Historia de una práctica difícil

Hace 3 años me echaron del trabajo. Al mes siguiente me separé. De pronto, me desperté en medio de una marejada con olas gigantes. Sólo. Menos mal que sabía surfear. Tenía mi tabla. Me agarré a ella como una lapa y empecé a remar.  

Álvaro Andoin
21 min readFeb 26, 2014

DESPERTARES

Sólo trascendemos lo que aceptamos.

– Joan Garriga Barcardí

Dicen que muchas personas sienten que han renacido después de separarse. Yo no tuve que esperar mucho. Nada más separarme supe que necesitaba ayuda. Algo tenía que hacer para cambiar mi vida si no quería pasar por ella como un desgraciado que mira pero no ve.

El primer paso fue no dar ninguno. Me resistía a esperar que el tiempo lo curase todo. Quería librarme de las garras del tiempo. Pero esta vez sabía que si no alumbraba mis sombras con mi propia luz, jamás desharía los nudos que me ataban.

Empecé haciendo lo que hacen casi todas las personas que se separan. Leer mucho. Algunas cosas muy profundas.

Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes. Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres, para venir del todo al todo, has de negarte del todo en todo.

– San Juan de la Cruz, 1ª Noche 1, 13 — Solo y a pie.

Así pasé un año hace cuatro, en una especie de barbecho de voluntad e ilusión por las cosas, las personas y la vida. Replegado al cobijo de mi familia, o lo que es lo mismo, volviendo más de lo habitual a comer ese plato de lentejas que siempre espera en casa de tus padres cuando vas a visitarles.

Un hijo es para toda la vida, me recordó mi padre. Muchos de los consejos que me habían dado a lo largo de la vida, resonaban ahora en mi interior. Acepté que mis padres habían hecho las cosas lo mejor que sabían y dejé de culparles por algo que solo era responsabilidad mía.

Empecé a aceptar el mundo tal como era y no como yo quería que fuese. A valorar y agradecer lo que tenía en lugar de compararme y quejarme por lo que me faltaba.

Varios años antes de separarme empecé a leer algunos libros de autoayuda. Utilizaba aquellos libros como herramientas para arreglar una máquina. Intentaba solucionar el todo aislando cada elemento, como si el pensamiento se pudiese separar del corazón o la cabeza de los pies.

Recuerdo, por ejemplo, lo mucho que quería aprender a escuchar mejor a las personas y lo poco dispuesto que estaba para sentirme afectado por lo que me decían.

LA LLAMADA

Hay dos días importantes en tu vida. El día que naces y el día en que descubres por qué lo has hecho.

– Mark Twain

Un día descubrí que no había venido a este mundo para ser nadie más que yo mismo. Aquel día dejé de negarme y malgastar mis energías tratando de complacer a los demás con promesas inútiles. Entonces, y solo entonces, fui capaz de preguntarme qué tenía que abandonar para llegar a ser quien era.

Aquel día me hice a mi mismo la promesa de hacer algo creativo con mi vida. Esa promesa fue lo que me armó de valor para mirar hacia adelante, dar mis primeros pasos en la oscuridad y soltar lo que no me pertenecía.

Dibujo de mi hijo en el iPad.

PREPARACIÓN

De todos los libros que pasaron por mis manos entonces, Vivir, itinerario de innovación personal de Eugenio Ibarzabal fue uno de los más útiles. No recuerdo cómo cayó en mis manos, pero leerlo me ayudó a caminar más recto en aquel momento tan torcido después de la separación. Eugenio se había separado cuando tenía mi edad y se notaba que sabía de lo que hablaba. Lo hacía utilizando las palabras justas, como si antes de escribirlas las hubiese destilado para dejar solo su esencia.

Nada más acabar de leerlo, le escribí hablándole de mi separación y le pregunté si me podía ayudar. No necesitaba un psicólogo, pero si alguien que me ayudase a poner las cosas en perspectiva. El duelo me había hecho perderla.

