“Arte es todo aquello que se expone y se manifiesta, nada me asusta”

Antonia Baeza, discípula de Sixto Marco, se consagra como una de las pintoras más relevantes del Raval en su 750 aniversario

Noelia Espinosa Baeza
Periodismo Local Lab
3 min readApr 25, 2016

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Con un pie en el campo de Elche y otro en el barrio del Raval, Antonia Baeza Tarí (Elche, 1962) vive por y para el arte desde que unos pulpos de la Bahía de Arenales cambiaran el rumbo de su vida. Defensora de la cultura local en todas sus formas, Baeza dedica la mayor parte de su tiempo a la lucha por los derechos de los artistas y el fomento del arte y la lengua valenciana. Ahora son sus dos hijas las que han cogido el testigo para seguir los pasos de la Dalí ilicitana.

Pregunta. El Raval está de celebración por su 750 aniversario. Muchos lo llaman “el barrio artístico” de Elche. ¿De dónde proviene esa magia que atrapa a tantos artistas?

Respuesta. El encanto reside en el ambiente bohemio que transmite. Desde el fotógrafo, pintor o escritor hasta el propio ciudadano de a pie son atraídos por el hecho de poder disfrutar de un pequeño pueblo en el centro de una gran ciudad.

Tonia Baeza Tari / Cedida

Pregunta. ¿Qué fue lo que le llevó a usted a dedicarse al mundo de las artes plásticas?

Respuesta. Yo nací en una zona rural y para mí la pintura era mi modo de comunicarme con los demás a través del lenguaje de los dibujos. En aquel entonces en las escuelas rurales se pedía a los alumnos que hablaran el castellano cuando venían de una zona en la que solo se hablaba el valenciano. Como aquello me costaba bastante, lo que hacía era dibujar, dibujar muchísimo.

P. Pero tuvo que haber un detonante que le hiciese dejar los estudios para dedicarse íntegramente a la pintura.

R. Verás, mi abuelo solía pescar pulpos en la Bahía de Arenales para después dejarlos secar en los almendros. Cuando mi profesor vio los dibujos sobre aquellos pulpos colgando de árboles creyó que era surrealismo: “¡Esta niña tiene madera de artista, es una Dalí!”, le dijo a mi madre. Fue ella quien me apuntó a la escuela del Hort del Xocolater donde Sixto Marco y Juan Llorenç dieron un giro a mi vida.

P. En un época en la que se cuestiona continuamente el concepto de arte en cada certamen, ¿qué es para usted?

R. El arte es todo aquello que se ha manifestado y expuesto. No me asusto de nada, me puede gustar una obra más o menos, pero no soporto aquellas personas que no entienden que el arte es algo libre.

“Ahora son mis hijas las que se quedan en el interior de los museos mientras yo les espero fuera”

P. El área cultural fue la segunda más afectada por los recortes en la anterior legislatura.

R. Hay mucha gente con potencial en la ciudad, es una pena que no se les deje y se les ponga trabas, la burocracia nos dificulta la expresión. Desde la plataforma cultural ‘El Observatorio’ estamos luchando por un mayor apoyo a la cultura.

P. ¿Y se puede vivir del arte?

R. No es sencillo, va por épocas. Es mucho más fácil vivir del teatro o de la música porque la gente paga una entrada. La gente no paga por ver un museo sobre pinturas casi nunca… ¡y menos mal!

P. En ese caso, ¿no le ha pesado en alguna ocasión la etiqueta de “pintora”?

R. En mi caso no porque siempre lo he hecho con gana. Es duro, y más en algunas artes como la plástica, en las que nos tenemos que buscar la vida como sea, buscando otros trabajos o a través del apoyo de familiares.

P. Sus dos hijas están siguiendo sus pasos, una en Bellas Artes y la otra en Historia del Arte.

R. Sí, soy satisfactoriamente culpable de ello. Las he llevado siempre, aunque sea mochila al hombro, a museos de toda Europa e incluso llegó un momento en el que eran ellas las que se quedaban dentro del museo mientras yo las esperaba fuera. Es un vicio sano.

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