Música para dejar de seguir las reglas

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5 min readDec 10, 2020

Por Enzzo Hernández

Rufus Wainwright por José Ángel Nazabal

Cuando conocí a mi novio, hace siete años, una de las primeras canciones que le pedí que escuchara fue «Tower of Learning», de Rufus Wainwright. Aún recuerdo perfectamente aquella tarde: estábamos en Paseo y Malecón y era uno de esos días de invierno muy soleados pero con frío. Un frío inusual en esta isla, un frío generoso. El mar estaba muy agitado y las olas cruzaban la calle para luego ir cubriendo de espuma blanca el asfalto. Yo me quedé sentado, observándolo con detenimiento, mientras escuchaba la canción. Él deambulaba silenciosamente y a ratos se quedaba viendo la línea del horizonte. Fueron aproximadamente cinco minutos de incertidumbre. Recuerdo que fueron minutos decisivos, porque en ese momento, sin proponérnoslo, ya estábamos formando un vínculo tan elevado como una torre imaginaria que se iba cimentando en la voz de Rufus, en la relación del viento cargado de salitre, los rayos de sol, la calle desierta.

Cuatro años después, en septiembre de 2017, yo recién llegaba de Suiza y me encontraba La Habana destruida por el huracán Irma (que incluso arrasó con los restos que quedaban de la fachada del histórico Hotel Trotcha, en Calzada entre Paseo y 2). En mitad de aquel caos recibí la noticia de que Rufus cantaría en el Gran Teatro de La Habana. Mi novio y yo rápidamente conseguimos entradas y casi que no podíamos creernos ese lujazo de concierto hasta que nos sorprendimos a nosotros mismos aplaudiendo compulsivamente en el minuto final, hambrientos y con ganas de más. Rufus, con su voz y su sensualidad de ángel terrible, había venido a devolverle un poco de garbo a la devastada capital de los cubanos.

Unfollow The Rules (2020, BMG)

Este año, en medio de la crisis ocasionada por una pandemia mundial y, después de ocho años seguidos sin grabar un álbum de estudio, Rufus Wainwright nos entrega un regalo de doce pistas, un statement que resuena de modo imperativo, a medio camino entre la sugerencia, el consejo y la orden: Unfollow The Rules. ¿Pero qué reglas estaría dejando de seguir ahora un Rebel Prince como Rufus Wainwright? Alguien que ha dedicado parte de su vida a romper los moldes del pop tradicional, fusionando arreglos orquestales con frívolas baladas escritas de forma impecable o experimentando con la musicalización de los sonetos de Shakespeare. Rufus Wainwright es uno de los intérpretes más elegantes que tiene la música pop contemporánea, con una voz tan extraordinaria que varios críticos la han comparado con la sedosa expresividad del cello. Sus influencias musicales van desde Franz Liszt hasta Leonard Cohen, pasando por Ella Fitzgerald, Duke Ellington, Joni Mitchell, Serge Gainsbourg y Freddie Mercury. Rufus Wainwright es el único artista al que le he oído pronunciar el nombre de Britney Spears con un refinamiento tan propio del teatro isabelino: I Tried to Dance Britney Spears, I Guess I’m Getting on Years.

Nominado a los Premios Grammy 2021, en la categoría Best Traditional Pop Vocal Album, Unfollow The Rules es un disco que nace de la reflexión y del distanciamiento de Rufus, como un artista maduro. El propio Wainwright ha manifestado en repetidas ocasiones que todo el proceso de escritura y producción estuvo mediado por sus circunstancias como padre y hombre de familia. «Peaceful Afternoon» fue uno de los primeros singles promocionados del álbum. Es una pieza clásica del estilo Rufus, impregnada de dulzura, con líneas como: and I Pray that Your Face Is the Last I See on a Peaceful Afternoon. Una canción que trata sobre los altibajos emocionales y el compromiso a largo plazo de la relación de trece años con su esposo.

Con «Trouble In Paradise» se remonta al clásico del cine de Ernst Lubitsch, de 1932. No deja de ser una elaborada canción de pop rock que se mueve entre el sarcasmo y la ironía para reflexionar en torno a la futilidad de la belleza exterior, la industria de la moda y el glamour decadente. «Trouble In Paradise» es una pista dotada de un sentido de la sofisticación muy alto. Cuando la escucho, no puedo evitar pensar en el film y sentirme femme fatale como Miriam Hopkins, con vestido Art Deco, zapatos de carterista (para correr mejor) y sonrisa fingida de condesa (o fingida condesa sonriente).

«Damsel In Distress» es una canción dedicada a la Suma Sacerdotisa del folk canadiense Joni Mitchell. Después de varios años batallando con una extraña enfermedad llamada Morgellons, que causa heridas en la piel, la compositora de «A Case O You» se ha convertido en una vocera de este padecimiento y al mismo tiempo activa en Rufus el arquetipo de damisela en peligro, como un pretexto para penetrar en la complejidad del eros creador femenino. El arreglo y el virtuosismo vocal de Rufus también nos recuerdan el estilo propio de la cantante.

La balada que da nombre al álbum, «Unfollow TheRules», nos convida a detenernos a mitad del viaje y plantearnos un momento de reflexión. Del mismo modo, el título nos lleva a pensar en las lógicas de la socialización virtual, en plataformas como Facebook o Instagram donde pinchar Follow o Unfollow puede marcar una diferencia. En este caso se trata de ese detenimiento, de ese análisis responsable que todos deberíamos hacer antes de seguir o dejarnos llevar por la corriente. Con esta canción, Rufus regresa al piano intimista que va creciendo y haciéndose brillante de forma progresiva, en la medida en que la pieza avanza.

Ahora, en este momento, mi novio y yo escuchamos «Devils And Angels (Hatred)». Definitivamente mi canción favorita de todo el disco, proveniente de la más alta tradición de pop barroco fusionado con arreglos electrónicos y sintetizadores. Estamos regresando de la playa. Vamos arrebujados contra el tapizado blanco de un Chevrolet descapotable. El Chevrolet es de color malva muy brillante. Un cabriolet. Una carroza. Tenemos los brazos entrelazados y las cabezas pegadas una contra la otra. Estamos respirando el mismo aire salitroso y caliente. El aire del regreso de las vacaciones. El aire de vuelta a la satisfacción del hogar. Cada cual lleva su propio par de audífonos para escuchar bien. Estamos sincronizados. Pinchamos el botón de play al mismo tiempo. Siete años después estamos en el mismo sitio pero somos diferentes o somos los mismos, que portamos otra seguridad, como un pacto renovado, encontrando al fin nuestra propia forma de no seguir las reglas. Siete años después volvemos a estar en Paseo y Malecón, con la fugacidad de los pasajeros en trance (en tránsito perpetuo), oyendo el disco nuevo de Rufus Wainwright. De pronto el cielo comienza a nublarse. Todo se vuelve gris de borrasca. La línea del horizonte se cubre de nubarrones y asistimos a un combate repentino entre ángeles y demonios que nos miran amenazantes. Pero a nosotros no nos importa, seguimos en la parte de atrás del descapotable, sudados, quemados por el sol, ya estamos llegando a la casa.

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Piquete cubano de cronistas musicales improvisados…