La traición de The Bear -y por qué la gastronomía puede ser mejor

Laura Marajofsky
Mapa de Barmaids & Afines
11 min read3 days ago

Sobre la tercera temporada de The Bear: repensamos el derrotero ideológico y narrativo de la serie.

Todos nos golpeamos la cabeza como Carmy con esta temporada.

Para este momento la tercera temporada de The Bear ya se habrá estrenado en varios países de LATAM, y por tanto, podemos ampliar nuestro primer análisis crítico de la temporada sin temor a spoilear a nadie. ¿Nos pusimos un poquito dramáticas con el título? Tal vez, pero ahora que tenemos tu atención, vamos a aprovechar para comentar algunas cosas.

Si bien en este espacio hemos analizado las primeras dos temporadas de The Bear con optimismo, ya que para nosotras -y mucha gente de la industria- significó poder abrir un debate en torno a problemáticas conocidas dentro de la hospitalidad (las pésimas condiciones laborales, la excesiva demanda física y el abuso psicológico, su impacto en la salud mental y el estigma, las adicciones, el sexismo, etc), al tiempo que también mostraba en la TV mainstream una imagen menos “glamorosa” de la gastronomía toda, tenemos que decir que el derrotero de la tercera temporada nos deja bastante decepcionadxs.

Si el gran interrogante esgrimido durante dos temporadas era si la gastronomía profesional podría cambiar, si sería posible pensarla y vivirla de otra manera, contrastando viejos esquemas heredados e implantado formas más humanas y sostenibles, esta temporada Christopher Storer (guionista de la serie) y cía. nos responden con una serie de clichés que atrasan, cameos realmente preocupantes e ideas conservadoras.

¿Se puede redimir nuestra historia de amor con la cultura de los restaurantes?, ¿son el conflicto y el sufrimiento endémicos a la invención gastronómica?, ¿hay forma de romper el ciclo de toxicidad o estamos obligados a repetirlo para “aprender”? ¿Qué lugar queda finalmente para las mujeres y disidencias en estos ambientes -casi siempre- liderados por hombres? Algunas preguntas que surgen en torno al contenido de The Bear, aunque también podemos pensar otras en relación a la forma, es decir, la realización de la serie, por ejemplo, ¿cómo aborda el programa situaciones traumáticas y de toxicidad laboral, convirtiendo el abuso a los trabajadores de la gastronomía en un entretenimiento para las masas?

¿Entretenimiento o entrenamiento para una desensibilización?

La delgada línea que la serie ya recorría entre retratar de manera realista y romantizar el trauma y la violencia para el entretenimiento de los espectadores, esta tercera temporada se desdibuja aún más. ¿A qué nos referimos con esto? A que no es necesario trabajar en la industria para sentirse tocadx o afectadx por una temporada que parece regodearse un poco en el misery porn (término que refiere a los productos culturales que apuestan al malestar como estrategia de enganche), ya sea a raíz del conflicto familiar o los ambientes laborales tóxicos.

Ya son varias las voces que advierten sobre este tema dentro del sector, teniendo en cuenta que hay numerosas personas que sí han vivido o viven estos abusos (físicos, psicológicos, económicos, etc) diariamente en sus empleos. No sabemos cuán conscientes son los creadores, pero no se ofrecen advertencias para los espectadores, tampoco líneas de ayuda o recursos al final de los episodios de esta temporada (cómo sí se hizo en torno a otros temas como el suicidio), pero sinceramente no parece haber mucha sensibilidad detrás en la elaboración de algunas escenas. Ejemplo, darle tiempo de pantalla a restaurantes y figuras como NOMA y Rene Redzepi, sabiendo los abusos cometidos en esos espacios y toda la discusión en torno al impacto que tienen este tipo de restaurantes en la gastronomía. Para los que no saben de qué hablamos pueden consultar sobre las prácticas sexistas y precarizantes googleando un poco o chequeando el link de más arriba.

The Chaad Project

La cuestión es que The Bear no evoca un mundo ficticio, sino algo que es una vivencia tangible para muchos trabajadores, por eso cuando estos puntos de la trama no son sólo parte de la narrativa de la serie sino la realidad de cotidiana de más de 12 millones de empleados de la hospitalidad”, como advertían desde The Chaad Project, esta línea de la hablábamos antes se difumina y por eso es más que importante ser coherente, estar informado y tener responsabilidad sobre tu producción creativa. Sí, ok, estás produciendo entretenimiento, pero también estás reflejando la vida de personas de carne y hueso, transmitiendo al público lo que se vive del otro lado -dos aspectos que eran un fuerte de la serie-, y eventualmente, también haciéndole revivir situaciones traumáticas a personas que pasaron por este tipo de abusos.

