Escuchar es volver a vivir

Por Sergio E. Acosta del Río

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3 min readOct 1, 2020

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Ilustración por José Ángel Nazabal

Siempre es bueno recordar, especialmente los momentos felices. Uno de mis recuerdos preferidos es el tocadiscos que en mi casa, como en muchas otras, había. Teníamos gran variedad de placas de vinilo, desde música de concierto de Beethoven, Chopin, Frank Fernández interpretando a Lecuona, hasta algún que otro disco popular de La Aragón o Pello el Afrokán. No había distinción, se podía encontrar de todo. En años anteriores hubo una producción musical masiva y de calidad, que quedó plasmada en aquellos fonogramas. No creo que fuese muy caro adquirirlos en aquella época, ni muy difícil. Por cierto, la época a la que me refiero es a mediado de los noventa cuando la fidelidad de los equipos domésticos de reproducción dejaba mucho que desear, dado el envejecimiento tecnológico y la ausencia de mantenimiento. Obviando las faltas técnicas, sí estaba seguro de que allí había buena música y este servidor, un iniciado estudiante de música de escasos ocho años, estaba dispuesto a escucharla.

Los Zafiros (EGREM, 1974)

Navegando en ese universo sonoro recuerdo con especial agrado y añoranza el disco homónimo de Los Zafiros, aquel cuarteto vocal cubano de los años sesenta y principio de los setenta, conocido para cualquier cubano. Todavía cierro los ojos e, involuntariamente, los recuerdo personificados en los actores Luis Alberto García, Nestor Jiménez, Barbaro Marín y Sirio Soto del filme «Zafiros Locura Azul», del director Manuel Herrera, estrenada años más tarde en 1997.

En aquel momento no lo sabía pero las largas jornadas disfrutando de canciones como «Canta lo sentimental» o «La luna en tu mirada» con esas maravillosas armonías vocales, voces celestiales diría yo, de Kike, Miguelito, Ignacio y el Chino, acompañadas por la guitarra del maestro Galbán, me darían una perspectiva algo inusual de la producción musical de nuestros días. Era una época en la que la ni agresividad sonora ni la guerra de decibeles se habían puesto de moda en la industria ni en el gusto del público. No hacía falta, solo el sentimiento era importante, como aquello que decía esta tristeza se niega al olvido, como la penumbra a la luz, puro sentimiento, poesía.

Mi inmersión era tal en aquel álbum que, al terminar de escucharlos, me quedaba la sensación de haber paseado por la «Hermosa Habana». Recuerdo que más de una vez me encontré tratando de imaginar cómo sería la chancletica de «La Caminadora», ¿sería de palo?, ¡qué incómodo!, o si el autor de «Herido de Sombras» logró encontrar el amor nuevamente. Creo que estas dos últimas incógnitas quedarán siempre en el misterio.

Sin ser catedráticos ni eminentes músicos graduados de academia alguna, Los Zafiros lograron un empaste vocal inigualable que los colocó entre las agrupaciones más populares de la isla hasta nuestros días. Excepto Galbán, que sí era músico de profesión, eran personas comunes; obreros, fundamentalmente, de la barriada de Cayo Hueso en La Habana. Siguen siendo mágicas las pocas presentaciones en programas televisivos que aún se conservan de ellos. Sería bueno preguntarse si la espontaneidad de la televisión en vivo de antaño tendría algo que ver. Cuatro voces y una guitarra eran suficientes para evocar un abanico de sentimientos, haciendo de cada canción una creación diferente de las anteriores. Nunca les escuché una frase o dicharacho de moda. No los necesitaban. Se sabían con el talento necesario para agradar a todos.

Evidentemente algo se ha perdido en el proceso artístico y tecnológico. Quisiera echarle la culpa a los nuevos formatos de audio (CD- DVD- Mp3, entre tantos otros) en los que la música, por algún motivo, suena más estridente y más alta. No quiero llegar a pensar que el gusto del público haya cambiado y que las canciones de alta factura hayan sido relegadas a un segundo plano. Es verdaderamente lamentable que el grupo haya tenido tan corta estancia en la escena musical cubana, de no haber sido así estoy convencido que en mi tocadiscos hubiera escuchado no uno ni dos discos de Los Zafiros, sino muchos y, quién sabe, si hoy incluso tuviera algún CD.

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Piquete cubano de cronistas musicales improvisados…