Mi diario nocturno

Aleksei Mora
Mi diario nocturno
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10 min readAug 28, 2014

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Comienzos 1

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Capítulo 1

Cuando Leonardo abrió los ojos, se encontraba en una habitación elegantemente decorada, excepto por las ventanas, las cuales habían sido pintadas de negro para bloquear la luz del exterior. Un antiguo sillón blanco, con detalles en madera y de principios del siglo pasado, descansaba a un lado. La luz tenue de los focos alumbraba su atractivo rostro pálido de aproximadamente cuarenta años. Era delgado y con perfil fino y definido, y vestía con prendas a la medida elegidas prolijamente. Admiró los cuadros que complementaban la decoración del lugar. Este Príncipe no tiene tan buen gusto… Pensó. Se calzó los zapatos y alisó su camisa antes de salir del recinto. Afuera encontró un pasillo largo y oscuro alumbrado únicamente por la luz de la luna que se filtraba por un vitral pocos metros detrás de él. En silencio caminó en dirección a las escaleras de caracol al principio del pasillo, su habitación era la más alejada. Al pasar la primera puerta, escuchó un ruido metálico del otro lado. Curioso, abrió lentamente y un chirrido llenó el cuarto. Enfrente tenía una silla dándole la espalda, por lo que no podía ver a su ocupante. Los ruidos se hicieron más fuertes y escuchó un gemido, parecía estar clavada al suelo sobre una base. Temeroso, Leonardo se volvió y salió de la habitación. Al salir, su vista se posó en la luna detrás del vitral y caminó hacia él, hechizado por su belleza.

Viserys escuchó el chillido de la puerta al abrirse e intentó pedir ayuda, pero la mordaza en su boca encarceló su voz y los grilletes fijaban manos y pies a la silla en la que se encontraba. Sus pies apenas tocaban el suelo y su cabello negro caía ligero sobre su rostro infantil y pálido. Al percatarse de que el visitante se había ido, intentó romper sus cadenas, pero su fuerza de niño fue insuficiente. Examinó el lugar y solo vio una pared desnuda y una mesita sobre la que descansaba una llave. Se movió lo más que pudo para ver si podía tirar la silla, pero esta estaba pegada al suelo. Forcejeó una vez más y los grilletes de sus manos le desgarraron la piel. El niño cerró los ojos y maldijo en su mente. Nunca habría aceptado la invitación del Príncipe de no haber sido por sus roces con el Sabbath. Sintió las gotas en sus muñecas y observó su sangre. Fuck. Comenzaba a sentirse hambriento.

Lioshik, Ouroboros y Kraven despertaron en la misma habitación sin muebles o decoración. Kraven se acomodó los anteojos y Lioshik se ajustó su paliacate sobre la frente. Ouroboros aprovechaba para examinar a sus compañeros de cuarto. “debes matar a alguien que estará en ese piso” Le dijo Hollister antes de llevarlo a ese cuarto la noche anterior. El primero en romper el silencio fue Kraven, un joven de un metro setenta. Su piel, como la del resto, era tan pálida como cualquier cadáver; usaba anteojos, jeans, una gabardina sobre su camisa y traía el cabello corto. — Mucho gusto, me llamo Kraven. — Le tendió la mano al vástago más cercano, Ouroboros, quien al únicamente hablar holandés y un poco de italiano, no le entendió al español de Kraven. Aún así le dio la mano. Ouroboros tenía rasgos europeos. Alto, rubio y atlético. Su olfato le hizo notar que ambos eran hermanos de clan. Parado en una esquina, Lioshik leía una nota que había encontrado en uno de sus bolsillos y los miraba de reojo. Parecía de veinticinco años y era bastante delgado. Aunque de la misma estatura que Kraven, no compartían el mismo aroma en la sangre. Un paliacate negro a modo de banda evitaba que su cabello negro, con rayos plateados y medianamente largo, le cayera sobre la cara. Vestía con unos jeans negros y botas de viaje, con una playera blanca y chamarra de mezclilla. “Sal del edificio con al menos cuatro personas”. Leyó una letra en manuscrita e italiano. Hay más personas en este lugar. Ouroboros y Kraven revisaban el lugar. Habían dos puertas, una del lado de Lioshik y otra del lado de los assamitas. Ouroboros abrió la puerta cercana a él y se topó con una pared de ladrillos. Viendo eso, el ravnos giró la perilla de la suya y la abrió.