Tuve que aprender a aceptar que la mente es una herramienta maravillosa pero, como decía Eugenio, funciona por su cuenta. Para aprender a gestionar nuestros pensamientos, primero tenemos que aprender a observarlos, me dijo.

Lo que yo observé entonces es que en mi pensamiento había mucha turbulencia. Dentro de aquella nebulosa mental había algo que me hacía daño pero no sabía ni cómo, ni por qué. Como nunca había prestado mucha atención a mis pensamientos, me costaba apreciar su calidad. Había vivido metiendo mis miedos y mis conflictos internos en una caja, la había cerrado con llave y tenía la mente tranquila.

Aceptar la turbulencia de mi propia mente fue el primer paso para separar el trigo de la paja y observar qué es lo pasaba en mi interior sin juzgar ni etiquetar.

INCUBACIÓN

Eugenio me recomendó que llevase en la cartera una cartulina con los dos o tres pensamientos negativos que más me tentaban cuando “estaba mal”. La cartulina me ayudaba a estar más presente ante mis propios pensamientos. Además, me servía para que acordarme de eliminar los pensamientos negativos tan pronto como estos aparecían. Sin excusas.

Con el tiempo, aprendí a cazar más pensamientos negativos. El paso siguiente fue aprender a matizarlos y a sustituirlos por otros pensamientos más realistas y positivos. Cuando digo pensamientos positivos no me refiero a pensamientos felices. Eso sería evadirse de la realidad.

Como dice Eric Maisel, el buen pensamiento no lleva nunca a la calma. El buen pensamiento siempre lleva a la tarea.

ILUMINACIÓN

Las buenas ideas no se las saca nadie de la manga, sino que se construyen sobre una serie de elementos ya existentes, cuya composición se expande (o, en ocasiones se contrae) a lo largo del tiempo.

– Steven Johnson

Un día acompañé a mi hijo a la celebración del cumpleaños de un amigo. Conocía a su madre y me quedé a merendar junto a otros padres. La madre del chico me preguntó a qué me dedicaba y le expliqué que estaba en paro. Ella trabaja en el departamento de administración de una consultora dedicada a la innovación y me sorprendió lo familiarizada que estaba con Internet y las redes sociales. La empresa para la que trabajo hace cosas parecidas a lo que tú te dedicas, me dijo, ¿por qué no nos envías el currículum?.

Un mes y dos entrevistas después estaba trabajando en el departamento de comunicación online de la empresa de mi amiga. La vida es sorprendente, llevas a tu hijo a un cumpleaños y encuentras trabajo. Nunca sabes dónde ni quién te puede abrir la puerta de tu futuro más próximo.

Esta empresa organizaba tres eventos de tecnología al año. Los eventos eran de pago y yo era uno de los encargados de conseguir captar asistentes al evento a través de Linkedin.

El día del evento, el equipo de comunicación se trasladaba al palacio de congresos. Y fue precisamente allí, en medio de un evento dedicado a la tecnología y el arte, la primera vez que se me ocurrió la idea que más tarde dio origen a Filmatu.

Recordé que unos ingenieros de San Francisco, habían creado un sistema para publicar contenidos multimedia en las redes sociales desde un iPhone. El eje de ese sistema de publicación era el correo electrónico. Enviabas una foto, un archivo de audio o un video por email desde el iPhone, y el sistema publicaba automáticamente los contenidos en tu blog o red. Todo desde el móvil. Hay que tener en cuenta que Twitter no era aún una plataforma tan visual como hoy en día.

La plataforma que hacía la magia se llamaba Posterous (Twitter compró Posterous en 2012). Pedí un iPhone 3GS a un compañero de oficina, configuré una cuenta en Posterous y estuve todo el día publicando fotos y vídeos del evento en nuestro canal de Twitter y Facebook. Ser reportero por un día fue muy divertido.