En este contexto vale la pena analizar cuál es el tratamiento más indicado para estos tópicos, qué impacto tienen sobre el consumidor de a pie (¿genera empatía en el espectador o más acostumbramiento y naturalización de las problemáticas?), e incluso, preguntarte como creador qué podrías estar haciendo para impactar de forma positiva en la realidad de la industria que estás retratando, más allá de una serie que gane Emmys y genere “empatía con el trauma de la clase trabajadora”. Ojo, para algunos esto quizás sea suficiente, y hay que decirlo, en momentos tan deshumanizados como el que nos toca vivir en algunos lugares de Latinoamérica, tal vez tengan razón.

También es cierto que revertir los esquemas tóxicos dentro de la hospitalidad, hacerla un lugar más igualitario o inclusive más saludable, puede que no sea el propósito de los guionistas y productores de la serie, pero nos parecen relevantes estos planteos que estamos viendo por parte de la industria gastro y por eso los dejamos por acá. Es relevante poder hablar en términos del impacto que este tipo de productos puede tener, para bien y para mal, en los espectadores (que también son consumidores), en los trabajadores gastro (que son revictimizados) y todos los demás en el medio.

Mencionan una vez más la palabra Michelín y…

Cambiar algo, para que nada cambie

Si como dice el crítico cultural Aaron Timms, “The Bear” es la culminación de dos décadas de veneración del chef rock-star y a la vez un argumento a favor de una versión mejorada del mismo,“un llamado a no romper por completo con la religión de la comida, sino a reformarla y, al hacerlo, crear una cultura diferente que sea verdaderamente digna”, nos preguntamos, ¿por qué la tercera temporada se empeña en mostrar acríticamente la peor tríada?: masculinidad tóxica, el gastado cliché de la “locura necesaria” detrás de la creación y una importancia excesiva a los galardones como la problemática Guía Michelin.

No vale lanzar la piedra y esconder la mano. O peor aún, mostrarnos que podemos cambiar alguna cosita por aquí y por allá (un chef violento pero sensible, una mirada aggiornada pero no del todo crítica, etc), pero que finalmente todo permanece más o menos igual. No solo vemos cameos de figuras y espacios de la alta cocina que sabemos sostienen prácticas denigrantes y abusivas, en una postura dogmática y ridículamente poco informada, sino que también asistimos, una vez más, a observar cómo el arquetipo del chef-genio torturado destruye toda posibilidad de construir mejores ambientes laborales y creativos.

¿Realmente seguimos pensando que para crear hay que ser un alma torturada? ¿Que para “aprender” hay que “sufrir”? ¿Que para ser un buen jefe primero tenés que hacerle pagar el derecho de piso a tus empleados? ¿No tuvimos suficiente con décadas de entronización de figuras abusivas y misóginas como David Chang, Mario Batali o Anthony Bourdain, “avatares del mundo obsceno y abusivo de la cocina dominada por los hombres”, Timms dixit?

Sydney totalmente desdibujada esta temporada.

Y hablando de hombres, durante dos temporadas The Bear sostuvo la tesis de que una gastronomía distinta (más horizontal y equitativa) era posible, y se esforzó en desarrollar arcos narrativos de personajes femeninos con complejidad y dándoles protagonismo, para ahora verlos casi completamente desdibujados salvo episodios individuales como el de Tina -ya lo veremos más adelante- o el de Sugar, que no es 100% gastronómico tampoco. ¿Y Sidney?, bien gracias.

El abordaje del trauma

Otra nota de The Atlantic decía sobre la forma de abordar el trauma del show: “el compromiso del programa con su trama traumática nunca nos ha puesto más a prueba”. Pero si como sugiere la periodista Sophie Gilbert la serie se siente cada vez menos como un estudio de personajes (y sus personalidades) y más como una serie de diagnósticos psicológicos, un retrato del dolor más que de una persona, veamos de qué manera, con qué lenguaje, recursos e imágenes The Bear aborda el trauma.

Están los que plantean con criterio que el show es también sobre otros tantos traumas de la vida moderna, y los que hablan sobre cómo la serie refleja lo que es crecer con padres alcohólicos y relaciones familiares rotas. Perfecto, pero aquí también aplican las advertencias y preguntas de más arriba.

Como reflejo de una persona con baja disponibilidad emocional e incapacidad en la comunicación quizás Carmy esté bien retratado, pero eso no quita que nos vayamos a bancar una temporada más viendo cómo maltrata a todos a su alrededor, es incapaz de pedir perdón y se mantiene en negación total. A los hechos nos remitimos con este tweetazo (y lo que comenta la gente en el mismo). Qué embole chiques.

Carmy, rescatate.

“Carmy permanece emocionalmente atrapado en el congelador, catalogando sus fallos, haciendo listas y escuchando la voz más salvaje en su cabeza, la del peor jefe que jamás haya tenido. ¿Se pregunta Carmy por qué le daría a este tipo tóxico predominio sobre los otros chefs más amables pero aún rigurosos con los que ha trabajado? Por supuesto que no”. ¿Se imaginan una cuarta temporada en esta tónica? ¿Uds la verían?

