“La conectividad es nuestro destino”

Parag Khanna, autor del best seller “Connectography” que mapea el futuro de la civilización global.

Mauricio Macri
Mauricio Macri

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· entrevistó Redes MM

Parag Khanna desafía nuestra visión del mundo actual y propone un nuevo orden para el mundo que viene. Según dice, vivimos en una civilización urbana interconectada cuya organización transciende la política tradicional para insertarnos en la “conectografía”. En este nuevo orden la geografía funcional triunfaría sobre la geografía política y las redes serían más importantes que las fronteras. Y el lugar que cada país tiene en el mundo ya no está definido por la distancia que lo separa de los grandes centros sino por las redes que tiende hacia ellos.

Claramente optimista, Khanna –que nació en la India, creció entre los Emiratos Árabes y Nueva York, y obtuvo un doctorado en Relaciones Internacionales en London School of Economics– sostiene que hoy en vez de hablar de cooperación y conflicto en la relación entre los países, debemos hablar de flujo y fricción.

“Cables de Internet, oleoductos, autopistas, túneles submarinos, sistemas de distribución de energía, satélites… En esta conectografía, el mundo se transforma en una cadena de suministros con corrientes cada vez más complejas, de la que nadie debería quedarse afuera”, explica en esta entrevista con el Equipo Redes MM, donde desarrolla su teoría y habla del lugar que tendrá América Latina y nuestro país en este nuevo contexto.

— A pesar de los problemas que hoy ocupan al mundo, sos optimista sobre nuestro futuro común. ¿Cómo explicás el crecimiento de la violencia, los nacionalismos y la xenofobia en tiempos de esta “conectografía”?

— De hecho lo que describo no es una visión, es la realidad. El populismo, y la violencia, son respuestas a las consecuencias de la apertura pero son sobre todo reacciones contra el mal manejo de esa apertura por parte de algunos gobiernos. Tenemos 75 veces más kilómetros construidos en infraestructura de conectividad –autopistas, vías férreas, oleoductos, cables de Internet, redes de electricidad, etc.– que en fronteras, de modo que la geografía funcional ya ha triunfado sobre la geografía política. La gente no suele oponerse a la globalización o la conexión en sí misma, lo que critican es su mal manejo.

— ¿Qué tipo de gobierno y de líderes necesita este nuevo mundo hiperconectado que describís?

— Las ciudades son las bases de ésta nueva civilización global interconectada, de modo que los líderes nacionales deben apoyar a los alcaldes y a las ciudades para hacer que estén más conectadas con el resto del mundo como centros de educación, comercio e inversiones. Un Estado fuerte es uno conformado por ciudades fuertes. Los mejores líderes encontrarán esta sinergia entre el nivel nacional y el municipal. La conectividad es nuestro destino.

— En ese contexto, ¿que pasará con los menos vinculados de este modelo? ¿Crecerá la inequidad entre regiones y países?

— Los poderes más conectados serán los que tengan más apalancamiento en el sistema global porque serán líderes en el comercio, las finanzas, las tecnologías y otras áreas de la globalización. Los “perdedores” serán las sociedades que no se conecten bien. Esto significa que no tendrán acceso al capital, las tecnologías de última generación, el conocimiento, etcétera. De hecho, seguirán siendo pobres o se empobrecerán, serán desiguales y quedarán rezagadas. Pero la buena noticia es que la desigualdad está bajando en las distintas regiones del mundo, justamente por las posibilidades que da la conectividad. África y América Latina están hoy mejor que hace 10 ó 15 años. Sus líderes están reconociendo el valor de la conectividad y se han vuelto más pragmáticos.

— ¿A nivel regional, creés que la infraestructura nos va a unir más de lo que nos divide el concepto de país?

— El regionalismo es la piedra angular del nuevo orden global. Nuestra civilización global es una colección de regiones y continentes que están cada vez más integrados: Norteamérica, Sudamérica, el Este de Asia, el Este de África y Europa, entre otras. A medida que caen las fronteras dentro de las regiones, caen también para el comercio, la energía, las finanzas, la migración, los viajes aéreos, el turismo, etc. El regionalismo debe continuar, es el medio más importante que tienen los países para optimizar su geografía aumentando la escala y aliándose con sus vecinos.

— ¿Como imaginás que llegaremos a lo que llamás la Pax Latina, la unión regional en América Latina? ¿Cuál será la ciudad eje?

— Latinoamérica tiene muy pocos países en relación con otras regiones y continentes. Ustedes tiene además una historia y cultura en común, y están en paz. La región está además muy urbanizada. Existe un gran potencial para la Pax Latina, especialmente si siguen creciendo los acuerdos comerciales. Creo que en la región podrían haber múltiples capitales: Sao Paulo, Buenos Aires, Bogotá, Ciudad de México, entre otros, son centros clave para la región. Falta que estén más conectados para que se pueda fortalecer a la región como un todo.

— La conectividad también nos da la posibilidad de sentir pertenencia por lugares donde no nacimos o no fuimos criados. ¿Imaginás un mundo donde las nacionalidades sean menos importantes?