A pesar de las limitaciones que aun existían, ese día me di cuenta de que además de crear el iPhone, Apple me estaba ofreciendo la posibilidad de convertir un hobby, en una profesión. Al fin era posible hacer fotos, vídeos o grabar audio desde el móvil y publicarlo todo inmediatamente en Internet con un móvil.

En aquel momento yo no tenía el dinero ni el valor suficiente para dejar mi trabajo. Además, desconocía si alguien estaba dispuesto a pagarme para que documentase y narrase su evento en Internet.

En diciembre de ese mismo año, la consultora de comunicación me anunció que no renovarían el contrato. Se portaron muy bien porque me pagaron el sueldo completo hasta la finalización del contrato y no tuve que volver a la oficina. De pronto, me encontré con dos meses de vacaciones pagadas.

Después de doce años trabajando por cuenta ajena, la oportunidad que tanto había esperado apareció al fin. Y, esta vez, no la dejé escapar.

Improvisando. Pabellón 6

IMPROVISACIÓN

Si quieres deshacerte del miedo, empieza tu historia con él.

Keith Johnstone

Hace dos años formé parte de un grupo de teatro de improvisación con varios amigos. Durante casi dos años nos reunimos todos los jueves para practicar. El único objetivo era jugar y disfrutar. Salíamos del entrenamiento renovados, física y mentalmente. Era algo mágico. Era como si desbloqueara áreas de mi subconsciente que habían permanecido ocultas a mí mismo.

Improvisar es una gran escuela para aprender a hacer el ridículo. La improvisación nos enseña a hacer y decir cosas que conscientemente reprimiríamos. Hacer el ridículo no solo está permitido, sino que además es bienvenido.

Aunque parezca paradójico, para improvisar, cuanto más ridículo hagamos es mejor. Hacer el ridículo se entrena. Como dice la coreógrafo Twyla Tharp, para aprender a hacer el ridículo en público, primero tenemos que hacerlo mucho en privado.

LIMITES

Mi mayor limitación fue la que me abrió más posibilidades. Aprender a hacer todo mi trabajo con el iPhone me liberó de la tensión de tener que aprender más cosas de las que necesitaba. Fotografía, video, audio, texto,… Creación, edición, publicación, comunicación. Con un smartphone tenía todo en la palma de mi mano.

Sin embargo, al principio no hacía más que compararme con mis hermanos mayores, el fotógrafo profesional, el cámara de vídeo o el locutor de radio. La inexperiencia me hacía ser excesivamente precavido y casi siempre iba con más gadgets, aplicaciones, cargadores o baterías de las necesarias.

Estuve una temporada experimentando con la fotografía convencional. Me compré una cámara DSLR con objetivos intercambiables y me apunté a varios cursos de fotografía. Un día llevé la cámara DSLR a un evento que organizó EITB en Bilbao. Hacía las fotos con la cámara y después las transfería desde una tarjeta SD con Wi-Fi incorporado a mi iPhone. Allí las editaba y luego las publicaba en las redes. Al final acabé aparcando la cámara de fotos en un armario. Me di cuenta de que seguir por ese camino era ir en contra de lo móvil y lo inmediato, un tren al que yo ya me había subido.

La técnica con la que estaban hechas mis fotografías no me preocupaba demasiado. Se podría decir que, al principio, mi técnica era el desconocimiento de la misma. Cuando cubría eventos, lo importante era captar el momento. Hacer fotos improvisadas que dijeran algo solo con el ángulo que elegía para mirar el mundo que me rodeaba. Con el tiempo me di cuenta de que la innovación no tenía por qué estar reñida con la tradición y que, si quería mejorar las fotografías que hacía con el iPhone, tarde o temprano tendría que aprender a poner en práctica los principios básicos de la fotografía (la exposición, la composición y el encuadre).

