Decires y sentires para mi querida Dragona

Mimí Yohualli Kitamura
Mimí Kitamura
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5 min readNov 23, 2018

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O de cuando la Academia intenta definirte marioneta si estudias letras

Nosotras

[No guardes silencio: Imagina que recibes estos garabatos ocultos en un sobre sepia con manchas de tintero expandidas desde la sístole-diástole de mi cognición].

Hace unos días ―mis distracciones siempre me hacen perder la noción del tiempo―, escribiste el siguiente comentario en Facebook: «Me da harta risa cuando mis profesores dicen que una no está en la carrera pa’ ser escritora».

Sentí una de esas bofetadas que te transportan a 88 millas por hora y caminé en mi primer día de clases en FES Acatlán.

Reviví mi emoción de volver a las aulas y, al mismo tiempo, volví a mascar la amargura que sentí cuando, por segunda o tercera ocasión, fui rechazada de Diseño Gráfico.

Mi sueño humano era convertirme en ilustradora, pero mi yo preparatoriana ―entre sus desmadres, sus conflictos internos y sus discusiones con papá y mamá― aprobó la preparatoria con un promedio que le «impidió» realizar esa fantasía.

Antes de ingresar a la facultad, dediqué dos años de mi vida al trabajo: fui mesera en una cafetería, vendedora de chiles secos en un mercado, dependienta de un local de materias primas, intendente y asistente escolar en un kínder… y en cada una de esas experiencias fui humillada de alguna u otra manera. (Aunque también aprendí y sonreí mucho).

Las personas asumen que eres «estúpida» por trabajar en ese tipo de cosas, te gritan, te pendejean y, aunque tú las recibas con una sonrisa, te tiran su mala vibra; quizá por eso me emocioné tanto cuando me inscribí en mi segunda opción, yo no quería pasar el resto de mi vida soportando a gente que me hacía sentir derrotada y menos por unos cuantos dineros. (Ingenua, eso siguió y seguirá pasando el resto de mis días).

Lo que más recuerdo de mi primer día en Acatlán es que me quedé parada frente a la escultura de Sor Juana Inés de la Cruz, le conté que me sentía burlada por la vida, porque siempre me cerraba las puertas a las opciones que yo deseaba y me obligaba a entrar en laberintos que, a tropezones, tenía que descifrar. (Tampoco imaginaba que un día me gustaría tanto el poetry slam).

Ese día la respuesta de Sor Juana no fue clara, me gusta imaginar que también se burló de mí porque renegué a la religión que me impusieron en casa, pero resguardé el hábito de orar con las esculturas.

Así era la Mimí semilla floreciendo como estudiante de Lengua y Literatura Hispánicas: alegre, incierta, ingenua, emocionada.

Mi querida Dragona, no voy a mentirte, tengo muchas debilidades y mi primer semestre fue un martirio. Dos años trabajando me bastaron para olvidar cuestiones básicas del Español, sentía inseguridad y no era capaz de escribir una sola línea con la ortografía correcta.

Mis ensayos ―parece que a los y las profas se les acabó el ingenio para proponer otras formas de evaluación― eran la descripción gráfica de la viruela, tinta roja por aquí, tinta roja por allá: acentos, comas, puntos y mayúsculas mal empleados daban forma a un encabalgamiento de ideas que nada tenían que ver una con otra.

ERROR, PACIENCIA, ERROR, PACIENCIA, ERROR… LLANTO.

También pensé, muchas veces, que la carrera no era para mí, que no tenía el talento, que no había leído tanto, que estaba perdiendo el tiempo, que mejor me regresaba a trabajar; pero esas crisis se convertían en nada cuando otras eras, otros tiempos impresos en papel mate se reflejaban en mis pupilas.

Amé cada una de las lecturas seleccionadas por mis profesores, podría hacer una descripción precisa de lo que me hicieron sentir, pero esto te lo postearé en Facebook y no alcanza el espacio virtual para las apreciaciones más íntimas de un corazón tan inexacto como el mío.

Como tú, también vi a mis profesores convertirse en molinos de viento y atacar, con tal fuerza, al andante y al escudero:

Les hacían creer que en la carrera no aprenderían a escribir.

Les arrancaban las vocales de la lengua para que solo hilaran consonantes y la doble articulación fuera imposible cuando la imaginación estuviera a punto de detonarles en las neuronas.

Vi cómo las palabras de los y las antagonistas se clavaban en las palmas de mis compañeras(os) de aula y testifiqué cómo, heridas(os), soltaban la pluma y se avergonzaban de los sueños que las habían acompañado desde pequeñas(os).

Las escuelas son cárceles, Dragona. Esa es la premisa principal. No hay que santificar espacios atiborrados de mobiliario dañado. Hay que asumirnos saqueadoras, arrebatarles el fuego y encender mechas en cada uno de los lugares que visitemos.

Las profesoras, los profesores son máscaras ambivalentes, tan mortales como nosotras mismas, algunas(os) silbarán para ti sabiduría, aprende a identificarla para que la resguardes en la zona de tu cerebro de cosas que no debes olvidar.

Otras(os) se han mimetizado tanto con su entorno que se han convertido en una grabadora que, cada semestre, repite exactamente las mismas construcciones sintácticas porque ha delimitado los contenidos de la materia a su mediocridad. Conócelos, para que la otredad te construya opuesta, diferente, guerrera.

Es cierto, Dragona, que Lengua y Literatura Hispánicas no es una fábrica de escritores exitosos. Es un lapso de vida que usaremos para conocer la diversidad de propuestas literarias, las múltiples teorías lingüísticas, la normativa que se ha propuesto para dotar de homogeneidad a la lengua española, la sintaxis, la semántica, la semiótica, la retórica…

Y todo ese conocimiento, Dragona, sí lo podemos usar para escribir, porque ―con empeño, dedicación y estudio― podremos manipular con maestría nuestra propia lengua y eso no lo aprendes en Historia o en Filosofía, lo aprenderás con la Lingüística y, claro, también de forma autodidacta.

No hay que jugar a las mentes cerradas, Dragona, lee Historia, lee Filosofía, lee Antropología, lee Biología, porque cada ciencia te dotará de herramientas específicas para seguir floreciendo y cada libro te hará más docta en el arte de leer.

No concibo la escritura sin lectoras(es) apasionadas(os).

Lengua y Literatura Hispánicas también va de aprender a leer.

Huye del ego inflado de sus estudiantes, sé atenta en la escucha y humilde en el aprendizaje: si crees que ya lo viviste todo, cerrarás los ojos cuando vengan experiencias nuevas y dejarás de florecer.

Estudiar no es memorizar lo que el pasado ha dictaminado, sino contemplar y proponer fractales que figuren más con nuestro tiempo.

Escucha a quienes afirman saber lo que es y no es literatura, solo así sabrás lo absurdo que es el temor a intervenir las tradiciones. Sé cínica, atrévete y no sacrifiques con sus prejuicios tu creatividad, porque la literatura no es una totalidad, Dragona, sino un desequilibrio incesante.

Te quiere M. Kitamura

P.D. Recuerda que, por ser mujeres, el intento por silenciarnos será doble.

Ciudad de México, jueves 22 de noviembre de 2018.

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