El propósito divino

Mal-Tratados
Mal-Tratados
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6 min readNov 30, 2016

Por Gabriel Ilieff

Gustavo Ezequiel Andrada está hace un año y medio en el Hogar Esperanza de Vida de La Plata. Es de la capital de Salta, tiene 28 años y es el mayor de cinco hermanos. Consumía desde los 15 años: un viaje turbulento que empezó con cigarrillos y bebidas alcohólicas, siguió con marihuana, pasta base y poxiran, pasó por pastillas como clorazepam, rivotril, rohypnol, y lo llevó a inhalar nafta. En varias ocasiones, también tomó alcohol puro con agua para mantenerse despierto.

-Me acuerdo que cuando iba a bailar se me despertaba una curiosidad por la gente que se aislaba, que supuestamente eran los populares del baile. Quería estar con ellos y cuando vi que se drogaban, para no ser menos, también probé. No me di cuenta de que caí en un pozo del cual no iba a poder salir. Ellos sí, se drogaban hasta tal punto que decían basta. Pero yo no, yo quería seguir. Llegué a vender mi ropa, la bici, lo poco que tenía, y después, al no tener ninguna posesión de valor, comencé a robar. Me escapaba de mi casa, no llegaba al horario que me decían. En mi familia me pegaban, pero era peor. Porque me desquitaba drogándome.

-No me cabía nada. Para mí era vivir, era la vida. Pero cuando se me acabó la plata empezaron los robos, las apuñaladas. Llegué a robar a los transas, a los que venden. Elegí internarme porque si no terminaba muerto en la vereda, matando a alguien, o preso.

-Cuando era menor entraba y salía de comisarías. Pero después de los dieciocho me mandaban a la alcaidía. Lo máximo que estuve encerrado fue un año y ocho meses, cuando tenía veintidós, veintitrés. No llegué a estar preso en una cárcel porque nunca me hicieron la acumulación de causas.

-Mi testimonio es mucho más profundo. Anduve en cada agujero de Salta, cada aguantadero, cada lugar olvidado. Hice cosas que no me enorgullecen contarlas, y si lo hiciera creo que te estremecerías.

-Cuando le vendieron un pan a mi mamá, allá en Salta, había un folleto que decía ‘hogar gratuito’. Primero ella me quiso internar, la mandé a pasear. Pero después me vi en peligro, porque ya andaba haciendo quilombo en los barrios, los vecinos me querían matar, los transas también porque les había robado. Me vi obligado a internarme, pero no para cambiar de vida, sino con la intención de refugiarme dos o tres meses y después irme.

El proceso de rehabilitación en el Hogar Esperanza de Vida implica mandar a los que se internan a otras provincias, ya que el entorno constituye un riesgo para su recuperación. Misma institución, pero en otro lugar.

-Los deseos de querer ver a mi familia, los deseos de estar con un amigo, o la posibilidad de que cuando salga a trabajar me cruce con un ‘supuesto amigo’… y ya me van a agarrar ganas de ir a drogarme. Como me queda cerca, voy. Nos llevamos la plata del canasto y nos tomamos todo.

-Caí enfermo al hogar. Tiritaba, transpiraba, porque necesitaba droga. Entonces una persona de tiempo, que también tenía el mismo problema, vino y me habló ‘oro’, me dijo que se podía vivir sin la droga, que tenía que luchar. Con el tiempo me fui liberando de eso. Para mí fue un propósito de Dios que yo haya llegado al hogar.

-Con el tema de la abstinencia, por ahí los mismos encargados se ponían en la punta de una cama y leían oraciones. Oraban, aplaudían. ¿A quién le están hablando?, decía yo. Era ateo, no creía en nada. Pero después fui comprendiendo.