Cuando empecé con Filmatu, quería hacer todo mi trabajo con el móvil. Buscaba romper con la tradición. Después me di cuenta de que la innovación necesita un suelo y raíces donde sujetarse. Me di cuenta de que si quería construir algo utilizando lo más nuevo, necesitaba utilizar también lo viejo.

Editando fotos con Luison en Madrid.

EXPERIMENTOS

Aunque los clientes me pedían que contara lo que hablaban los ponentes del evento, había veces que esto era imposible. Si se programaban dos ponencias a la misma hora no era capaz de cubrirlas, no me podía dividir en dos. Además, tuitear lo que decían los ponentes ya lo hacían otros, pensé.

¿Qué valor podía aportar mi servicio durante los eventos? Si quería diferenciarme, necesitaba una estrategia.

Un día me pregunté: ¿realmente tengo que contar lo que todo el mundo cuenta? ¿Y si entrevistase a las personas que me fuera encontrando aleatoriamente y creara mi propio relato del evento? ¿Y si aprovechase otros espacios o momentos como el café, el espacio expositivo, los talleres,… como material para contar una historia? La imposibilidad de narrar todo lo que estaba sucediendo se convirtió, de pronto, en una posibilidad.

Reconozco que experimentar no habría sido posible sin clientes que me dejaran la libertad para hacerlo. Pero tampoco si yo no me hubiese atrevido a proponerles hacer algo diferente a lo que se había hecho hasta entonces.

CONTENIDOS

Internet es una herramienta perfecta para contar de manera desordenada. Aunque vaya con un plan ordenado, los contenidos nunca me esperan. Soy yo el que tiene que salir a buscarlos.

El trabajo no consiste en captar y contar todo lo que sucede porque eso es imposible. Mi trabajo consiste en interactuar con el entorno, provocar y mantener conversaciones. Los contenidos son el envoltorio del caramelo. Por eso elegí documentar eventos. Los eventos son lugares donde las conversaciones ya están sucediendo. No hay que forzar nada.

En un evento suceden muchas cosas. Las posibilidades son infinitas. Mi historia es una más. Lo que cuento no es lo que está pasando, sino la historia que yo estoy viviendo interactuando con otras personas en un espacio llamado evento.

Más que preocuparme por la cantidad de contenidos que produzco, mi atención está puesta en la calidad de las conversaciones que mantengo.

CRECIMIENTO

Narrando eventos en las redes sociales mataba dos pájaros de un tiro. Por un lado, generaba ingresos. Por el otro, el evento me servía de escaparate. Por ejemplo, después de entrevistar a una persona que podía ser un cliente potencial le ofrecía una tarjeta y le explicaba en qué consistía mi negocio. Además, como publicaba todas las entrevistas de audio que hacía a través de mi cuenta de Twitter, cada vez que alguien retuiteaba la entrevista que le había, también me hacía publicidad a mi.

Entonces no lo sabía pero esta es la misa táctica que utilizan algunas start-ups de Silicon Valley que necesitan crecer rápido pero no tienen los recursos, ni el conocimiento de marketing para hacerlo.

Su nombre es Growth Hacking y consiste en hacer que el uso de tu producto sea su marketing. Es decir, que el producto se diseña para provocar que el uso del mismo llame la atención. Los que mejor vendían mi trabajo eran las personas que retuiteaban mis entrevistas en su canal de Twitter. Eso era publicidad gratis para mí.

La creatividad del growth hacking no conoce límites. Un ejemplo es Shazam, la célebre aplicación de reconocimiento de música. Cuando no puede detectar una canción, Shazam te muestra un mensaje para que acerques tu smartphone a la fuente de sonido y que la aplicación pueda reconocer la canción. Una vez, una señora se me acercó en un pub de Londres mientras acercaba el móvil a un altavoz y me preguntó cómo se llamaba la aplicación que estaba utilizando.

