Ni Moros ni Cristianos… extranjeros

El ayuntamiento de Altea reconoce la necesidad de proyectos que incentiven la participación en otras fiestas del pueblo

Olivia Martín Dieppa
Periodismo Local Lab
12 min readDec 1, 2019

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Desde 2006, el noruego Harald Johan es miembro de la peña mora Cora d´Algar. Pertenece a ese casi 1% que, aunque no ha nacido en tierra alteana, forma parte de sus fiestas populares y las disfruta como si fuesen propias. Por otro lado está Lucy Villalba. Ocho años han sido suficientes para que se sintiera integrada en su trabajo, en el nuevo barrio y en la cultura tradicional del municipio al que viajó desde Colombia. Pero, al igual que otros tantos extranjeros residentes en Altea, no ha logrado sentirse identificada con sus fiestas. “Alguna vez he ido y no me he sentido cómoda, no sé si porque no es mi tradición o porque no supe disfrutar del ambiente”, relata Villalba.

Gifs realización propia / Daniel Maceira.

Según el Instituto Nacional de Estadística en la revisión del padrón en 2018, Altea alcanza los 22.000 habitantes, de los cuales la tercera parte está formada por extranjeros residentes. Han pasado de representar el 10% respecto del total poblacional en 1996 al 38% en 2018, con un máximo histórico de 8.304 habitantes. Unas cifras que no quedan reflejadas en la presencia festera por parte de estos últimos. Desde la creación de la Asociación de Moros y Cristianos hace 40 años, 2019 ha sido el que mayor número de miembros afiliados ha tenido. Sin embargo, de los 1.400 que forman parte de las peñas, sólo dieciséis han sido de procedencia extranjera (noruegos, franceses, rumanos, belgas, ingleses argentinos y mexicanos).

Dieciséis de las 1.400 personas que forman parte de las peñas son de procedencia extranjera

Las fiestas populares, según explican varios presidentes de las peñas, son la manera que tiene el pueblo alteano de expresar el orgullo por sus raíces y por su historia. Se reúnen y crean asociaciones independientes que constituyen círculos cerrados, como aclara Luis Alvado, presidente de la Compañía Sarrains, en el que la mayoría son amigos cercanos, conocidos o únicamente familiares. Incluso en muchas de ellas, según establece su reglamento, tienen que reunirse para decidir si dejan entrar a alguien como nuevo miembro o no. “Alguna vez me han invitado: intentas disfrutar del momento, pero tienes la sensación de no ser parte de ello”, explica Villalba a la vez que asegura que no pertenecer a una peña hace sentir al visitante excluido.

En otras localidades cercanas a Altea como Calpe o Alfàs del Pi, sí que existe una gran representación extranjera, incluso tienen filas formadas solo por ellos en Moros y Cristianos. Marta Lloret, concejala de Fiestas, aclara que estas zonas tienen una idiosincrasia distinta y son muy multiculturales. En Alfàs, por ejemplo, hay partidos noruegos y rumanos; en Altea, en cambio, no existe una colonia tan grande de extranjeros y su residencia en el pueblo es solo temporal. Villaba, por otra parte, denuncia que las peñas alteanas, a diferencia de estos pueblos son más cerradas y siendo el turismo su principal actividad económica no deberían hacer sentir al visitante “atado” a pertenecer a una peña para que pueda disfrutar de ellas.

El presidente de la Federación de Moros y Cristianos de Altea, Vicent Lloret y Pedro Cortes, el vicesecretario, observan el traje del primer Rey Moro en 1982, Vicent Aznar (Compañía Sarrains) en la Casa de la Cultura / Olivia Martín.

“Los extranjeros son reacios a abrirse a nuestras costumbres, son más felices en su entorno seguro (lengua, actos culturales…)”, explica Vicent Lloret, presidente de la Federación de Moros y Cristianos San Blai de Altea. Por mucho que les guste la fiesta o los trajes, es necesario entender que no es su cultura y no existe ese arraigo con las tradiciones del pueblo, que se han mantenido vigentes pese al paso del tiempo. No conocen la historia de España, ni el porqué de la fiesta. “La fiesta hay que vivirla desde que nacemos para entenderla”, apunta Llorent.

El hecho de que no se integren en la cultura y no sigan las tradiciones, también afecta el mantenimiento de las fiestas de barrio. La fiesta de barrio dedicadas a San Juan, por ejemplo, como comentaba Marga Ripoll, presidenta de la Comisión de Fiestas en honor a San Roque, se ubica en el casco antiguo de Altea, uno de las más explotadas turísticamente. Los jóvenes se están yendo de la zona histórica alteana y las viviendas ocupadas por turistas aumentan, ya que son ellos los que pueden pagarse la mayoría de las casas que quedan a la venta. El resultado es un barrio disperso formado por personas mayores que no pueden encargarse de organizar la fiesta y, por tanto, se pierde.