-En el hogar me convencieron de que había una mejor calidad de vida para mí, de que yo no iba a morir como pretendía, tirado en la vereda tomando vino y pidiéndole plata a la gente. O robándole. Y bueno, se nos dio la biblia y todas las semanas tenemos reuniones de culto, donde oramos y cantamos coritos. Eso me ayudó. En realidad, me ayudó más el ejemplo de las otras personas que estaban hace años. Como veía que ellos podían salir, yo también quise hacerlo.

-Estoy esperando a que me den el alta, así me voy tranquilo. Esto depende de la disposición de uno. En el hogar nosotros vivimos bajo normas, autoridades. No es que voy y tomo agua cuando quiero, no es que abro la heladera y saco lo que sea. Siempre hay un encargado, un responsable al que se le pide permiso para hacer esto, para lavar la ropa, para dormir la siesta. Sin su consentimiento no podemos hacer nada.

-Los responsables también son como nosotros. Es como ir subiendo peldaños. A mí, por ejemplo, ahora me dejan estar a cargo de dos chicos que ingresaron hace un mes.

-El encargado nos despierta todos los días a la cinco de la mañana. Al chico que no se levanta, se le da una disciplina, una sanción. Por ejemplo, si yo me levanté a las cinco y media, o a las seis, entonces tengo que tender la cama de todos los chicos durante una semana. Después de eso nos lavamos la cara…, la higiene siempre es importante. Tenemos un pizarrón donde nos repartimos las tareas. Hoy tenés desayuno, mañana te toca canasta, mañana tenés baño. Y así los chicos se van turnando en hacer las cosas para todos. A las seis nos dan un estudio o un devocional, siempre por medio de la biblia. Nos comparten un mensaje para que podamos seguir adelante. Decimos una oración, preparamos la canasta, nos dividimos en parejas y después salimos a trabajar.

-Yo pensé que (los del hogar) estaban locos, pero no me daba cuenta de que el loco era yo. Un día lloré y le entregué mi corazón a Dios. No soy un gran fanático pero comparto la idea de demostrarle con hechos, no con palabras. Y así Dios me protege y me respalda donde quiera que vaya. Tengo plata y no me quiero ir a drogar, ni se me despierta el deseo de tomarme una cervecita. Hay veces que la misma gente te quiere invitar faso, pero no. Tampoco fumo cigarrillos, porque una de esas cositas te lleva a la otra. A nosotros se nos enseña que, una vez que recibimos a Cristo en nuestro corazón, nuestro cuerpo pasa a ser templo del Espíritu Santo. Fumar perjudicaría la salud, perjudicaría al templo.

-Tampoco podemos socializar con las chicas. Enseguida nuestro pensamiento varía. Una chica nos sonríe y nosotros flasheamos que nos está tirando onda, somos drogadictos de mente. Por eso no se nos deja tener amigos o amigas. Estamos como aislados de la sociedad hasta que, el día de mañana, nos hagan aptos para la sociedad y podamos salir. No podemos hacer amistad con nadie. Es salir y volver (al hogar). Nuestro mundo es ese.

-Sí, se despiertan deseos de estar con una mujer. Hay muchos chicos que los tienen. Se mojan en la cama… pero a nosotros nos enseñan que cuando sucede eso tenemos que ir a los pies de Dios y pedir fortaleza. Así no pasa nada. Los deseos se van como por arte de magia.

-Me gusta el versículo José 1: 9, que dice ‘mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que tú vayas’. Ese me motiva a no bajar los brazos. Siempre cuando no puedo, me digo que tengo que ser valiente, si fui valiente para robar, para hacer sufrir a gente, tengo que hacerlo con esto.

-Dios mismo me ayudó y me da entendimiento. Ya no digo malas palabras. Mi vocabulario es diferente. Puedo hablar bien, expresarme educadamente con una persona. Es la sabiduría que Dios nos da.

-Un versículo dice que hay camino que al hombre le parece derecho, pero su final es camino de muerte. Por eso no hacemos planes, lo dejamos todo en las manos de Dios. Lo que pase pasará en su momento. Mi meta es llegar y rehabilitarme. Después, que Dios decida.

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