Poemas de Luis Rogelio Nogueras

Yassel A. Padrón Kunakbaeva
Luz Nocturna
Published in
6 min readNov 18, 2021

Selección: Adrian J. Cabrera Bibilonia.

Café de noche

Jean Nicolas Arthur Rimbaud

y Karl Heinrich Marx

se han vuelto a encontrar este verano en Londres,

en el mismo café donde una noche de 1873

se cruzaron,

acaso tropezaron y siguieron de largo,

demasiado ocupados como iban.

Ahora los dos recuerdan con asombro

cómo llovía esa tarde sobre Europa,

cómo la vieja ciudad temblaba bajo el agua,

qué solas se veían las torres de todos los campanarios,

y se ríen.

Hace ya tanto tiempo

y sin embargo están cien años más jóvenes,

Marx,

con su saco un poco estrujado para siempre,

sus zapatos invencibles,

su irremediable sonrisa de filósofo,

y Rimbaud fumando desvergonzadamente,

ruidoso y destartalado como un viejo gramófono,

con sus pantalones demasiado ceñidos,

su eterna mirada soñadora

de oveja degollada.

Bajo la lenta luz de las bombillas

de Kenington Park,

pasean en el atardecer de Londres,

siguiendo el lento vuelo de un alcatraz

color de plomo

que pasa hacia la bahía,

mirando la frágil agonía de una nube

que se desgarra contra el fondo

ocre y triste de un paisaje de Van Gogh.

Luego bajan hasta el puente,

fumando en las viejas pipas,

y se asoman al río que se rompe, gira,

corre sin fin, ciego,

y se preguntan qué lo mueve hacia el mar,

eternamente.

La noche llega en la cubierta del vapor The Hell

y un pescador saluda desde la orilla.

Una estrella enorme tiembla en el agua

velada ahora por la niebla.

Lentos bajo el peso de la lluvia,

Marx y Rimbaud

regresan al mismo café de Bull Street

donde una noche de 1873,

por la prisa,

el imperativo de una cita,

el tren que no llegaba a tiempo y se hacía tarde,

no pudieron conocerse.

Cuando se despiden,

un perro solitario le ladra a su propia sombra

en una esquina,

y por el fondo del poema

pasa cojeando el fantasma de Verlaine.

Comienza a dormirse la ciudad.

Perdida del poema de amor llamado «Niebla»

Ayer he escrito un poema magnífico

lástima

lo he perdido no sé donde

ahora no puedo recordarlo

pero era estupendo

decía más o menos

que estaba enamorado

claro lo decía de otra forma

ya les digo era excelente

pero ella amaba a otro

y entonces venía una parte

realmente bella donde hablaba de

los árboles el viento y luego

más adelante explicaba algo acerca de la muerte

naturalmente no decía muerte decía

oscura garra o algo así

y luego venían unos versos extraordinarios

y hacia el final

contaba cómo me había ido caminando

convencido de que la vida comienza de nuevo

en cualquier esquina

por supuesto no decía esa cursilería

era bueno el poema

lástima de pérdida

lástima de memoria

Eternoretornógrafo

El joven poeta murmuró cerrando el libro

de Apollinaire:

“Este sí es un poeta…”

Y Apollinaire, el soldado polaco Wilhelm

Apollinaris de Kostrowitzky,

enterrado hasta la cintura en el fango de la trinchera

cerca de Lyon,

mirando la noche estrellada del 4 de agosto

de 1914,

la tierra seca, florecida de estacas y alambre de púas,

sembrada de minas esa noche de 1914,

mirando las bengalas azules, rojas, verdes

en el cielo envenenado por los gases

apretó el húmedo librito de Rimbaud mientras

sobre su cabeza pasaban silbando los obuses.

Y Rimbaud, haciendo sus maletas en Charleville,

echó junto a su ropa los versos de Villon.

Y Villon, el doce veces condenado, el apócrifo,

el inédito, pensó ante el patíbulo en las tres

cosas que más había amado: su mujer Christine, su leyenda,

la de él, la de Villon,

y el borroso recuerdo de unos versos

que hablaban de la noche del 711 en que Taric se apoderó

de Gibraltar.

Y el sombrío poeta árabe que escribió aquellos versos

la noche del 711 apoyándose

en la cimitarra

imitaba los versos que su abuelo le leía

en la lejana Argel;

y el abuelo de Argel había leído a Imru-ul-Qais,

al que Mahoma consideraba el primer

gran poeta árabe;

lo había leído una interminable

jornada en el desierto de Sahara (más húmedo ahora que entonces)

en la lenta marcha de los camellos y las teas

encendidas.

