Pilares quebrados y olvidados

La Administración pública no dispone de ayudas específicas para la atención de los cuidadores de personas dependientes

David Sala
Periodismo Local Lab
3 min readJun 18, 2016

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Detrás de cada dependiente hay un cuidador agotado y desamparado / David Sala

“En la salud y en la enfermedad…”. En pocos matrimonios esta archiconocida promesa de amor y fidelidad debe ser tan sincera como en el de Angelines Domenech. En febrero de 2005 su esposo sufrió un derrame cerebral que le hizo perder prácticamente toda la movilidad, convirtiéndolo en una persona dependiente. Desde entonces, Angelines dedica cada segundo de su vida a ofrecerle los cuidados y atenciones que necesita: “Decidí dejar mi trabajo para cuidarle yo misma porque lo quiero mucho y lo ha sido todo para mí”.

Como Angelines, miles de cuidadores y cuidadoras (en su mayoría mujeres) desempeñan este rol difícil, silencioso y en ocasiones frustrante. Y lo hacen con una mínima ayuda gubernamental procedente de una Ley de la Dependencia tan escasa como imprescindible. Más allá de esa contribución económica que el Gobierno ha reducido en los últimos años (casi 3.000 millones menos al final de la última legislatura), las dolencias y trastornos de los propios cuidadores se quedan en el olvido de la Administración pública.

Secuelas físicas y psicológicas

La tarea de cuidar a una persona dependiente trae consigo graves lesiones físicas y psicológicas. Angelines sufre intensos dolores lumbares por los esfuerzos que realiza para incorporar y desplazar a su marido. Sin embargo, asegura que la carga psicológica es aun más pesada: “He tenido que recibir asistencia psiquiátrica porque no aceptaba lo que le había sucedido a Luis. Incluso llegué a desear que hubiera fallecido porque me veía incapaz de llevar esto. Gracias a la ayuda psicológica he podido salir adelante”.

“Una cuidadora de Novelda murió por agotamiento y estrés”, asegura una trabajadora social

Angelines resiste alternando la medicación con ciertos momentos de evasión a través de la lectura. Pero no todos los cuidadores soportan ese lastre psíquico. Virginia Tovar, trabajadora social, ha conocido casos terribles en sus nueve años como responsable de la Dependencia en los Servicios Sociales de Novelda: “He tratado a muchísimas cuidadoras desesperadas que no paraban de llorar. Incluso una de ellas murió de estrés y agotamiento”. Además, el agotamiento convierte a muchas de ellas en “auténticos cadáveres”, añade.

Vacío administrativo

La Administración pública ofrece cierta ayuda para afrontar los apuros económicos que acompañan al cuidado de los dependientes. Sin embargo, no existen prestaciones específicas para los cuidadores, ni siquiera a nivel local. Así lo confirma Genoveva Micó, concejala de Servicios Públicos en el Ayuntamiento de Novelda: “Se intenta ayudar con todos los medios de los que se disponen. A nivel psicológico, Sanidad ofrece ayuda psicológica y psiquiátrica, pero no existen ayudas específicas para los cuidadores”.

Virginia Tovar culpa de este abandono a los políticos de los distintos ámbitos: “No hay un plan establecido para atender a las cuidadoras. Ni el gobierno municipal ni el autonómico se preocupan de humanizar la Ley de la Dependencia. En los nueve años que llevo trabajando en Novelda no he visto conciencia social en ningún equipo político”. La trabajadora social revela también que sus superiores le han llamado la atención cuando ha llevado a cabo una atención más especializada por voluntad propia: “Se me exigía que atendiera a una persona cada 15 minutos y yo me negaba para poder mimarlas durante ese rato de despacho”.

Compartir la angustia

Más allá de mejorar las escasas prestaciones económicas de las que disponen los dependientes y sus familiares, Tovar prioriza la necesidad de ofrecer a los cuidadores fórmulas para exteriorizar sus angustias: “Hace falta un programa de intervención solo para las cuidadoras de Novelda. Necesitan grupos de apoyo para contar su historia y desahogarse”.

Esta propuesta viene respaldada por las demandas de cuidadoras como Angelines: “Algún tipo de charla con algún profesional o con otras cuidadoras nos sentaría bien”, añade.

Muchos cuidadores de dependientes reclaman grupos de apoyo para compartir sus historias

A la espera de unas medidas gubernamentales que no llegan, ellas buscan esa evasión por su cuenta. “No suelo salir mucho, pero de vez en cuando voy a desayunar con una amiga que está en mi misma situación, hablamos del tema y compartimos risas y llantos. No hay que dejarse nada dentro”, comenta Angelines.

Sin apenas apoyo gubernamental para soportar sus numerosas cargas familiares y personales, Angelines Domenech y el resto de cuidadores de personas dependientes luchan por atender a sus seres queridos de la mejor forma posible y no desisten a pesar del dolor.

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