Árboles disfrazados de Animales

Roberto Rodriguez
mnto
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12 min readJul 5, 2017

Ya había cumplido 45 años de llevar el nombre de Jaime, estaba con su segunda esposa y tenia 4 hijos. Los años le habían enseñado a hablar menos y escuchar mas. El pelo que se le había caído le enseño a pensar menos y su ultimo hijo , Rafita, le había enseñado a conocer a la gente.

Toda su vida se había dedicado a trabajar como consultor en una gran empresa que atendía las solicitudes de decomiso de los bancos. En una ocasión le toco viajar a San Carlos para analizar la forma de rematar un planta procesadora de palmito.

Ese viaje fue un evento tan importante en su vida como el nacimiento de su ultimo hijo. Su esposa siempre comentaba gustosa que el que se fue para San Carlos nunca regreso. Pero el nunca le contó lo que sucedió allí. Ella prefería no preguntar, fue tan drástico el cambio que era mejor no saber.

Desde entonces Jaime planeaba un viaje a San Carlos cada mes. Iba para Pital de San Carlos, un lugar pequeño en nombre y grande en calor que esta protegido por montañas en todos sus lados y refrescado por lluvias esporádicas.

Cuando Rafita escucho a su papa explicando la razón de su salida de San José un martes por la tarde corrió hacia su cuarto que compartía con dos de sus hermanos a ponerse las botas de hule. Siempre le gusto acompañar a su papa en esos paseos. Además así su madre se quedaba mas tranquila y borraba aquella pequeña duda que se formaba cada vez que un viaje, al que solo se podía ir sin ella, aparecía.

Cuando Jaime se agacho a juntar lo que se creía era la razón de su viaje vio una botas de hule verdes apoyadas contra la caja; y a Rafita que aun dormido llevaba el principio de una sonrisa aventurera.

Durante hora y media reino el silencio en el carro. Rafita estaba profundamente dormido, todo lo que se escuchaba era la fresca brisa de Cambronero que se colaba por la ventana entre abierta. A Jaime le gustaba manejar en silencio, lo hacia según el para disfrutar de una vista que siempre se ve diferente.

Rafita despertó de su sonriente sueño cuando estaban por llegar a Naranjo. No conocía destino ni razón pero rápidamente se emocionó cuando se dio cuenta de que su papa lo había montado en el carro.

Antes de que pudiera preguntar nada su padre le comento:

”A ver a Doña Estela, y a llevarle estos libros”. Rafita se tranquilizo, no por haber descubierto su rumbo sino por haber saciado su duda de que había dentro de la caja tan pesada que de tanto tratar de moverla se había quedado dormido.

Jaime le gustaba cuando Rafita lo acompañaba, iban callados la mitad del paseo y cuando hablaban era simplemente para responder alguna duda que quedaba en su pensamiento, que a pesar de la diferencia de edad entre los dos; ambos sabían que no eran tan distinto uno del otro.

“Rafita vos sabes que en Zarcero hay un parque adonde hay árboles disfrazados de animales.”

“¿Hay leones?”, pregunto Rafita.

“No, pero creo que si hay una jirafa o un elefante”.

“¿Como se disfrazan los árboles de animales papi?. “

“Bueno, hace muchos años había un señor que llegaba todas las mañanas antes de que saliera el sol y los ayudaba a disfrazarse. A el le gustaba tanto que se levantaba todos los días y caminaba mucho, casi tanto como nosotros vamos a andar en carro hoy, para llegar al parque adonde estaban los árboles.

Hacer eso se llama podar los Árboles, y el señor llevaba 30 años podando los árboles cuando yo lo conocí. Iba con tu mama para la casa de Tito que antes quedaba por aquí, y vi al señor que estaba podando los árboles. Que es cortarles las ramitas y las hojas con mucho cuidado para que no les duela.Yo me baje y fui a conversar con el señor que toda la gente le decía Don Beto.”

“De que color tiene el pelo Don Beto”, pregunto Rafita

“Don Beto ya no esta vivo, el se murió hace 5 años”

“De que”, pregunto Rafita curioso.

“De viejito se murió”

“Igual que Tito”

“Si”

“Y los árboles se pusieron tristes cuando se murió”.

“Si los árboles se quedaron sin nadie que los disfrazara”

Hasta ese momento Rafita no había parpadeado siquiera una vez, pero ya se notaba que estaba cansado del cuento que al principio parecía un poco mas interesante de lo que termino. A partir de ese momento se quedo callado y miro fijamente hacia delante esperando llegar a conocer a Doña Estela.

Jaime por su lado siguió pensando en Don Beto, aquel viejo cariñoso que lo conoció con un abrazo hacia varios años. Brazos fuertes y mirada de pulpero acompañaban a este personaje que todos los días antes de abrir su Bazar caminaba hasta Zarcero a cuidar sus árboles.

Bajito y cuadrado como un cartón de leche pequeño era de las personas mas conocidas de toda Alajuela. Era famoso por sus dichos y por hablar siempre en verso.

En algún lugar dice en la cultura costarricense que el mayor halago o símbolo de grandeza es el ser conocido por Don seguido por su apodo. Don Beto de cejas grandes y tupidas se había ganado esa distinción hacia ya muchos años.

Con su colección de libros que decían era mas grande que la de la sede de la Universidad en San Carlos hacia reseña a historias y cuentos cada vez que alguien le preguntaba algo. Don Beto se convirtió en el cura, el psicólogo consejero y en el medio de entretenimiento de la zona.