El Growth Hacking busca diseñar formas de utilizar el producto que llamen la atención para provocar crecimiento en el número de usuarios. Dropbox, Twitter, Airbnb y otras muchas start-ups de Internet, incluido Medium, han utilizado o utilizan técnicas de Growth-hacking.

Muchos se sorprendían cuando me veían grabar entrevistas con un iPhone cubierto por una capucha naranja de gomaespuma como las que utilizan en los micrófonos los periodistas. Aunque no era consciente, yo también había estado utilizando mi particular versión del Growth Hacking.

HÉROES

Puede que no se notara pero cada vez que tenía que documentar un evento, iba hecho un flan. Siempre había sorpresas, pero al final casi todo funcionaba. O quizá era al revés, que todo funcionaba y yo me sorprendía de que cubrir un evento no era en realidad tan difícil como yo pensaba.

Lo que más nervioso me ponía cuando cubría un evento eran las entrevistas. Tenía la sensación de que no lograba sacar lo mejor de las personas que entrevistaba. Aquello no eran más que miedos, claro. Supongo que por eso me sentí tan atraído por Christian Payne, un ex-fotoperiodista de guerra que actualmente se gana la vida documentando eventos con su móvil para terceros y contando su vida en las redes sociales a sus miles de seguidores. Descubrí a Christian en Twitter y fue la primera persona a la que vi hacer aquello a lo me quería dedicar.

Además de un talento innato para captar el alma de las personas con el ojo de cualquier cámara, Christian no le tenía miedo a nada. Supongo que después de haber trabajado como fotógrafo en países en guerra, hacer fotos y entrevistas en un evento le debía parecer un juego. Me flipaba la jeta que le echaba cuando entrevistaba a alguien. Estaba muy atento a todo, hacía preguntas muy provocadoras y eso hacía sus entrevistas interesantes y entretenidas. Solía ir a pasear y me tronchaba de risa escuchando en mis auriculares las historias que Christian grababa en su iPhone cada vez que salía a pasear a su perro.

Lo curioso es que Christian no editaba sus entrevistas de audio. La única edición que hacía era pulsar el botón de grabación de la aplicación de su iPhone. En cuanto acaba de grabar la entrevista, la publicaba inmediatamente en las redes sociales. Me pareció tan buena idea que empecé a hacer lo mismo. Algunas personas se sorprendían cuando les decía que no editaba nada, que lo que habíamos hablado era lo que iba a publicar.

Nunca tuve ningún problema con nadie. La verdad es que no sabía editar audio así que no habría podido hacerlo aunque hubiese querido, al menos no en ese momento. Pero mi motivo para no editar mis entrevistas era en realidad otro. Grabar una entrevista sabiendo que no vas a poder editarla me obligaba a estar mucho más atento. Trabajar sin la posibilidad de editar fue una forma de hacer lo que más miedo me daba hacer: improvisar.

Yo no tenía la experiencia de Christian como fotógrafo de guerra ni su cara tan dura pero había trabajado como locutor de campeonatos de surf cuando era un chaval y sabía que uno de mis puntos fuertes era mi voz. Además llevaba haciendo fotos con el móvil desde 2004.

Un día pensé ¿Y si le propusiera ir a verle a Londres para que me enseñara lo que hace durante un día? Christian me pareció el mejor, así que no tuve que pensármelo mucho. Llegamos a un acuerdo económico por email y, como yo tenía planeado volar a Londres, aproveché mi viaje para pasar un día entero aprendiendo con él. Christian es un periodista autodidacta, de esos que jamás encontrarás en una facultad de periodismo.

No sé si alguna vez te ha pasado. Un día te encuentras con una persona que se parece al yo que estás deseando ser. Aún no sabes por qué pero intuyes que algo en esa persona puede ayudarte a crecer, así que te pegas a él como una lapa y lo imitas. Lo que más me llamó la atención de Christian fue justo lo que más necesitaba aprender en ese momento de mi vida y fue su capacidad para improvisar y aprovechar cualquier circunstancia que le brindara el entorno como una oportunidad para crear.

