La rutina de los aislados

Mal-Tratados
Mal-Tratados
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7 min readNov 27, 2016

Por Gabriel Ilieff

El cartel está sobre el km 12.500 del camino General Belgrano de City Bell, en las afueras de La Plata. Sobresale de un alto cerco de plantas. DARSE CUENTA, el nombre de la comunidad terapéutica, está en mayúsculas rojas, descoloridas por el sol.Si se lo mirara sin prestar atención, al pasar rápidamente, tranquilamente podría confundírselo con un cartel de ‘prohibido pasar’ o de ‘terreno privado’.

Darse Cuenta se describe como una organización social que se ocupa de la readaptación y la resocialización de personas adictas. Fue fundada el 17 de octubre de 1996 por Horacio Salomón y Hernán Ruiz que, desde su propia rehabilitación, comenzaron a proyectar un espacio donde pudieran transmitir que la recuperación es posible. Al día de hoy, cuenta con tres sedes: dos en Los Hornos y una en City Bell.

El trabajo de la comunidad se basa en un sistema progresivo de permisos y con períodos donde se sigue un tratamiento ambulatorio. Al tratarse de una institución privada, el costo mensual del tratamiento es de $13.500. Esta organización trabajacon obras sociales y también tiene un convenio con SEDRONAR y con la Secretaría de Adicciones de la Provincia, que becan a los pacientes que necesitan internación. Una de las sedes de Los Hornos, que cuenta con 48 camas, está habilitada especialmente para los chicos becados. La otra tiene una capacidad de 72 camas. El tratamiento suele durar entre uno y dos años.

A medida que se avanza por el sendero de entrada de la quinta, los ruidos de la calle van quedando atrás. Lo único que se oye son las frenadas estrepitosas de los colectivos. El resto es absorbido poco a poco por el espacio verde y amplio, una entrada silenciosa que pareciera no terminar nunca.

Germán, de 42, trabaja hace nueve años en la comunidad como operador socioterapéutico. Antes estuvo internado en Los Hornos. La sala de juegos es también su oficina. Está en la primera de las cuatro casas distribuidas en el lugar. Entre otras cosas, Germán se encarga de la parte administrativa de las admisiones. Su horario es de lunes a viernes, desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde.A un lado de su escritorio hay un enorme archivero. En el otro extremo hay un piano antiguo y desafinado que nadie usa.

El tratamiento tiene un programa estricto de cuatro fases. El paciente que llega a la tercera fase, que es de pre-reinserción social, tiene como premio salir los domingos sin acompañamiento terapéutico. Algunos de los criterios de alta que pueden leerse en su página oficial son la abstinencia mínima de diez meses, estabilidad emocional y la coherencia entre pensamiento y acción.

-No tomamos el tratamiento como una carrera para llegar al final, de que la finalidad sea recuperarse o que le digamos ‘sí, estás de alta’. Obviamente en algún momento querés salir recuperado, con el aval del equipo terapéutico. Y sí, te retrasa tener una recaída. Esto significa que muchas de las cosas que tendrías que haber hecho no las hiciste. El tratamiento funciona como cualquier otro.

Recaída, para la comunidad terapéutica de Darse Cuenta, es querer irse, querer escapar. Es querer volver a consumir.

-Eso lo tomamos como un pedido de ayuda. Si se quieren ir, se pueden ir. La puerta está abierta, se pueden ir caminando. Hacemos un trabajo muy intenso en lo que es la admisión, justamente para prevenir casos así. Esto no es un spa ni un club deportivo. Requerir el tratamiento es necesidad de los pacientes. Van a tener momentos buenos y malos. No porque en los primeros quince días no la estén pasando bien pueden irse. Detrás de las excusas como ‘esto no es para mí’, ‘estoy cansado’, ‘extraño a mi perro’, lo que hay, en realidad, son ganas de drogarse.

Esta sede es la más pequeña. De las 36 camas que tiene, 25 están ocupadas. De esos 25 chicos internados, 10 reciben medicación. Una vez por semana una psiquiatra supervisa a esos pacientes. Generalmente, a los demás, solo los ve una vez, para la evaluación psiquiátrica y abrir la historia clínica. Después solamente si es necesario. La medicación es administrada por el personal del lugar.

-Nosotros no estamos a favor de medicar por la adicción, salvo que haya una patología psiquiátrica producto del consumo o que ya venía de antes. Hay chicos que vienen derivados de neuropsiquiátricos. Que han caído con cuadros de psicosis o alucinaciones, producido por el consumo, y ya vienen medicados porque así trabajan en los psiquiátricos. Los medican para pasar un tiempo de abstinencia de drogas. Cuando vienen acá nosotros respetamos el plan de medicación que tienen. La psiquiatra los va evaluando y, en la medida que se vaya disipando lo que es la abstinencia, se puede ver si hay un cuadro psiquiátrico o no.

