Depredadores emocionales

Soy una mala persona y no haré nada al respecto

Loy Salazar
Maitrenial
2 min readJun 25, 2018

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Dicen que soy egoísta, desconsiderada y desamorada. Aparentemente soy muy «desprendida» de la gente. Tuve que volverme una «mala persona», a ojos de los demás, para convertirme en una persona que me agradara a mí.

En este proceso aprendí a defenderme de los depredadores emocionales. Esos que buscan donde verter sus pensamientos y emociones sin interesarse por la contraparte. Esos que piensan que su vida es más complicada que la de todos los demás, que nadie tiene problemas. Esos que llegan a descargarse y se van. Los que nunca preguntan «cómo estás» y que si acaso preguntan nunca esperan la respuesta antes de proseguir. A estos no hay que contarles nada, porque nunca recuerdan lo que les dices.

Hay otros que sí se interesan por tu vida, pero para tener control sobre ella. Te ponen el hombro para que llorés y te secan las lágrimas. Pero te das cuenta de que su corazón es frío y nunca te mostraron su verdadero yo. Te usan para sentirse bien consigo mismos y con las decisiones que han tomado. Y cuando les das la satisfacción de hacerlos sentir mejor, se van y siguen con su vida.

Empecé a decirles «no». No tengo tiempo. No tengo ganas. No quiero. No me interesa. No, no, no. Y no, es NO. Punto.

Ahora quizá cuento mis amistades con los dedos de una mano, como dicen. Y eso está bien. Además de mi familia, a muy pocas personas les confío una porción de mi corazón. Esto tampoco significa que soy una piedra o que no me interesa relacionarme con las personas. Todo lo contrario. Me encanta conocer, conversar, compartir y, sobre todo, escuchar. Dar consejos quizá no es lo mío, pero por alguna extraña razón muchas personas piensan que sí y de vez en cuando los buscan. Algunas de las experiencias que más atesoro de los últimos años no serían igual de geniales si saco de la foto a las personas que me acompañaron. Esas personas que no necesitan ni esperan mención porque el agradecimiento genuino que surge de la verdadera amistad está siempre presente, no necesita palabras, regalos, dedicaciones. Una mirada, un abrazo, un «estoy aquí aunque esté lejos o aunque no te haya visto en mucho tiempo».

No son muchos, pero «están».

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