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Servicios de última milla y penetración de tarjetas en tiempos del COVID19

Armando Picón
Mi Diario de Viajes
4 min readApr 13, 2020

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Me encuentro en este momento terminando un vaso de jugo de naranja y un sandwich que compré en un comercio de comida local aquí en Santiago de Chile.

Al pensar un poco en cómo es posible que en tiempos de COVID19 tenga la posibilidad de consumir de un conjunto de restaurantes o comercios de expendio de comida, encuentro que hay un conjunto de negocios que, a pesar de la crisis, han encontrado la forma de mantenerse en funcionamiento.

En las últimas semanas, sigo con detenimiento las noticias y anuncios que hacen tanto el gobierno de Chile como el de Perú, el país en el que vivo y el país del que soy originario, respectivamente. Entre los anuncios que se hicieron en Chile alcancé a oír un término que quedó fijo en mi mente “cadena de distribución”.

“Aquí en Perú no podemos comprar en restaurantes ni nada que esté fuera de los insumos de primera necesidad”, entiéndase por ello que la gente solo puede comprar alimentos y medicinas. Siendo que Perú es un país gastronómico, la única forma de disfrutar de un buen plato de comida será solo si uno es capaz de prepararlo. Lamentablemente, habrá una buena cantidad de personas que no cuenten con el talento necesario para llevar a cabo tan suculenta labor.

Pienso un poco en mi situación. Vivo solo, sé cocinar y trabajo para una empresa que forma parte de las plataformas tecnológicas de última milla (lasts mile technology platforms). Llevo además 30 días encerrado en casa.

Desde que en la empresa nos pidieron que hiciéramos trabajo remoto o home office, poco a poco he tenido que adquirir ciertos productos que escapan del concepto de “artículos de primera necesidad”. Por ejemplo, tuve que comprar una mesa y repisa para armar una estación de trabajo en un rincón del departamento; estos artículos los pude comprar online, por medio de la página web de un almacén de la ciudad. Dada las circunstancias y la naturaleza de mi trabajo permanezco sentado gran parte del día; para ello, las sillas comunes y corrientes que disponía no eran apropiadas. Esto motivó a que por medio de la web de una tienda de artículos de cómputo pudiera comprar una buena silla de trabajo. Inclusive, tuve que comprar algunos artículos de tecnología que necesitaba también para complementar la experiencia de tener reuniones con mi equipo de trabajo.

Me pregunto ¿cómo habría sido mi experiencia de trabajo remoto si no hubiera sido posible comprar todas estas cosas? La primera idea que se me viene a la mente es que me encontraría adolorido de los glúteos y mi espalda, posiblemente, me estaría pidiendo descanso a gritos. Aquí es donde agradezco mucho la medida del gobierno chileno de permitir que la “cadena de distribución” no se corte. De un lado, yo consigo lo que requiero y, por el otro lado hay comercios que pueden seguir en funcionamiento.

Vale mencionar que estos comercios funcionan a puertas cerradas y solo permiten las compras con entrega a domicilio y que hay una empresa privada que se encarga de canalizar la recepción y reparto de los artículos.

Debido a la situación por la que venimos atravesando, no me atrevo a ir al supermercado a comprar víveres o a ir a la farmacia a comprar medicinas; pero gracias a servicios que brindan las empresas de tecnología de última milla, puedo adquirir todo lo que necesito sin necesidad de salir de casa. En este escenario me pregunto ¿cuántas personas más estarían expuestas si este servicio no estuviera disponible? No niego que los repartidores pueden correr el riesgo de estar expuestos, pero es más práctico que una persona se proteja para llevar a cabo estas labores en lugar de varias “decenas” que tendrían que hacerlo de no estar disponible este servicio.

Nuevamente, gracias a que las empresas de última milla están consideradas como parte de la “cadena de distribución”; no solo es posible el reparto de artículos de primera necesidad, sino también de otro tipo de cosas, como por ejemplo la comida preparada. Varios restaurantes están cerrados al público, pero la cocina no tiene por qué cerrar. Es por eso que varias de estas trabajan a puertas cerradas y ponen a disposición un espacio para la entrega de la comida a los repartidores. De este modo, cuando estoy cansado, puedo tener comida recién preparada, mientras que del otro lado habrá un conjunto de personas que pueden seguir trabajando tomando las medidas de seguridad pertinentes que a su vez contará con ingresos.

¿Qué otro elemento está presente en todo esto? La disposición de medios de pago electrónicos, entre los que figuran las tarjetas de débito y crédito, las transferencias bancarias y los monederos virtuales. Vale mencionar que en Chile un buen número de personas cuenta como mínimo con una cuenta vista y con su respectiva tarjeta de débito.

Volviendo a la situación en Perú las preguntas que me surgen son ¿por qué no se puede vivir una realidad similar? ¿Por qué la medida tiene que implicar parar todo sin permitir que las pymes puedan encontrar otra forma de seguir operando? ¿Quiénes son los responsables de que la efectividad de la “cadena de distribución” sea tan débil allá? ¿Quiénes son responsables que el e-commerce no esté siendo adoptado como un buen medio para mantener a parte del sector económico aún en marcha?

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Armando Picón
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