Su cuarto estaba a un lado de las escaleras de caracol que subían y bajaban, pero caminó al lado contrario al escuchar un ruido tras una de las puertas. Le pareció ver una silueta al final del pasillo. Alguien de pie frente al vitral. ¿Nos espían? Lo ignoró por el momento y entró en la primera habitación. Había una mujer inconsciente colgada de los brazos y con los pies encadenados al suelo. Lioshik se acercó y la acarició. Su cuerpo era cálido y el vientre se inflaba rítmicamente. Aunque no tenía hambre, no podía dejar pasar su oportunidad de alimentarse, así que bebió un poco de su sangre hasta quedar lleno. La chica se puso pálida, pero se aseguró de que aún respirara. Kraven entró a la habitación y se acercó a la mujer, su mano tembló dubitativa y la nalgueó. La mujer despertó y al descubrirse encadenada y frente a dos desconocidos, empezó a gritar y agitarse, provocándose sangrado en las muñecas. Lioshik le lanzó una mirada inquisitiva a Kraven, quien salió corriendo del lugar. — No quise hacerlo… — Susurró. Intentó calmar a la mujer. Ouroboros estaba en medio de la escalera de caracol cuando vio a Kraven salir del cuarto y correr por el pasillo. Viserys escuchó que alguien entraba a su cuarto deprisa y los gritos de una mujer. Ansioso, intentó liberarse de nuevo. Kraven apareció en su ángulo de visión y se miraron. El assamita percibió la sangre en las heridas del tzimisce y un hambre salvaje lo incitó a devorar al niño. ¡No! Contrólate Kraven. No aquí. Cerró los ojos y apretó sus puños para controlarse bajo la confundida mirada del niño. Cuando por fin se sintió bajo control, le quitó la mordaza para dejarlo hablar. — ¡The key! — Kraven no entendió, pero miró en la dirección en la que veía el niño y encontró la llave. — Llave, claro. — Quitó el seguro de los pies y después liberó las manos. Viserys se levantó y lamió sus heridas. Kraven volvió a sentir esa incómoda hambre. En el momento en que bajó de la plataforma a la que estaba sujeta la silla, sonó un “click”. Ambos se miraron, y el niño fue el primero en correr, directo a la fuente de los gritos. Se abalanzó sobre la mujer que aún gritaba y la mordió en el muslo, que era el lugar más alto que alcanzaba. Bebió para saciar su sed, pero un golpe lo apartó y estampó contra un mueble, tirando vasijas y floreros. Al alzar la mirada, vio a Ouroboros, que lo amenazaba. — Es mía. — Le dijo en holandés, pero Viserys no entendió. Ya no estaba hambriento y entendió el mensaje principal, así que no intentó beber más. A su lado, un brillo dorado llamó su atención. Eran dos monedas de oro, una de ellas con un ojo grabado en cada cara. Las cogió discretamente. Ouroboros intentaba beber de la herida en el muslo de la mujer, quien ya agonizaba debido a la pérdida de sangre, cuando Kraven entró y vio la escena. Lo golpeó para alejarlo de ella. — ¡No mates! — Ouroboros se volteó hacia él e intentó alimentarse de nuevo. Kraven se interpuso. Lioshik había estado observando desde que se alimentara, pensando en qué hacer para liberarla, pero ya no tenía caso. El vientre había dejado de inflarse. Uno, dos, tres… — Contó a los del cuarto. Posó la vista en la mujer. — Aún falta uno. — Recordó la silueta del pasillo. Mientras, Viserys ya había salido de la habitación, no sin antes dedicarles un assholes a los demás.

Hollister se encontraba en la sala de estar de la planta baja. A esas alturas ya esperaba que al menos alguien hubiera bajado. ¿Se habría equivocado de personas? Vestido con elegancia, su porte inspiraba respeto y su físico un poco de temor, pues a pesar de verse viejo, se mostraba fuerte y con vigor. — Tal vez necesitan un poco de estímulo. — Se dijo a sí mismo. Echó lo que quedaba de su botella de cognac en un florero y le prendió fuego con su encendedor. Controló el impulso de huir y lo arrojó hacia las escaleras de madera. Su cabaña era toda de madera, permitiendo al fuego propagarse rápidamente.

Viserys había subido al segundo piso a revisar los cuartos. Había encontrado y guardado otra moneda con ojos grabados, sin embargo al entrar a uno de los últimos, alguien lo atacó con un florete y ahora se encontraba pegado contra la pared. Intentó luchar, pero sus pequeños brazos y piernas no alcanzaban a golpear a su atacante; intentó otra táctica.

- Oye, tranquilo. ¿Qué quieres? — Le preguntó en inglés.

- Sucio tzimisce. Dime dónde está el Príncipe.

- No sé, no lo he visto. Si me bajas, podemos buscarlo los dos. Yo también lo estoy buscando. — Su atacante rió divertido.

- No tengo razón para trabajar junto a alguien de tu calaña.

Un grito proveniente del piso de abajo los alertó. El sujeto le clavó el estoque en el hombro y lo dejó pegado a la pared. — A ver cómo sales de esta. — Se burló antes de salir corriendo.