El idioma es otro de los factores que merma la participación extranjera. “Nosotros usamos el valenciano, es nuestra forma de vivir, ellos se tienen que amoldar a nosotros y no viceversa”, plantea Jeroni Alvado, cofundador y presidente varios años de la Filà Mitja Lluna. “Los visitantes serán siempre bien recibidos”; pero en los actos de las fiestas populares, aunque prevalezca la afluencia castellana o de otro idioma, se hablará valenciano, agrega Luis Fresneda, presidente en 2019 de la Compañía Sarrains.

“La fiesta hay que vivirla desde que nacemos para entenderla”, apunta el presidente de Moros Vicent Llorent

Cada peña es un mundo y muchas de ellas son ideológicamente abiertas y apuestan por la inclusión. Cora d´Algar existe desde los comienzos de Moros y Cristianos y entre sus fundadores están dos belgas y dos noruegos que hoy en día siguen formando parte de la fiesta. Cristians de la Muralla tienen entre sus miembros más activos a un mexicano desde hace más de cinco años y en Tuareg, desde hace una década, participan cuatro noruegos. Todos ellos, desde que comenzaron a formar parte de la fiesta no lo han dejado.

Consciente de la falta de inclusión extranjera, el Ayuntamiento se ha planteado, para las próximas fiestas, hacer los actos y folletos en diferentes idiomas. El objetivo es llegar a todos los públicos y a los medios de comunicación, sobre todo a las cadenas de televisión y periódicos, ya sea de habla holandesa, belga o inglesa que en ocasiones acuden a cubrir informativamente los eventos festeros.

La Federación de Moros y Cristianos expone en el Museo Fester durante todo el año las banderas de cada peña. El vicesecretario de esta agarra la de aquella a la que pertenece: Filà Contrabandistes / Olivia Martín.

Subvenciones desiguales

Moros y Cristianos, a pesar de ser la entidad festera más joven, es la que mayor importancia y participación ha alcanzado con respecto a otras fiestas en Altea, según datos proporcionados por la concejalía de esta área. El Ayuntamiento, pese a que esta fiesta es financiada en su mayoría por los propios peñistas, les ayuda económicamente y se hace cargo del montaje completo de infraestructuras: ecoaseos, escenarios, grupos electrógenos, contratación de las orquestas, la carpa y demás. “Todo un dineral”, manifiesta Segi Candela, técnico municipal de Fiestas.

Infografía de realización propia / Olivia Martín.

Para el resto, la financiación es cero (la ayuda es en infraestructuras: aseos, escenarios, etc). Incluso las fiestas del Arbrets, declaradas Bien de Interés Local (BIL), solo reciben entre mil y dos mil para su mantenimiento, según argumenta Ripoll. Es la propia directiva festera del barrio quien, con su bolsillo, organiza toda la celebración. “Es una labor que requiere dinero, sacrificio y esfuerzo y en la actualidad existe una falta de apoyo por parte del Ayuntamiento”, enfatiza Ripoll.

El barrio costero de San Llorenç tiene una de las fiestas más conocidas de Altea. Al estar ubicado en uno de los focos turísticos de la localidad ha ido perdiendo terreno con el tiempo y ahora está copado de restaurantes y zonas privadas donde ya no pueden llevar a cabo su celebración. El presidente de su Comisión, Jorge Sevila, denuncia que son los más castigados y que, “desde arriba”, deberían ayudarles con el montaje, o, como mínimo, construirles una caseta en la zona donde cada año se celebran los actos principales. No saben cómo pedírselo al Ayuntamiento porque “parece que tienen otras fiestas más importantes que apoyar”, añade Sevila.

Carmen Morales es parte de la comitiva organizadora de San Llorens y este último año ha tenido que guardar la figura del santo, junto con todo lo que sobró de la fiesta, en su casa porque no tienen un lugar donde dejarlo. Los vecinos del barrio, por otra parte, no quieren hacer el pasacalle por la costa, porque alegan que ahí solo hay restaurantes y turistas que nada tienen que ver con la fiesta. Ellos prefieren dos calles más arriba, “y les entiendo porque ahí están sus casas”, explica Sevila. Pero como esa calle es ahora carretera nacional y no les dejan hacerlo, ni siquiera por el arcén, … y por todo ello, viven indignados por la mala gestión de sus tradiciones.

