Graduados

Mal-Tratados
Mal-Tratados
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3 min readNov 27, 2016

Por Renzo Virginio

El pasado 19 de noviembre se llevaron a cabo, como todos los años, en el centro terapéutico Darse Cuenta las “graduaciones”. Éstas son consideradas el paso final del tratamiento, cuando los pacientes finalmente se van de la institución para enfrentar el mundo exterior.

Este año se realizó en la sede Hornos II, ubicada en calle 167 y esquina 63, por temas de espacio, los invitados eran demasiados para llevarlos a la antigua sede. Por lo tanto se optó por buscar un lugar más grande.

La nueva ubicación tiene cierto conflicto ya que muchos de los pacientes la asocian con una cárcel; de hecho, así se refieren a esta por su aspecto. Es un predio de dos hectáreas, alambrado, con un techo de chapa con aislante y en el medio hay un salón principal.

Históricamente, se producía en una de las sedes de los Hornos (Hornos I), ubicada en la calle 60 y 167. El día anterior a la ceremonia, se hace una despedida en donde los graduados cuentan sus anécdotas y vivencias al resto del grupo. A esto se lo denomina grupo de reflexión o “ronda”.

Por año se estima que son alrededor de veinte graduados. Desde Los Hornos asisten catorce y en City Bell son alrededor de seis, aunque el número puede variar. Curiosamente, en 2016 fueron veintiuno los que egresaron. Juan Cortez, anterior paciente y actual operador, cuenta que “… a las graduaciones le decimos ´la esencia de darse cuenta´: te remueve a tus orígenes, volvés a contar tu historia desde que llegas hasta que te recibís”.

Las graduaciones son programadas por los operadores, quienes se encargan de organizar todo, desde los asientos hasta la comida. Este año, cuando la comunidad cumplió sus veinte años, el actual intendente de La Plata, Julio Garro, asistió. También se invitaron bandas penitenciarias. Cada graduado tiene un tema de entrada con el que ingresan al escenario.

Luego de dar un discurso, los egresados reciben su diploma. Quienes los entregan son nada más ni nada menos que los fundadores de Darse Cuenta, Horacio Salomón y Hernán Ruiz, también “rehabilitados” del centro.

Finalizada la ceremonia, los egresados recitan un juramento que consiste en decir delante de toda la comunidad “no al alcohol, no a la droga”. Luego, los graduados se comprometen a volver cada quince días al grupo y se disponen a guiar a los nuevos miembros.

Juan cuenta que “antes uno de los ritos era llevar a los chicos al cantero de los chanchos y, literalmente, tirarle su estiércol. Se dejó de hacer en el 2007 porque era muy asqueroso”, concluyó entre risas. Esto último, según él, consistía en una imitación a los verdaderos graduados universitarios donde a estos se les tiran basura, agua podrida, entre otras cosas.

El evento cuenta ahora con otras costumbres, como que cocinen para los invitados, familiares y amigos; la idea es crear un ambiente agradable y familiar. Aunque también está el lado divertido de la celebración, donde se hacen bromas entre ellos: desde hacer una cama turca o poner un adoquín debajo de la almohada.

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