Las Madrugadas

La Anarquía del Sueño

Nos dan una tranquilidad que cuesta describir. Nos anticipan reacciones, nos definen con amigos y los desconocidos nos ubican ahí, en un espacio temporal que les cuesta entender.

Nos aconsejan sin querer. Nos obligan y arrastran con dolo.

Confiamos en ellas, en esas pocas horas que por alguna razón no tienen noción sobre su propia naturaleza. Nos hipnotizan y sin darnos cuenta nos guían por su camino. ¡Vamos! Nos dominan sin que tengamos autoridad o decisión.

Nos buscan cuando saben que somos dueños del silencio, del frío, de lo raro. Imaginamos y creamos de más.

Sobrios por su tranquilidad y ebrios por las circunstancias, caemos siempre en su trampa y nos conduce hacia la genialidad. Pero si no las entendemos, nos revuelcan en un trampolín de estupidez y de arrepentimiento con olor a ron.

Ellas son las protagonistas de nuestras peores resacas. Tomamos decisiones atrevidas y únicas, que cuando son alumbradas por el amanecer, se convierten en pesadillas vívidas y penosas. ¿Recordás la tuya?

En las madrugadas descubrimos las canciones que nos acompañarán por años y nos amistamos con desconocidos que están flotando en ese limbo de inseguridad, estrés, felicidad o drogadicción.

Es a través de ellas que nos enteramos de buenas o malas noticias… lo que pase mientras dormimos, únicamente responde a una normalidad de la cual nos sentimos ajenos y extraños, pero nunca culpables.

En las madrugadas las estrellas se ven más. Si un pájaro canta, éste se escuchará mejor. En ellas aprendemos a descifrar sonidos que de día son imperceptibles. Es un espacio temporal que nos hace adelantarnos de a poco en el futuro. Eso sí, vivirlas nos retrocede.

Son horas de anarquismo, de eogismo, de individualismo, de autodeterminación y descubrimiento. Somos dominados por la inseguridad y al mismo tiempo nos creemos los manda más. Nos sentimos propios en este tiempo. Después, al parecer, cualquier noticia de la que no nos enteremos en tiempo real, no nos podrá sorprender per se.