-¡Fuego! — Gritó Lioshik en todos los idiomas que conocía. Iba junto a Leonardo hacia la planta baja para buscar al Príncipe cuando una pared de fuego se interpuso en su camino. Ouroboros salió corriendo del cuarto en el que había dejado de pelear con Kraven. — ¡Hollister! — gritó, y como un rayo pasó al lado de ellos y saltó entre las llamas que lo quemaron enseguida. Sus gritos de dolor llegaron hasta los oídos del ravnos y el toreador, quienes se miraron. — No sé tú, pero yo no quiero quemarme. Sígueme. — Le dijo el italiano. Corrieron hacia el vitral al final del pasillo y, en la carrera, vio cómo Kraven sostenía el cuerpo desangrado de la mujer. — ¡Ven acá! — Le gritó en italiano, pero Kraven lo ignoró. Como quieras. En el vitral, Leonardo abrió parte de la ventana, por donde cabía perfectamente una persona. Lioshik se paró en el borde y buscó cómo bajar. Vio unos árboles a cuyas ramas podía llegar con suficiente impulso. Se preparó. — ¿Seguro vas a saltar? — Le preguntó el toreador. El ravnos saltó. Ágilmente se cogió de una rama, dio una maroma y cayó de pie sobre la misma. Se volteó hacia sus compañeros. — ¡El que sigue! — Leonardo aún dudaba, por lo que Kraven, quien acababa de llegar, lo hizo a un lado y saltó. No tuvo el suficiente impulso y estuvo a punto de caer, pero una mano lo detuvo. Era Lioshik. Comenzaron a bajar por el tronco seguidos de Leonardo que ya había saltado.

La casa ya estaba casi toda en llamas y Ouroboros había llegado a la sala donde Hollister estaba atrapado por maderas que habían caído del techo. Usando sus capacidades acrobáticas, saltó el obstáculo que su jefe no podía y llegó con él. — Te tardaste. — Reprendió el Príncipe ventrue. Entre los dos cargaron un carpetero de metal y lo usaron para abrirse paso. Unas brasas cayeron sobre el viejo, pero rápidamente se las quitó y su piel se regeneró, cosa que no sucedía con Ouroboros, pues las brasas que le caían le quemaban enseguida y no cicatrizaba. Finalmente lograron salir por una de las ventanas directo al pasto bajo el manto estrellado. — Gracias, Ouroboros. — El assamita asintió, bastante malherido debido al fuego. Leonardo, Kraven y Lioshik los alcanzaron. Hollister los contó. — Falta uno. — Se escuchó el romper de cristal y un bulto salió por una de las ventanas del segundo piso. Era Viserys, quien por seguir buscando tesoros casi había sido calcinado. El impacto con el suelo le rompió varios de sus huesos, pero rápidamente se los acomodó. Aunque cojeaba, podía caminar. Kraven notó que el cielo se aclaraba. Primero pensó que era por el fuego, pero el miedo que nació en él lo hizo darse cuenta de que era peor. — Está por amanecer — Dijo asustado y en español, por lo que únicamente Hollister le entendió. Lo repitió en italiano para que los demás lo siguieran hacia el bosque, en busca de una cueva que Hollister conocía. En el camino, una explosión proveniente de la casa los alarmó y Viserys y Kraven se maldijeron a sí mismos por olvidar el“click” que habían escuchado.

El Príncipe Hollister, Kraven, Lioshik, Viserys, Ouroboros y Leonardo esperaban en la cueva y curaban sus heridas, ignorantes de que tenían a un assamita, Ouroboros, al borde del frenesí. Viserys admiraba sus tres monedas y Lioshik se le había acercado. — Interesante, — dijo. — ¿Puedo ver? — En un rápido movimiento le quitó una de ellas. Viserys se molestó e intentó quitársela, pero Hollister lo detuvo y les habló en voz baja. — Cuídenlas bien. Les ayudará con La Camarilla. — Viserys, refunfuñó e insultó a Lioshik en inglés, quien lo ignoró mientras contemplaba satisfecho su botín. El niño guardaba sus monedas cuando su atacante apareció en la cueva. Lo miró con recelo.

-¿Necesitas algo? — Preguntó Hollister.

- Dentro de dos noches habrá un Cónclave en Londres y requieren al Príncipe de Chile. — Le dijo en español. Hizo una reverencia y acto seguido desapareció ante sus ojos.

-Mañana partimos para Londres. -Les dijo en Italiano y repitió en inglés para Viserys. Todos asintieron. El sol salió y, protegidos en el fondo de la cueva, uno a uno cerraron los ojos.

Aleksei Mora

#PalabrasDeAireYTierra

Como saben, esta es una historia que iré actualizando semanalmente. Espero que disfruten leerla tanto como mis amigos y yo nos divertimos al crearla.

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Aleksei Mora
Mi diario nocturno

Autor de “Era Natural. Semillas”. Entusiasta del Marketing Digital, la fantasía y tecnología. Process Improvement manager. http://a.co/gKwjDwi