recoger una visa que desde días anteriores había tramitado y viajar a España en compañía de su esposa. De esta manera se unía a Tania Bruguera y varios otros miembros del MSI y M27N, que ya se encontraban fuera de Cuba y otros que salieron en los días posteriores.

Final

«La rebelión de los aplausos» fue la rama política de la crisis multidimensional — económica, sanitaria, de abastecimiento, comunicacional, de valores e identidad… — que ha tenido que enfrentar el Estado/Gobierno durante los últimos dieciocho meses. Este no ha sido un fenómeno exclusivamente cubano, en varios países de la región y del mundo se han dado situaciones similares por causas análogas que tiene en la pandemia de COVID-19 su común catalizador.

En el caso de Cuba es significativo como grupos de intelectuales y artistas, sustituyeron a la disidencia tradicional y la relegaron a un segundo plano, aunque eventualmente se establecieran alianzas. Entre las causas de su fracaso está precisamente el que se trataran de artistas trocados en políticos, con una sobreexposición a los medios y el apoyo incondicional de Miami, sin un proyecto político consolidado lo que los llevó a cometer error tras error, especialmente, en los momentos críticos.

El gobierno sale fortalecido de cara a la opinión pública nacional pues siempre lo planteó como un pulso con el gobierno de los Estados Unidos y sus agentes, que habían apostado todo a este el movimiento, en un momento en que la isla enfrentaba la más compleja crisis de los últimos treinta años. Con la salida del país de varios de los líderes más importantes, ha logrado varios objetivos: dejan a sus seguidores sin referentes creíbles a corto o mediano plazo; refuerza la idea, de cara a sus bases, de que se trata de mercenarios o personajes hambrientos de protagonismo, incapaces de sacrificarse por sus ideas y la infalibilidad de los organismos de inteligencia. Además, el posible relevo entró en la órbita de la Seguridad del Estado al firmar la carta de apoyo y se vio fractura momentáneamente la débil unidad de los distintos grupos del «exilio» donde estos líderes han tenido un efecto polarizante, lo que parece que no se va a mantener en el tiempo. Finalmente, evitó las campañas por la liberación de estos en caso de haber optado por encarcelarlos y ha acumulado una importante experiencia y herramientas para el manejo de este tipo de situaciones.

Sin embargo, hay un daño en cuanto a imagen tanto de cara al exterior y como al interior del país por el regreso de métodos como los actos de repudio y se han creado dificultades con algunos aliados en particular con la Unión Europea donde la derecha de aquellos países ha llevado adelante con cierto éxito una campaña en contra del gobierno y sus instituciones. Por otro lado, ha quedado claro que existen motivos para el descontento y se hace imperioso acelerar una política de cambios que hagan frente a muchas de las problemáticas que condicionaron esta crisis, lo que bien aprovechado podría ser una oportunidad.

«La rebelión de los aplausos» no fue el golpe de gracia al gobierno de La Habana, que muchos esperaban, recuerda más bien la crisis de la Plaza Tiananmen, solo que, en lugar de un par de meses, duró un año y no ha dejado cientos de muertos. En lugar de eso queda una nación más dividida, más polarizada, con enormes y apremiantes retos por delante. De cómo los podamos superar dependerá también el éxito o no de futuras rebeliones.

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