“El Ayuntamiento no puede hacerse cargo de todas las fiestas porque son muchas”, aclara Llorens, la concejala, pero sí colabora, en la medida de lo posible, para mantener su tradición. Cuando no ha existido directiva en algunas fiestas de barrio, se han encargado de que al menos se llevaran a cabo los actos principales. Además, una vez empieza el verano, época festera por excelencia, se hacen ruedas de prensa, como hicieron en el pasado julio por San Pere y así darle visibilidad a la actividad de cada barrio ante el turista y los propios lugareños.

Están poniendo en marcha un proyecto, explicaba el técnico Candela, que consiste en incentivar con premios a todas las celebraciones que innoven a la vez que mantienen la tradición. Además, han implantado recientemente la moda del tardeo, de esta forma los barrios de Altea pueden generar beneficios los primeros días antes de que comiencen sus fiestas.

Moros y Cristianos es la fiesta de mayor participación porque, aparte de englobar a todo el pueblo, cada uno de sus miembros paga una cuota que ronda los 450 euros al año y los invierten en ellos mismos. “Yo me lo guiso, yo me lo como”, replica Lloret. Sin embargo, en los últimos años las fiestas de barrio tienen cada vez más problemas para encontrar quienes se quieran hacer cargo de la junta organizadora porque esto significa trabajo continuo durante todo el año, recaudando e invirtiendo dinero del que luego disfrutan muchos gratuitamente, según manifiesta el presidente de la Federación.

Pagar los casi 500 euros por ser miembros de una peña, limita a muchas personas a formar parte, además, de las fiestas de barrio. Como revela Candela, esta fue otra de las razones por las que barrios como San Roque o Llorenç han tenido años que, por falta de la comisión organizadora, el Ayuntamiento ha asumido como mínimo los actos principales dedicados a los santos para no perder la tradición.

Según datos facilitados por la Federación de Moros y Cristianos de Altea, este 2019 la fiesta con este mismo nombre ha alcanzado las cifras más altas de participación nunca antes registradas. “Recordando los cuatro gatos que éramos al principio, me alegro mucho de que crezca”, confiesa Lloret. Inclusive la cantidad de espectadores en el desfile registra los números más altos. Diez mil personas presenciaron la Entrada Cristiana, desde antes de 2007 no se había vuelto a conseguir datos así, añade Lloret.

Es inmenso el esfuerzo que invierte toda la población alteana para que Moros y Cristianos salga adelante. Cada año se realizan una serie de actividades que le dan visibilidad, entre las que está el acto para enseñar el nuevo cartel y el libro de las fiestas. Por el contrario, las fiestas de barrio desde su fundación nunca han tenido carteles. En las redes solo se publica el programa y horarios que su directiva ha creado. Asoma la necesidad de realizar proyectos que incentiven la creación de carteles propagandísticos para el resto de fiestas en Altea, reconoce Lloret. Asegura que aunque el Ayuntamiento ya se lo plantea, los propios miembros del barrio no están interesados en que aumente mucho más la participación a su fiesta, “buscan la tranquilidad”.

La fiesta de Moros y Cristianos alcanza la consolidación. Desde 2013 aumenta sucesivamente el número de peñistas / Daniel Maceira.

Escaso interés turístico por las fiestas de barrio

Moros y Cristianos ha alcanzado un renombre más allá de las fronteras valencianas a diferencia de las tradicionales fiestas de barrio. Si analizamos los datos sobre la llegada de visitantes a la Oficina de Turismo de Altea, durante el mes de septiembre de 2018 (fecha en la que se celebran las fiestas patronales) se atendieron un total de 2.000 personas, de las cuales 180 preguntaron por las fiestas. Para 2019 entraron a la oficina unos 2263 turistas, y de ellos 145 mostraron interés por Moros y Cristianos. Esto posiciona, por tanto, el interés turístico por dichas fiestas en tercer lugar detrás de temas como información local y transporte.

No ocurre lo mismo con el resto de los meses. En 2018 en junio, julio y agosto preguntaron por las fiestas 341 turistas de más de 6.000 visitantes que visitaron el pueblo. El año siguiente más de 5.000 se pasaron por la Oficina de Turismo, pero solo 149 se interesaron por el mismo tema. La demanda es por tanto mucho más baja.

En septiembre, época de Moros y Cristianos, hay menos turistas en Atea pero más interés de su parte por las fiestas / Daniel Maceira.

En los meses de verano, se duplica la llegada de turistas a Altea, no obstante disminuye cuantiosamente el interés por las fiestas. Pero unos meses después, a pesar de la gran pérdida de visitantes que trae consigo septiembre, resulta que existe mayor curiosidad de los turistas por este tipo de temas. El interés por las fiestas pasa de un noveno lugar durante verano, detrás de temas como Benidorm o gastronomía, a un tercero en fechas más próximas a la celebración festera de Moros y Cristianos.

