“La expulsión del agresor supone alejar el problema, no abordarlo”

Thomas Ubrich, investigador en Save the Children España, insiste en que es necesario sensibilizar a los niños ante una situación de violencia

Thais
Periodismo Local Lab
3 min readApr 27, 2016

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Thomas Ubrich / TWITTER

“Niños y niñas que agreden a niños y niñas”. Así define Thomas Ubrich (Estrasburgo, Francia) el bullying, una forma de violencia que reina en las escuelas. El investigador se ha convertido en el defensor de los menos favorecidos, trabaja sobre la parte humana de las cuestiones inhumanas y, además, es autor de diversos escritos contra la pobreza infantil.

Pregunta. Save the Children trabaja en más de 120 países. ¿En qué nivel de alarma se sitúa España con respecto a sus cifras de bullying?

Respuesta. Es una realidad preocupante, sobre todo por las consecuencias que tiene en el posible desarrollo de los niños, pero no consideramos que podamos ni debamos crear alarma social.

P. ¿Qué provoca que comunidades como Andalucía, Murcia, Melilla y las Islas Baleares posean una media de acoso superior a la estatal?

R. Nuestro estudio no entra en los porqués, pero hemos podido observar que pese a que Andalucía posee planes de convivencia y protocolos de actuación bastante desarrollados, es una comunidad que sale con unos niveles muy altos de acoso. Puede que no se deba a que exista un mayor nivel de bullying, sino porque los niños son más conscientes a la hora de denunciar ciertos actos.

P. Un dato que proporciona su informe es que 6 de cada 10 alumnos han insultado a sus compañeros, pero no todos ellos acaban agrediendo físicamente. ¿Cómo se traspasa la barrera del acoso verbal al físico?

R. Los niños no tienen por qué agredir después; no son unos pasos que deban darse de manera necesaria. Los golpes físicos y las amenazas son formas de violencia, pero no todas esas experiencias pueden calificarse como acoso, ya que tienen que ser mucho más intencionadas. Debe haber una situación de desequilibrio entre la víctima y el agresor, donde este último tiene mayor poder físico, psicológico y social.

P. El estudio insiste en que se debe “educar al agresor y no criminalizarle”. ¿Cree que el acosador no recibe el apoyo suficiente para ayudar a tratar esa actitud violenta?

R. Hemos detectado que no existen espacios donde los niños puedan compartir lo que les está pasando y los profesores puedan hacer un seguimiento de la situación. Esto muestra unas carencias al tratar el problema, ya que se suele proteger a la víctima mediante la expulsión sistemática del agresor, lo que implica alejar el problema en lugar de abordarlo.

“No existen espacios para que los menores puedan compartir lo que les está pasando”

P. ¿Deben tratarse de manera diferente un episodio puntual de violencia y un caso de bullying prolongado?

R. No deja de ser violencia, pero el bullying siempre implica una prolongación en el tiempo y existe una serie de factores detrás de esta situación de acoso.

P. En el estudio sostienen que en el bullying impera la Ley del Silencio. ¿Cuáles son los motivos por los que este tipo de acoso es menos denunciado?

R. En primer lugar, no existen políticas fuertes que penalicen o traten el acoso. Además, en ciertas ocasiones, los adultos no le suelen prestar la atención requerida por considerarlo como “asuntos de niños”, lo que deriva en que el menor no vuelva a recurrir a sus padres o profesores para notificarles la situación.

P. El colegio San Roque de Alcoy ha puesto en marcha la “patrulla del patio”, un grupo de alumnos de 5º y 6º de primaria que se encarga de vigilar indicios de bullying en el patio. ¿Cree que los propios niños son los indicados para velar por la seguridad de sus iguales?

R. Pienso que es necesario sensibilizar a los niños, pero una cosa es hacerlos partícipes y otra muy diferente, responsabilizarlos.

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