Refutación de las propinas en dinero

Mucha gente me para por la calle y me pregunta: Juan ¿por qué nunca dejas propina en los restaurantes? Si no voy mal de tiempo me paro y les contesto:

Sí que dejo propinas, generosas propinas. Lo que pasa es que no me gusta dejarlas en la mesa.

Y no me gusta porque dejar propina en dinero es cosa de consejeros de caja que pagan la cuenta en black y se sienten generosos con el camarero al que acaban de robar un poco de pensión, de CEOs de PYME de medio pelo en mariscada de negocios, de gente que al “chupito para bajar la comida” dice “venga sí” aunque no apetezca, de hidalgos y nuevos ricos con poco mundo y de otros acomplejados.

Es más, la propina en moneda debería ser delito porque es un pago a B, dinero solo para hoy que no paga la pensión del cocinero, ni el paro del pinche, ni carreteras, ni camas de hospital público.

Yo soy más de dejar propinas de tiempo: justo el que me lleva hacer un comentario positivo en Foursquare, animar a Vanessa a escribir una reseña en sus Mesas o pasar la referencia a mis amigos de Naked para que agenden una visita. A poco que me lleve todo esto habrán sido 15 minutos que, en mi tabla de equivalencias, siempre valdrán más que el 15% de cualquier cuenta.

¿Y cuando me tratan mal? Aplico la indiferencia (mi tiempo es muy valioso). ¿Y si me tratan nefasto? Aplico el castigo de la propina inversa: el sano comentario vengativo.