Una oda a la melancolía
Primero la pintura, luego la fotografía y un poco más tarde, el cine. Obras artísticas que han buscado imitar la realidad e incluso mejorarla desde los albores de su invención. Estas disciplinas beben unas de las otras, retroalimentándose, creando puentes, dando significados y construyendo una estructura cultural en las distintas sociedades. No es difícil llegar a la conclusión de que con los años, lo original o el estar exentos de referencias en un trabajo es prácticamente imposible. Y hay representaciones que viven en nuestra memoria y que seguimos alimentando, puede que incluso de manera inconsciente. Porque han marcado nuestra cultura, porque están asentadas en nuestro modo de concebir el mundo y de crear nuevas imágenes a partir de iconos. Vamos a tratar esto a través de un ejemplo: la historia de Ofelia y su permanencia en la Historia del Arte ayudándonos de esta fantástica tesis doctoral de Remedios Perni Llorente Recordando a Ofelia: melancolía y cultura visual (2014) defendida en la Universidad de Murcia.
En segundo de bachillerato cursé la asignatura de Literatura Universal, convirtiéndose en mis horas favoritas de horario escolar. En ella trabajamos con obras cumbres de la historia de la literatura: Edipo Rey, La Divina Comedia, Hamlet, Madame Bovary o Las flores del mal, entre otras. Leímos Hamlet en voz alta: a mí me tocó las partes del protagonista, el príncipe danés. Y amé cada una de las líneas de sus soliloquios y la trama, que me resultó, rabiosamente moderna. Así que con 17 años conocí al personaje de Ofelia, la amante de Hamlet. La joven e inocente, enamorada e ingenua, que en mitad de una historia tan convulsa, vengativa y perversa, fallece ahogada en un río.
Son muchas las pinturas que representan a Ofelia, pero la más importante de todas es la Ofelia de John Everett Millais (1829–1896), que pintó la muerte de la joven en las aguas. Desde ese momento, muchos otros artistas imaginaron de igual manera la muerte de Ofelia, convirtiéndose así en una representación recurrente, además de una manera de sacar a relucir la fragilidad de la mente, la levedad de la belleza y la melancolía más feroz. He elaborado un pequeño vídeo con algunas obras con el texto de Shakespeare de fondo.
Así pues, cuando vi hace un par de años la película de Lars von Trier, Melancholia (2011) pude observar esa relación iconológica en la intro tan onírica y maravillosa en la que se nos presenta a la protagonista a golpe del preludio de Tristán e Isolda de Richard Wagner. Para desgranar porqué el director danés (qué casualidad) hizo esta representación, vamos a basarnos en el cuadro de Panofsky (1892–1968).
En un primer plano pre-iconográfico, la protagonista, Kirsten Dunst, aparece vestida de novia flotando sobre las aguas, con un ramo de flores en las manos.
En el plano iconográfico, podemos reconocer que se trata de una representación del famoso cuadro de John Everett Millais, pues nos muestra a una mujer en una misma situación.
En el plano iconológico, es decir, al conocer las historias de Ofelia y de Justine, la protagonista de Melancholia, reconocemos la intención del director de mostrarnos la depresión y el camino a la locura de alguien demasiado puro en un entorno de infelicidad y devastación. No es la única película en la que nos muestra a una Ofelia. También en su obra Antichrist (2009) podemos ver una representación similar.
El resumen iconológico por tanto es que el fin del mundo que representa Lars von Trier en su película con la colisión de un planeta llamado Melancholia al alcanzar la Tierra, también nos está hablando de la ruptura de la cordura en la sociedad actual; cosa que nuestra Ofelia conocía demasiado bien.