— La migración hace que hoy muchas personas sientan que pertenecen a múltiples lugares al mismo tiempo. Más de 300 millones de personas viven fuera de su país de nacimiento, en muchos casos de manera permanente en busca de empleo y una vida mejor. La tecnología es también uno de los principales motores de este fenómeno. Podemos identificarnos con otras personas a través de “comunidades en la nube” mediadas por Facebook u otras plataformas de Internet. Las personas se identifican cada vez más por su generación, su religión, el medio ambiente y otras causas, y menos por su lugar de nacimiento. Además, está el fenómeno de la urbanización: la gente siente una creciente lealtad hacia las ciudades. Es lo que Daniel Bell llama “civismo”. Las ciudades son lugares de diversidad e inclusión, que construyen identidades menos excluyentes que las nacionalidades. Las ciudades son centros de tolerancia y paz.

— ¿Qué papel jugarán las fronteras en esta nueva civilización global?

— Serán absolutamente necesarias. Las fronteras son filtros: ayudarán a las sociedades a mantener afuera las cosas malas y dejar entrar lo bueno. Los gobiernos tienen la responsabilidad de manejar esos límites de un modo que maximice los beneficios para los ciudadanos. Tenemos en el mundo más Estados que nunca, más de 200, lo que significa que también hay más fronteras que nunca. Pero los países inteligentes no ven sus fronteras como algo cerrado sino como algo a manejar para incrementar los flujos positivos de entrada y salida.

— Acostumbrás decir que somos una civilización urbana y costera, ¿cómo creés que será el futuro de las áreas y las poblaciones rurales?

— Las zonas rurales son extremadamente importantes ya que aún tienen grandes cantidades de población (especialmente en África e India) y son el reservorio de nuestros recursos naturales. Debemos ser muy cuidadosos de no sobreexplotar nuestras zonas rurales y en cambio invertir en mejorar su capacidad de producir de manera sostenible y brindar alimentos, agua además de cubrir otras necesidades esenciales para una sociedad urbana costera.

— ¿Ultraconectividad también significa más transparencia?

— Hoy existe más transparencia que nunca. En el corto plazo, esto puede llevar a la desconfianza ya que podemos espiar y ver mejor las intenciones de los otros. Pero, en el largo plazo, creceremos con más comodidad conociendo nuestras diferencias y podremos negociar con mayor honestidad.

— ¿Nos encaminamos hacia un mundo tolerante?

— Sí. Especialmente por la combinación de urbanización y cambio generacional. Las grandes ciudades del mundo son abiertas, tolerantes, inclusivas y diversas. Y la gente joven valora la movilidad y la conectividad. Cuando estas fuerzas se unan, el mundo pasa a tener una forma muy distinta de la que tenía en el siglo XX.

— ¿Cómo va a influir la conectografía en la organización del trabajo?

— Las compañías exitosas son globales y no dependen mucho de la geografía ni de su mercado interno. Cada vez son más las compañías que expanden sus operaciones. Los gobiernos también están aprendiendo a ser más atractivos para los inversores, a hacer crecer la cadena de valor y a tener un rol más importante en los mercados globales.

— En la cadena global de abastecimiento históricamente ha habido desigualdades, regiones que aportan materias primas y otras participan con productos y servicios de alto valor agregado. ¿La conectividad abre una posibilidad para cambiar estas asimetrías?

— Existe una división global del trabajo en el mundo en torno a las materias primas, la manufactura y los servicios, pero la realidad es que hoy estos sectores conviven en muchos países que ocupan posiciones múltiples en la cadena de valor o que están cambiando su lugar. China, por ejemplo, está pasando de ser un proveedor de manufacturas a uno de tecnología. Los acuerdos comerciales son hechos por los gobiernos, pero quienes verdaderamente le sacan el jugo son las ciudades y las empresas de esas ciudades. Lo podemos ver en Norteamerica, por ejemplo, donde ciudades como Ciudad de México, Los Angeles y Toronto tienen fuertes relaciones comerciales y de inversión a partir del NAFTA.

— ¿Que pensás que pasará con el desempleo?

— Crecerá el desempleo en aquellos lugares donde se esté tercerizando el trabajo y haya automatización tecnológica (como en EE.UU). Pero también se crearán muchos trabajos nuevos en todo el mundo en el rubro de la construcción, la educación y la salud –estas dos últimas industrias son las que más necesitamos y donde menos estamos invirtiendo. Debemos concentrarnos más en hacer inversiones inteligentes para crear empleo y mejorar la sociedad, y preocuparnos menos por el desempleo masivo. Habrá en algunos casos soluciones a través de una asignación universal, pero cada país deberá decidir qué puede afrontar o de qué hacerse cargo.

— Esta lógica de la conectividad, ¿es aplicable a las organizaciones y a la vida de las personas?

— Todos estos conceptos –soberanía, tecnología, capitalismo y conectividad– gobiernan el mundo en muchas capas complejas. Tenemos que acostumbrarnos a ellos. Todos funcionamos dentro de la conectividad: los gobiernos, las compañías, los individuos. Las redes también están cambiando la forma en que trabajamos y desde dónde lo hacemos. Es la nueva realidad de un mundo conectado.

Charla TED de Khanna sobre cómo las megaciudades están cambiando el mapa mundial.

Acerca de “Connectography”

El cierre de la trilogía de libros de Khanna sobre el orden mundial, con el subtítulo “Mapeando el futuro de la civilización global”, fue publicado este año. Allí argumenta que las redes de energía, transporte y comunicaciones están forjando una civilización global interconectada con complejas y nuevas dinámicas de poder.

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