Emigramos en un mal momento

“Emigramos en un mal momento” — lo pensé una y otra vez a medida que pasaban los meses. Apenas conseguimos un departamento más caro de lo planificado, empezaron los despidos y después de eso, otros efectos del covid: devaluación, inflación.

El dólar cuando llegamos estaba cerca de los 20 pesos y ahora dos años después está a 17 pesos, con riesgo incluso de bajar aún más.

Las oportunidades de empleo para extranjeros han disminuido, al tiempo que para los profesionales nativos la competencia ha aumentado, teniendo ellos que aplicar en promedio a más de 50 vacantes y conseguir solo 5 entrevistas (esto puede variar dependiendo que tan optimizado esté tu CV, área de interés, etc).

A ratos hemos sentido que estamos nadando contra corriente, donde la opción de volver a México se torna como una posibilidad.

Sin embargo hemos apostado tanto por estar donde estamos: noches de estrés, desvelos, aprendizaje duro de trámites interminables, dejar a nuestra familia atrás, impuestos, el mar de deudas. Y en mi caso: no poder trabajar ya que mi visa dependiente no lo permite.

He leído que es normal que un porcentaje de inmigrantes (independientemente del país a donde se muden) experimente arrepentimiento o dudas sobre todo en los primeros años ya que al ser un proceso de adaptación se vuelve difícil.

Sin embargo, a pesar que sabemos que elegimos un momento históricamente complicado y las cosas van a seguir siendo difíciles en lugar de mejorar, seguiremos intentando y después de eso seremos flexibles por si la vida nos lleva de regreso a México u otro país.