Siguiendo la estela de Christian, y casi sin darme cuenta, empecé a compensar mi tendencia natural a enredarme en ideas y pensamientos. Estar con Christian me ayudó a darme cuenta que el mejor pensamiento es a menudo la acción.

Sigue a tus héroes en Internet. Estudia, copia y aprende cada uno de sus movimientos. Los héroes te ofrecen mucho y piden muy poco.

Con Christian Payne en Do Lectures 2012

LA NUBE

Filmatu es un servicio de comunicación para narrar eventos en las redes sociales que nació gracias a la nube. El único problema de la nube es que los contenidos que en Twitter o Facebook quedaban pronto sepultados por otros contenidos más recientes. Así funciona Internet en tiempo real, el último contenido en llegar siempre es el primero.

Aquello me parecía un desperdicio porque sabía que, en las entrevistas de audio que publicaba durante los evento, había ideas esperando a que alguien las conectara. Pero ordenar tantas ideas sueltas no es fácil y menos si están dispersas por la nube.

A mediados de febrero de 2012 apareció en el mercado una innovadora herramienta creada por un periodista y un ingeniero llamada Storify. Storify era como una mesa de mezclas para construir historias en Internet combinando texto y contenido multimedia.

Cuando la probé pensé la habían diseñado a mi medida. Busque todo los contenidos que tenía dispersos por Internet y escribí una historia multimedia de cada uno de los eventos que había narrado.

Las historias que compuse con Storify me ayudaron a mostrar en qué consistía mi trabajo y eso me ayudó a venderlo mejor.

Permanece atento a la evolución de la tecnología. Lo que hoy es un hobby, mañana puede convertirse en una profesión.

VALOR

Cuando elaboré mi plan de negocio fui muy conservador. Fijé un precio bajo por cada cobertura de evento porque pensaba cubrir muchos eventos. Luego me di cuenta de que mi valor añadido no era hacer eventos como churros. Si quería encontrar un cliente que valorase mi trabajo, el primero que tenía que aprender a valorarlo era yo mismo. Tenía experiencia vendiendo productos y servicios para otros pero cuando hube de empezar a vender los míos, me agobiaba mucho. Al principio negociaba más conmigo mismo que con el cliente. Continuar así habría sido un negocio ruinoso asegurado.

Robert Poynton, uno de mis primeros mentores y un buen amigo, me dio un día esta idea: ponte delante del espejo, me dijo, y repite varias veces el precio que quieres cobrar al cliente por ese proyecto. Ahora mantén la mirada firme en el espejo, dobla ese precio y repítelo tantas veces como sea necesario hasta que te encuentres cómodo con él. Nada más hacerlo aparecieron en mi cabeza cientos de pensamientos, todos negativos. Sentía incluso agarrotamiento físico en el hombro. Me sentía como un auténtico impostor.

Sé que perdí más de un presupuesto por pasarme de listo pero hubo otras veces en las que el precio fue aceptado. Si te dicen que “eres caro” al menos te dan la oportunidad de negociar. Conozco esa horrible sensación que aparece en el cuerpo cuando un cliente te dice que tu presupuesto “les ha parecido barato”. Se te queda cara de tonto.

Recuerda, aquí no hay jefes. El jefe eres tú. Si tienes que pasar un presupuesto bajo adelante. Entiendo que existen otros valores además del dinero, sobre todo cuando uno está empezando. Si tienes que aceptar un precio más bajo, intenta elegir un proyecto que te permitan aprender lo que más necesitas aprender en ese momento. Pero ten en cuenta que tirar los precios no es una estrategia sostenible a medio plazo a no ser que te sobre el dinero.