El promedio de edad de los pacientes es de 18 a 30 años. En esta sede hay dos chicos de 14. La mayoría es de La Plata y alrededores. Pero hay mucha gente de Chaco. Entre las tres comunidades, la mitad es chaqueña.

-Hace algunos años llegó un chaqueño a pedir tratamiento. Se recuperó, le fue bien, y cuando volvió a su provincia comenzó a comentar y bueno, todos los familiares con chicos que tenían problemas de las mismas características empezaron a recurrir.

Parte del tratamiento implica la participación de la familia, o sea, asistir semanalmente a la comunidad. “La familia los ayuda a transitar el proceso, cumple esa función terapéutica. Hay un grupo coordinado por una psicóloga que es para padres y hermanos, en el que se los capacita.”

En el caso de los chaqueños, las visitas son cada quince días. “Es todo un esfuerzo, no solo económicamente. Están 12 horas arriba del micro. Y lo hacen”.

De lunes a sábado, los pacientes –todos hombres- se levantan a las siete de la mañana. Están repartidos en dos casas. La más grande es decuatro piezas. Cada una tiene tres cuchetas, o sea, seis camas. En otra casa más pequeña, de dos cuartos, duermen ocho chicos.

A las siete y veinte se reúnen en el quincho del lugar. Desayunan sentados enuna ronda.

-La primera etapa del tratamiento consiste en la adaptación. Ese es el objetivo esencial de los que ingresan. Darse a conocer y conocer al resto. Esas metas se cumplen en ese espacio, tomando mate, charlando con sus compañeros.

A las ocho y media se forman grupos de trabajo.

-Los grupos que se forman dependen de lo que ellos se proponen en el día y con la fase en la que cada uno está del tratamiento. Hay objetivos en el día, a corto y a largo plazo. Los que llevan más tiempo en el tratamiento tienen el objetivo de transmitir y reforzar lo que fueron aprendiendo acá, los ayudan así.

A las nueve empieza la labor-terapia, que consiste en el mantenimiento del sitio. La quinta está sectorizada. En la parte delantera se encuentra el parque, un ambiente tranquilo y arbolado, con algunas sillas y mesas hechas por los mismos pacientes. Al fondo están los corrales, en los que hay patos, gallinas, gansos y conejos. Entre estos puntos se concentran las demás secciones: la huerta, la panadería, un taller de mantenimiento y limpieza, la cocina y el quincho. Cerca de los dormitorios hay una piscina, construida sobre el nivel del suelo, no muy honda pero refrescante en un mediodía caluroso como ese. Todo se ve excesivamente limpio y ordenado.Entre sector y sector hay carteles de madera clavados en el suelo donde se pueden leer mantrasindicativos como “el futuro te pertenece” y “la clave del éxito es superar los fracasos”.

-Se les designa distintas zonas y se arma un grupo de trabajo. Cortan el pasto. Podan. Si es otoño juntan las hojas. En la panadería hacen el pan de todos los días. Se preocupan por cuidar los animales, alimentarlos y limpiar el lugar donde están. Arreglan lo que haga falta en las casas. Y así van rotando.

La quinta es un ambiente muy silencioso y tranquilo. Los pacientes apenas hablan cuando están trabajando. Sólo la llegada de alguien que no conocen los saca de su ensimismamiento laboral, que se re direcciona al visitante en una mirada fija y prolongada.

Una campana suena a las doce y media. Es el llamado para el almuerzo. Los chicos van al quincho a comer y descansarhasta las tres de la tarde, momento en el que vuelven a agruparse para seguir trabajando. Terminan a la cinco y media. Después de merendar, agarran sus toallas del tendal y se duchan. Como hay una sola, cada uno tiene tres minutos para bañarse. Sisos nuevo, tenés cinco.

Tanto en el almuerzo como en el momento de la ducha, varios chicos avanzados en el tratamiento hacen “cordón”. Se ubican en lugares estratégicos para observar y evitar que, durante el desplazamiento del grupo al quincho o al baño, algún paciente que no se sienta bien se escape.

El día acaba alrededor de las once y media.

Los fines de semana el cronograma es más holgado, más enfocado en actividades recreativas. Hay juegos de mesa, ping-pong y mete gol. En el cuarto de mantenimiento hay una máquina para hacer pesas. Los domingos, a veces, se meten a la pileta, escuchan música o juegan al fútbol en el parque delantero. Ese día los dejan dormir siesta, de una a cinco de la tarde. Sólo los fines de semana pueden mirar televisión. Pero canales que no reflejen lo que pasa afuera. “Tratamos de preservar que no haya nada que los pueda distraer de lo que tienen que hacer acá”, dice Germán.Por esa misma razón tampoco pueden usar celulares.

El 20% de los pacientes tiene novia. Hay visita de pareja dos días a la semana. Los miércoles se trabaja en un grupo coordinado por una psicóloga y los sábados se produce el único momento que más se parece a la libertad, que es cuando a las parejas se les permite tener intimidad.

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