Pese a que las fiestas patronales parezcan oscurecer al resto en Altea, la concejala del área asegura que cada vez se está convirtiendo en un trabajo colaborativo entres todas, ya sea la Federación de Fiestas de Sant Blai con las comisiones de barrio. Además sostiene que está siendo muy bueno para la población que Moros y Cristianos se consolide como un producto turístico de calidad que cada año atrae a más visitantes a la localidad.

Habrá que esperar y ver si las fiestas de barrio alteanas, con más de 100 años de historia serán consumidas por una joven y potente Moros y Cristianos o, como apuntan diferentes iniciativas, colaborarán entre todas con el objetivo de mantener la tradición, lograr el apoyo igualitario y la inclusión. Un nuevo proyecto que haga a residentes como Villaba sentirse parte de la fiesta, aunque no sea su tradición… y, en definitiva, demostrar lo que confiesa la concejala Lloret: “Seguimos buscando la integración del extranjero, no solo como visitante sino como miembro de nuestras filas, ese es el objetivo final”.

Metodología

Un total de cinco semanas hemos necesitado para realizar este reportaje y las fuentes que utilizamos para ellos son documentales y personales. Las fiestas de Moros y Cristianos se celebran en casi todas las poblaciones de la Comunidad Valenciana, pero nos decantamos por Altea. A parte de ser un pueblo al que conocemos, ya teníamos algunas ideas con respecto a la poca participación extranjera en ellas, tema que tratamos principalmente, y sobre le interés turístico que tienen.

No existe ninguna información pública sobre el tema. Entonces, para conseguir todas las bases de datos utilizadas, nos pusimos en contacto directo con la Concejalía de Fiesta de Altea. La concejala y el técnico municipal de Fiestas del pueblo nos facilitaron información sobre la financiación que el Ayuntamiento aporta a cada una de las celebraciones, así como el número exacto de fiestas de la localidad.

Nos pusimos en contacto mediante correo electrónico con el presidente de la Federación de Moros y Cristianos, quien nos envió, en los 40 años de historia de dicha fiesta, cuántas peñas se crearon, desaparecieron o refundaron. Además, nos aportó información sobre la cantidad de miembros de las Asociaciones a lo largo de la historia, así como programas y nuevos proyectos que se están llevando a cabo para mejorar la fiesta.

Para conseguir la información turística hablamos con la Oficina Municipal de Turismo. Estos, sin ningún problema, nos facilitaron datos y gráficas acerca del interés de los turistas que visitan Altea en la Fiesta y en qué posición se ubica esta demanda.

Cosecha propia es un formulario de Google que publicamos en nuestras redes sociales y distribuimos a todos los alteanos pertenecientes a peñas que conocíamos con el objetivo de saber cuántos extranjeros residentes formaban parte de sus compañías o filas.

Entrevsitas:

-El viernes 8 de noviembre entrevistamos a Segi Candela, técnico de Fiestas. Junto a él estaba, en la misma sala, Marta Lloret, concejala de Fiestas, aprovechamos, por tanto, la ocasión.

-El martes 12 realizamos la entrevista a Vicent Lloret, presidente de la Federación de Moros y Cristianos de Altea.

-Ese mismo martes quedamos con Marga Ripoll, presidenta de la Fiesta de barrio en honor a San Roque.

-El siguiente jueves 14 entrevistamos a Jeroni Alvado. Ha sido cofundador y presidente en repetidas ocasiones de la peña de Mitja Lluna.

Además de ellos realizamos encuentros con más presidentes de peñas y de fiestas de barrio con el objetivo de obtener otras perspectivas para el reportaje. En total entrevistamos a ocho personas. Después de ello utilizamos las herramientas de datawrapper y genial para realizar gráficos interactivos que reflejaran el interés de los turistas en las fiestas y cómo varía la financiación por parte del Ayuntamiento cuando se trata de una fiesta u otra. También añadimos una infografía a través de la plataforma Canva.

El siguiente paso fue redactar el texto y adjuntar las fotos de apoyo. Nos pareció, que más interesante que poner una fotografía de archivo sobre desfiles de Moros y Cristianos, era usar aquellas que reflejaran la historia de los mismos y hechas por nosotros.

Se puede acceder a todos los datos y a las declaraciones de las fuentes más importantes a través de este enlace de drive:

https://drive.google.com/drive/u/1/folders/1fctbwAnadCC50YszW0eYOGLmx7hG5LMs

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