Y es probable que Imru-ul-Qais escribiera

en la lengua de Alá imitaciones de Horacio.

Y Horacio admiraba a Virgilio,

y Virgilio aprendió en Homero,

y Homero, el ciego, repetía en hexámetros los extraños poemas

que se susurraban al oído

los amantes en las estrechas calles de Babilonia

y Susa.

Y en Babilonia y Susa

los poetas imitaban los versos de los hititas de Bog Haz Keui

y de la capital egipcia de Tell El Amarna,

y los poetas del 4000 a.n.e.

imitaban a los poetas del 5000 a.n.e.

Hasta que el hombre de Pekín, en la húmeda caverna

de Chou-Tien

viendo arder lentamente sobre las brasas el anca

de un venado,

gruñó los versos que le dictaba desde el futuro

un joven poeta que murmuraba cerrando un libro

de Apollinaire.

Cuando el tren parte

Porque cuando el tren parte

ninguno de los pasajeros sabe que unos kilómetros de vía

son suficientes

para encontrar la cabeza de humo de un poeta y

destrozarla.

Porque cuando el tren parte

con un ruido de corazón de huracán

el que dejó algo importante olvidado en la estación

el invadido por una oscura nostalgia

el maquinista distraído

no saben que viajar en tren es siempre una aventura

que es posible llegar a cualquier sitio

entre la noche y el amanecer

o no llegar

porque hay un poeta tendido en la vía

y hay que esperar por el inspector para que determine

si la culpa es del maquinista distraído o de Atila Jozef

Si el tren pasó sobre el poeta

o fue el poeta quien pasó bajo el tren.

Ama al cisne salvaje

ama tus ojos que pueden ver,

tu mente que puede oír

la música, el trueno de las alas,

ama al cisne salvaje– Robinson Jeffers

ama tus ojos que pueden ver,

tu mente que puede oír

la música, el trueno de las alas,

ama al cisne salvaje

No intentes posar tus manos sobre su inocente

cuello (hasta la más suave caricia le parecería el

brutal manejo del verdugo).

No intentes susurrarle tu amor o tus penas

(tu voz lo asustaría como un trueno en mitad de la noche).

No remuevas el agua de la laguna no respires

Para ser tuyo tendría que morir.

Confórmate con su salvaje lejanía

con su ajena belleza

(si vuelve la cabeza escóndete entre la hierba).

No rompas el hechizo de esta tarde de verano.

Trágate tu amor imposible.

Ámalo libre.

Ama el modo en que ignora que tú existes.

Ama al cisne salvaje.

El oficio

Suicidas, limpiabotas, ingenieros

y otros amigos de infancia:

vean que cerca ando yo de las cosas

(tan cerca como ustedes)

que escribo este poema y es como si levantara

un puente, lustrara un par de zapatos

o me diera un tiro en pleno pecho.

Mirando un grabado erótico chino

Mirando un grabado erótico chino

tú me preguntaste

que cómo era posible hacerlo de ese modo

Lo intentamos ¿recuerdas?

Lo intentamos

Pero fue un fracaso

China tiene sus arcanos

China tiene sus secretos

China tiene sus murallas infranqueables

Horario de oficina

Con sólo alzarte la falda

correrte un poco las bragas

separar las piernas

sobre el buró

junto a la máquina de escribir

harías poesía

pero claro que no debes comentarlo

con tus amigas

mucho menos con tu esposo

difícilmente entenderían

que se trata

de un asunto literario.

La suerte está echada

Se acabaron los poemitas lacrimógenos

las noches de insomnio

los dos paquetes de cigarrillos al día

la falta de apetito

el mal humor

las miradas perdidas en el aire

detrás de moscas invisibles o musarañas.

Se acabaron los dibujitos abstractos

en el mantel con la punta del cuchillo

la palidez

los polvorientos sonetos con estrambote al estilo de Navarro

las miradas ansiosas al teléfono

el mudo interrogatorio al cartero

A partir de hoy todo va a cambiar

¿Te fuiste con tus lindos ojos azules?

Mala suerte

Que te vaya bien

(y los hermosos ojos azules

te los puedes meter en tu inolvidable culo)

--

--

Yassel A. Padrón Kunakbaeva
Luz Nocturna

Científico, filósofo marxista, activista revolucionario. Un polovina nacido en la Unión Soviética en medio del derrumbe. Cubano de corazón.