Convivencia sobre ruedas

La iniciativa de dos alicantinas consigue tumbar la prohibición de vehículos a motor en los autobuses urbanos de Alicante

Noelia Espinosa Baeza
Periodismo Local Lab
4 min readJun 21, 2016

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Una mañana cualquiera Ingrid Shut (Róterdam, 1944) y Laura Fernández (Alicante, 1978) se plantaron delante de un autobús urbano con sus scooters. Según éllas, el número 588 no iba a realizar su recorrido hasta que no se respetaran los derechos de todos los pasajeros. El reto se debía a la prohibición por parte del Grupo Vectalia de no dejar subir a ningún tipo de vehículo a motor a sus autocares. “Tenemos derecho a transportarnos, mis dos alas son la moto y el autobús, sin ellas no podría salir de casa”, explica Fernández.

Este es un viejo conflicto en las calles de Alicante que enfrenta al colectivo de discapacitados y al de conductores de autobús. El concejal de Movilidad, Accesibilidad y Seguridad, Fernando Marcos, asegura que al no haber una normativa para los vehículos a motor en el transporte urbano la responsabilidad de dejar subir o no a los pasajeros recae íntegramente en el conductor. De ahí que, conforme se hizo oficial la prohibición, el Grupo Vectalia no pudiese responder a la exigencia de Shut. “No daban ninguna respuesta, solo decían que los vehículos eran pesados y peligrosos, pero yo sabía el verdadero motivo. Al llamar con regularidad a la empresa para avisarles de que las rampas no funcionaban decidieron que por ahí ya no subía nadie”, revela.

Legalmente la empresa se amparaba en que no podían subir motos superiores a los 350 kilos por el peligro que representaban, no solo para sus conductores, sino para el resto de pasajeros. Sin embargo, no existe manera de comprobar su peso cuando acceden a cada autobús (los vehículos de Ingrid Shut y Laura Fernández no superan los 55 kilos).

En las calles de Alicante lleva mucho tiempo sin resolverse el conflicto entre discapacitados y conductores de autobús

Por eso, la solución que se ha propuesto desde el Ayuntamiento es que los propietarios de los scooters deben cumplir tres requisitos mínimos. El primero sería el peso del ciclomotor, el segundo es comprobar si caben en los espacios habilitados y, por último, que aseguren disponer de los correspondientes medios de sujeción.

Una lucha de dos

A pesar de que la orden de la empresa tan solo duró cuatro días gracias a la iniciativa de las dos afectadas y a que cumplían los requisitos requeridos, ambas aseguran que no se les proporcionó ningún tipo de ayuda, ni desde las asociaciones de discapacitados ni desde la plataforma Alicante Accesible. “Les contamos lo que íbamos a hacer y nos dijeron que no íbamos a conseguir nada porque estábamos solas”, recuerda Fernández.

Además, una vez reunidas con el concejal de Movilidad, aseguran que les comunicaron que no podían acudir a las reuniones al no formar parte de ninguna asociación. “Les dije que éramos dos, y eso ya era una asociación. No fueron capaces ni de darnos las gracias. Sin nuestra actuación habrían estado como mínimo seis meses sin autobuses”, protesta Shut.

Aun así, y aunque ambas aseguran que tan solo se ha ganado una batalla de una larga guerra, la lucha no ha sido en vano. El Ayuntamiento, junto con la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE), se ha comprometido a iniciar cursos para concienciar no solo a los conductores, sino también a sus técnicos y a la empresa responsable para analizar la situación actual. Ahora bien, el problema no reside solo en los conductores o en la falta de un reglamento regulador, sino en las paradas, que no están diseñadas para ser utilizadas con rampas eléctricas o manuales a causa de la altura de la acera.

Una nueva flota de autobuses

El concejal insiste en que hay sitios a los que es completamente “imposible” acceder pero confirma que con la nueva remesa de autobuses “toda la flota es ahora accesible”. La experiencia de Fernández le contradice: “Unas rampas van y otras no. De qué me sirve tener wifi o enchufes para cargar el móvil si no puedo acceder al autobús”. Al mismo tiempo, reclama la falta de una segunda canceladora, ya que al entrar por la puerta de salida no pueden pasar su tarjeta, que es el seguro del pasajero en caso de accidente.

El problema reside en las paradas, que no están diseñadas para ser utilizadas con rampas eléctricas

Para Fernández los culpables son la empresa de autobuses y sus trabajadores. “Jamás me han echado una mano cuando iba con mi silla de ruedas y si podían dejarme la rampa peor, me la dejaban”. Cuando explotó el escándalo de la prohibición, un conductor sí les dio la esperanza que las asociaciones no supieron darles en su momento. “Cuando yo conduzca, tú subes, que lo sepas”, les dijo. Una muestra más de que no hay aceras lo suficientemente altas o rampas defectuosas que impidan ayudar a quien verdaderamente lo necesite.

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