No estoy diciendo que subas los precios porque sí, sino que defiendas que te paguen el precio justo por lo que haces. La tendencia inicial del emprendedor es ir a tirar por lo bajo, a pecar de conservador no vaya a ser que perdamos el proyecto. Que levante la mano el emprendedor que no haya hecho esto especialmente al principio, cuando uno no tiene experiencia.

Acuérdate del tiempo y el dinero que has invertido desarrollando tu idea. ¿Cuál es el precio del riesgo? Las noches en vela. Eso vale todo lo que cuesta. Negocia con el cliente antes que contigo. Si tú no valoras lo que haces nadie lo hará.

Para innovar, un emprendedor tiene que empezar por él mismo.

MUTACIÓN

Si el servicio es gratis, tú no eres el cliente. Y si no eres su cliente, lo más probable es que seas su producto.

– Patrick Rhone

Un día llegué a la conclusión de que tener todas las historias de los eventos que había narrado alojadas en la herramienta web de una start-up de Internet era muy arriesgado.

La start-up de Internet es una empresa particular. Su principal objetivo en la fase inicial es crecer lo más rápido posible para vender la empresa a un tercero y obtener beneficios. Ya había visto antes cómo un servicio creado por una de estas start-ups en la nube, dejaba de pronto de funcionar tras ser adquirido por Google u otro gigante de Internet. Posterous por ejemplo, una de las primeras herramientas gratuitas que utilicé para enviar mis contenidos multimedia a las redes sociales desde un smartphone (aún no había aplicaciones), fue adquirida después por Twitter. Varios meses después, Posterous dejó de estar operativo.

Aunque mis fotos y mis entrevistas de audio estaban alojadas en servicios de pago, los resúmenes de los eventos que escribía, se guardaban en una herramienta gratuita creada por una start-up. Aunque Storify ofrecía una versión de pago, que permitía exportar las historias a PDF, su precio era desorbitado para un autónomo. Me di cuenta de que el público objetivo de Storify eran en realidad los grandes grupos de comunicación que necesitaban una herramienta para organizar el torrente de información y comunicación que se producía en las redes sociales en torno a las noticias y los temas de más actualidad.

Entonces me di cuenta de que Storify no era la herramienta más adecuada para escribir el tipo de historias que yo quería escribir. Almacenar en una herramienta gratuita las historias que cuesta tanto escribir, tiene sus riesgos. Los mismos que no hacer nunca una copia de seguridad de tu web o de la información que guardas en tu ordenador.

Aquel fue el momento de empezar a separar los huevos de la misma cesta. A comienzos de 2013, empecé a invertir más tiempo en escribir en propio mi blog. Aunque seguía utilizando Storify, ahora solo lo utilizaba para escribir los resúmenes de los eventos que narraba en vivo para mis clientes.

En octubre de 2013 Storify fue adquirida por la empresa Liferay.

IDEAS

Lo que no se ve es lo que hay.

– Gordon MacKenzie

Normalmente, los clientes quieren pagar por la parte de tu trabajo que ellos pueden ver. Sin embargo, la clave de los buenos trabajos creativos está en lo que no se ve.

Lo que convierte un trabajo creativo en un gran trabajo creativo son las tareas previas de investigación, experimentación y estructuración que diseñas con el cliente con el reto que él te pone sobre la mesa.

He comprobado que cuanto más dispuesto está el cliente a trabajar lo que no se ve conmigo, mejor y más creativo es el resultado.

Busca los clientes que buscan y preguntan y no los que dan todo por sentado. Además de ejecución, busca conversación.

EL PLAN

La plena confianza en uno mismo es una estupidez.

– Hari Hotakkainen

Al principio las cosas me fueron bien. Durante 2011 y sobre todo en 2012 me llamaron para cubrir en las redes sociales varios eventos importantes que me pagaron muy bien. Un cliente recomendaba al otro y no me hizo mucha falta la labor comercial. Me confié y me la pegué.

