Chamanes cósmicos, chamanes urbanos

Gaiawyn
Mediupedia de los contrastes sociales
4 min readJun 15, 2016

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Hace unos meses atrás tuve uno de los desafíos más grandes desde que empecé este camino de terapeuta con percepciones atípicas. Estaba hospedando a una tía psicoanalista lacaniana y mientras veíamos una serie policial sobre «mentes peligrosas» me dijo: -Qué barbaridad! Con todos los avances científicos y farmacéuticos, hay cada vez más gente trastornada en el mundo. A lo que yo pensé «chan!» y tímidamente pregunté: -Trastornadas de qué manera?; y me respondió: -Así, que escuchan voces, que ven cosas. «CHAN! – CHAN!» de nuevo y pensé que ese era el momento para empezar a hacerme responsable de lo que realmente significa salir de mi armario espiritual. Respirando profundo y hablando lo más calma que pude le pregunté: -Tía, qué diferencia hay para un psicoanalista entre un chamán que escucha voces y se comunica con entidades, y un esquizofrénico? A lo que me responde: -Es muy distinto, porque un chamán en una cultura chamanica es normal, mientras que una persona que escucha voces en una cultura no chamánica es anormal.

Finalmente y con mucha dificultad y paciencia le dije: -Sabés que yo escucho voces y veo cosas, no? Y continuando con una seguidilla de preguntas concluyó explicándome la diferencia entre la alucinación psicótica y la neurótica en la teoría lacaniana y la diferencia entre el placer y el goce (lo cual sería muy similar las pulsiones eróticas y tanáticas freudianas, respectivamente), dándome a entender que probablemente lo mío fuese un delirio neurótico que, por formar parte de mi goce, muestro resistencias a dejar ir, y sugiriéndome que para construir una vida sana, debería apagar o no incentivar eso en mí. Yo le expliqué (cómo pude) que percibir esto, lejos de ser un goce autodestructivo, para mí es una pista para entender el cosmos, que no creo en errores cuando se trata de la naturaleza y que tengo, considero, la suerte de poder percibir cosas que otras personas no.

Ese paso fue uno de los más difíciles en mi vocación, toda la conversación fue un gran desafío del que me quedé temblando por dentro. No es fácil ni lindo hablar con alguien que tiene una formación y una mirada muy estricta de lo que significa la normalidad y a eso sumarle que uno sabe (a diferencia de otras personas con las que uno simplemente supone), sin lugar a dudas, que esa persona está considerando que uno está loco, y a su vez, por sus credenciales tiene el poder de meterme en una institución. Pero a pesar de la ansiedad, el miedo y los nervios, la parte que más me quedó resonando fue ese «y es que un chamán en una cultura chamánica es normal, mientras que en una cultura no chamánica no lo es». Fue esa frase la que ha despertado una serie de preguntas reflexivas que me acompañan hasta hoy:

1- Son las visiones/percepciones extrasensoriales/alucinaciones, fenómenos psíquicos o neurológicos?

2- Pueden existir fenómenos psíquicos que no sean neurológicos?

3.a- Si la respuesta es «sí», entonces existe otro nivel de existencia independiente de la materia?

3.b- Si la respuesta es «no», entonces acaso los cerebros de personas que viven en culturas chamánicas y de las personas que no, deberían ser distintos?

4- Son las percepciones chamánicas defectos o habilidades cuyas utilidad todavía queda por ser explorada en este mundo moderno?

5- Si la normalidad depende de la cultura y en una cultura chamánica los chamánes son miembros funcionales de la sociedad y en culturas no chamánicas son enfermos auto y destructivos, no sería beneficioso revisar la posibilidad de incorporar cierto grado de chamanismo en nuestra cultura? (O al menos volvernos un poco más shaman-friendly)

Estas preguntas fueron desarrollándose de a poco en mi cabeza hasta que ayer, hablando con un amigo me pasó este vídeo. Pido mil disculpas a las personas que no saben ingles pero me fue imposible encontrarlo en español.

https://youtu.be/CFtsHf1lVI4

Para quienes no tengan la posibilidad de entenderlo, el vídeo explica las principales características de la experiencia de convertirse en chamán en cada cultura y como una persona con las mismas características que no posee la contención social correspondiente puede volverse autodestructciva.

Yo me considero una chamana, de hecho con una amiga bromeamos y nos llamamos chamanes cósmicas, pero no porque haya sido iniciada en algún linaje de culturas primitivas (al menos no en este plano), no porque haya tenído un maestro que sujetase mi mano durante mi crisis existencial, no porque necesite algún componente externo para dar mis terapias, trances y canalizaciones, y (paradojicalmente) no porque crea que me merezca semejante título; me considero chamana porque es la única palabra que no carga con la historia de resistencia y violencia que las palabras «bruja», «esotérica», «mística», «metafísica» recibieron de devolución de la misma comunidad que las vio nacer. Es una palabra que nos hace sentir que tal vez, sólo tal vez, merecemos ser aceptados y valorados por como somos y lo que tenemos para ofrecer.

Habemos muchos chamanes urbanos, escondidos en distintos puntos de la ciudad, nos refugiamos en rincones para ofrecer contención a personas que sienten que la sociedad estigmatiza cada vez más lo especial y a cambio nos devuelve una normalidad cada día más delirante.

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