La sonrisa que ilumina
Confieso que me he tomado unos cuantos días para volver a escribir. Mi deseo de lograr un contenido impactante, encendió las alarmas del perfeccionismo. Y éste no es un buen amigo.
En mi cabeza estaba este hilo conductor del pensamiento: recuerda buscar las palabras claves para cuidar el Seo, optimizar las imágenes, no seas repetitiva, ¿Qué puedo escribir que otros no hayan escrito antes?…¿Cómo puedo ser original si no hay nada nuevo bajo el sol? ó¿Si?
En fin, puedo hacer un listado de las actividades diarias que han hecho difícil seguir con regularidad este proceso de aprendizaje sobre blogging.
Hasta que me di cuenta que lo más importante es dejarse fluir. Existen muchísimos contenidos interesantes sobre mercadeo digital, redes sociales, marca personal, personal branding, gerencia, liderazgo, educación, por citar algunos de los muchos temas que me apasionan.
Y si, el desarrollo personal es uno de los aspectos que me impulsan a seguir este tránsito…
Por ejemplo, te contaré que aprendo cada día con los obstáculos y visicitudes a los que nos sometemos quienes vivimos al norte del sur de América Latina. Muchos de ustedes sabrán a que me refiero.
Y de los encuentros en el espejo con los sueños por cumplirse y de los que ya no pueden revivirse…
Aceptar el paso fugaz por este plano de mis seres amados y que han dejado una huella imborrable…revivir episodios difíciles donde resaltan el cariño y apoyo de manos desconocidas, y también las puertas que se han cerrado tras el egoísmo y ensimismamiento de personas cercanas.
Vuelvo a transitar ésos trayectos llenos de desasosiego y momentos de llanto. Y veo caminos que se abren y luces que no se apagan.
Como hoy, cuando en una visita a una clínica, el calor y solidaridad de Felipe Quero, suavizó mi cansado y adolorido cuerpo, al recibirme en la portería y ayudar a mi madre a sentarse en la silla que permite movilizarla. Ése gesto amoroso, me recordó cuán bondadosos, alegres y cariñosos somos los venezolanos.
¡Gracias Felipe por tu sonrisa! Por enseñarme el rostro afable de quien no se deja vencer. Por tus 82 años sabiendo hacer sentir bien a quienes te rodean. Por ser feliz en tu trabajo. Por disfrutar y aconsejarme cómo sobrellevar estos tiempos.