La verdad que en términos puramente formales (dirección, guión), tampoco parece que The Bear se haya esforzado mucho, al margen de esta nota, quizás la más dura -y graciosa- vista sobre la serie como producto, ni el público ni la crítica han sido especialmente benevolentes con esta temporada; como si esto de mostrar diagnósticos más que personajes, estereotipos del trauma para puro entretenimiento masoquista y un guión que no avanza y que se regodea en su supuesta superioridad estética, un poco se notara en la bajada general de calidad de la serie.

Para un programa que se hizo famoso gracias al estrés y el impulso, la tercera temporada de The Bear está alarmantemente desenfocada. Tiene 10 episodios de televisión en gran parte sin dirección que parecen existir simplemente por el propósito de existir. Peor aún, no parece tratarse de nada.”, se excusa un crítico de The Guardian al que, pese a ser fan, no le queda otra que admitir que la cosa anduvo bastante floja esta tercera vuelta.

Las explicaciones -¿excusas?- van por el lado de que que la temporada 3 y 4 se escribieron juntas y en tiempo récord y que tuvieron que apurarse porque muchos de los actores de la serie que ahora son archiconocidos tenían otros compromisos. O como dice nuestro amigo Agus, “fue una temporada sin mucho avance narrativo, pero con la belleza visual de siempre y grandes episodios individuales”. Es que debe ser difícil soltar la gallina de los huevos de oro.

Algo rescatamos de estos 10 episodios, pero es poco. El mejor episodio es el dirigido por una mujer, nada menos que la actriz co-protagonista. ¿Casualidad? No lo creo Johnny. ¿Quién iba elegir contar la historia de Tina, una mujer de mediana edad, latina y llegada a la gastronomía por necesidad más que por vocación que se construye su propio futuro, si no era Ayo?

El aguante de tina es el aguante de Liza Colón-Zayas.

El trabajo o la vida

Llama la atención que un contexto cultural en el que las nuevas generaciones están redefiniendo lo que el trabajo significa, exigiendo un mayor equilibrio vida-empleo y cuestionando el priorizar el éxito profesional como indicador de realización personal y demarcador identitario, The Bear profundice aún más en esta temporada la noción de que sostener estándares altos en lo creativo y artístico (dentro la cocina), requiere una renuncia a todo lo demás (ocio, vínculos, salud, etc).

Mientras que Carmy se esfuerza por conseguir una estrella Michelin -¡hartas de la fijación con esta guía!-, también empieza a ver cómo su vida se desintegra en el camino para lograrlo. Por otro lado una de sus mentoras más queridas (interpretada por la gran Olivia Colman) cierra su local “para vivir más”, para poder viajar, para poder hacer las cosas que nunca pudo por sostener un restaurante creativamente ambicioso y económicamente rentable. Como si el show no pudiera sacudirse del todo esta idea de que, si entrás a la gastronomía vas a vivir muy mal. Casi como una carrera por ver quién contiene más la respiración. Y mientras, la vida te pasa de largo.

“La última escena de la reciente temporada de The Bear describe de una forma muy meta la sensación que me dejan estos 10 nuevos episodios. Me deja con una sensación de sentimientos encontrados al ver figuras de la industria reconocidas, pero explotadoras contrastando con escenas que visibilizan a la clase trabajadora qué sostiene el sistema capitalista. También encuentro contraste cuando se cuestiona la sustentabilidad y existencia del fine dining: desde la escasez y encarecimiento de la materia prima hasta los altísimos costos qué implican sostener un modelo de negocio del tipo. La historia del cocinero blanco privilegiado sin responsabilidad afectiva me resulta cansador y me provoca pérdida de interés, más cuando conocemos otras realidades como la de Tina (por mucho uno de los mejores capítulos de la serie) Marcus, Sidney y Natalie. Temporada agridulce en tiempos de empoderamiento obrero y laboral”, nos comentaba Rodrigo, fundador de Terror Restaurante MX, una plataforma de denuncia y visibiliza las problemáticas de precarización y abusos laborales de la industria.

Sin dudas una sensación agridulce la que queda y que veremos, no sin algo de esperanza, si la cuarta logra revertir.

*Nota al pie: un material que recomendamos si te interesa seguir leyendo sobre cómo se puede acción y que también sirve para seguir pensando, es esta nota de The Eater escrita por el Chicago Hospitality Accountable Advocacy Database (CHAAD), una red de ayuda mutua y organización laboral para trabajadores de bares y restaurantes de Chicago (donde transcurre The Bear).

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Laura Marajofsky
Mapa de Barmaids & Afines

Observadora y crítica vocacional. Redacción en La Nación y cía. Founder en Mapa de Barmaids & Afines. Consultora creativa. Inquieta profesional.