Algunos tocamos fondo en 2013. Los eventos que yo cubría los organizaban entidades públicas que fueron las primeras en sufrir los recortes que la propia Administración impuso al gasto. Durante 2013, el número de eventos se redujo al mínimo. Si no me movía, mi negocio moriría.

Un día descolgué por fin el teléfono y empecé a llamar a todos los clientes que me habían contratado alguna vez. Sé que las cosas están difíciles, les dije. No quiero venderos nada. Solo quiero escucharos. Tuve que insistir pero algunos clientes me escucharon. Supongo que a todos nos gusta que nos escuchen.

En una de aquellas conversaciones, un cliente me preguntó si sería capaz de emitir video en directo en Internet con el móvil. Hasta entonces el video streaming lo utilizaba poco por un asunto más práctico que otra cosa. Si utilizaba el iPhone para emitir video, entonces no podía utilizarlo para hacer fotografías o grabar entrevistas. ¡Cómo no me había dado cuenta! Lo que el cliente me estaba pidiendo era que creara un nuevo servicio para él.

Nada más emitir aquel video en streaming, levanté de nuevo el teléfono y volví a llamar a todos mis clientes para ofrecérselo. En ese momento me di cuenta de mi error. En vez de inventármelos, tenía que crear los productos escuchando las necesidades de mis clientes.

Para que un cliente me compre, primero tiene que ver cómo encaja la idea que le propongo en su realidad. Sin la contribución del “enemigo”, mi idea es una idea sin comprador. Como dicen los militares, en el campo de batalla el primero en caer siempre es el plan.

MOVIMIENTO

Cuando un experimento va mal, normalmente, es lo mejor; lo que vemos es mucho más importante que lo que estábamos buscando.

Robert Wilson

Cuando creé Filmatu, todo fluía sin mucho esfuerzo. Mis primeros clientes me compraron lo que les ofrecí. Pensé que tarde o temprano, esos mismos clientes volverían a comprar de nuevo. Es obvio que me equivoqué. Lo increíble es que sabía que me equivocaba y no hice nada para remediarlo. Me quedé esperando. Confiaba en mi idea y no quería traicionarla.

La necesidad de que mi idea fuese aceptada como yo quería me había convertido en su prisionero. Y una buena idea que te aísla no puede ser una buena idea. Me paralizaba el miedo a tener que admitir mi idea había había fracasado.

Admití que necesitaba decir más veces que sí, a pesar de que lo que me ofrecían no fuese exactamente lo que yo buscaba. Sí a participar en proyectos diferentes, sí a adaptarme a lo que surja, sí a confiar en mi capacidad para responder.

Mi idea no ha muerto, el que ha muerto ha sido el Álvaro que la defendía con uñas y dientes.

ILUSIÓN

La improvisación es movimiento.

– Bobby McFerrin

A los niños no hay que explicarles lo que es el juego. Los niños juegan. El cambio es parecido. Sin movimiento, no hay cambio.

Steve Jobs dijo en una ocasión que no podemos unir los puntos de nuestra vida mirando hacia adelante, que solo es posible hacerlo mirando hacia atrás. Y es que, de lo contrario, seríamos adivinos. Lo importante no es que los puntos se unirán algún día, escribió Austin Kleon. Lo importante es que el que los une eres tú.

Puede que ese sea el juego. Confiar en que los puntos se conectarán algún día.

Lo único que sé es que si haces lo que te gusta, lo haces muy a menudo y lo compartes, cada vez lo harás mejor y, las personas que confían en ti, acabarán llamándote. Lo que pasa es que no esa llamada no suele llegar cuando uno quiere. Primero tienes que insistir. Primero das, das, das,… y luego recibes.

No todo el mundo está dispuesto. De lo contrario, todo el mundo emprendería.

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Álvaro Andoin

Reportero de eventos. Ayudo a crear y amplificar vídeo y vídeo social en directo redes sociales con perfil corporativo (Twitter, Facebook Live,…).