Algo hace que la gente muchas veces crea que quien cuenta bien un cuento tiene las respuestas a los problemas de la razón. Así le pasaba a Don Beto cuando pasaban por el parque los que iban para la escuela y le pedían que les contara una historia antes de irse a aburrir a las aulas. Esos mismos cuando se hicieron mas viejos llegaban a preguntarle como se escribía te quiero en una servilleta, por que lo difícil como decía Don Beto no es saber deletrearlo sino poder pronunciarlo.

Don Beto era conocido en todas las zonas cercanas a Zarcero por su infinidad de historias y por siempre recibir a quien llegase con un abrazo. Pero además de eso, sus árboles son conocidos por casi todos los que viven en Costa Rica y también por muchos que han pasado por aquí alguna vez.

Con tanta gente hablaba que muchas veces llegaba el sol al puro centro del cielo y el seguía conversando con quien se acercase. Mas de una ocasión se emocionaba y relataba alguna historia de las famosas, que además de ser conocidas eran siempre las mas largas.

Las largas horas de podado y narración dejaban exhausto al pobre viejo que se acercaba a sus 75 años. Después de su largo recorrido de vuelta a su casa le tocaba llegar y encontrarse a Doña Estela con el enojo del abandono, el hambre del ayuno y calor pegajoso de la falta de baño.

“Después de tantos años viejo terco”, le decía siempre Estela, “prefiere usted Alberto hablar con toda esa gente que conmigo. Anda siempre cortándole esas ramas a esos árboles que a nadie le interesan y me deja a mi sola atendiendo la pulpería.”

Mientras Estela mas dolida que enojada camina dentro de la pulpería hacia su casa va renegando en un tono que no se entiende. Don Beto, que sabe lo que va diciendo, y con el humor de quien le duele molestar a quien ama, arremeda cada palabra.

“Tanto andan diciendo que lo quieren y que es famoso, pero yo no veo que vengan a ayudar a la pulpería, de seguro ni siquiera saben como se llama ni que yo existo. Diga usted Beto si les importa, nunca se han acercada a comprar pero ni una tapita.”

“Pobre mujer”, pensaba Beto, que le tiene celos a los árboles. Si solo supiera que ellos y yo somos el mismo“.

Después de haber recordado a Don Beto por casi todas las cuestas que llevan hasta Zarcero y haber llorado tal vez un par de veces haciendo memoria a momentos especiales. Como el que comento con Don Beto justo antes de proponerle matrimonio a su esposa. Jaime temía terminar otra vez rejuntando los platos rotos de un matrimonio como le había sucedido la ultima vez. Don Beto le dijo que no se preocupara por los platos porque ellos no se ponía tristes cuando se quebraban, sino mas bien cuando los cambiaban por unos de plástico…

En un ultimo suspiro se le escapo el aviso de que ya casi llegaban al parque donde estaban los árboles disfrazados de animales. Esas palabras iluminaron la cara de Rafita que creía que el parque se había muerto con Don Beto.

“Vea papa! todavía están los animales en el parque”.

“Si claro ahí están todos Rafita”.

“Pero yo creía que cuando el señor se murió, los árboles se quedaron solos.”

“Bueno cuando Don Beto se puso muy viejito el estaba muy triste por que nadie iba a seguir podando los árboles, a toda la gente se le iba a olvidar lo lindo que era el parque y le daba miedo que los chiquitos no pudieran ver los arboles”.

“Entonces cuando Don Beto ya no podía ir las hojas de todos los árboles se empezar a caer. Primero se caían las hojas mas fuertes y verdes, después las mas pequeñitas. Se caían tantas hojas que siempre en la mañana la gente se encontraba todo el suelo del parque lleno de hojas, todas las hojas verdes y fuertes.

Era como si Don Beto al no pode cuidarlas, entonces las hojas ya no querian estar en los árboles. La gente que vivía ahí y quería mucho a Don Beto recogía en las mañanas todas las hojas y regaban los árboles todos los días. Pero como no sabia quien había regado los árboles, entonces todos regaban los árboles, y les estaban poniendo mucha agua y se empezaron a caer mas hojas todavía.

Entonces un muchacho que quería mucho a Don Beto y le había dicho una vez que le enseñara a podar los árboles trato de podarlos. Pero el no sabia como podarlos porque se le olvido llegar al parque para que Don Beto le enseñara.

La mañana después de que el muchacho podo los árboles amanecieron todas las hojas de todos los árboles en el suelo, dicen que eran tantas hojas que duraron 3 días recogiéndolas porque se había volado con el viento por todo Zarcero. Ni una sola hoja se había quedado en el parque, como si apropósito se hubieran montado en el viento para irse de ahí”.

En ese momento Rafita interrumpió a su papa y sorprendido le dijo:

” Pero mira papi todos los árboles están llenos de hojas, no hay ni una sola hoja en el suelo, y todos los árboles están disfrazados de animales. Ahí esta el elefante que me habías dicho.”

“Vení Rafita bajémonos a conocer”.

Apenas le dio tiempo de parar el carro antes de que Rafita se tirara y saliera corriendo hacia los árboles que el creía desplumados. Le dieron juntos mas de 10 vueltas al parque que no es muy grande hasta que Jaime se canso de perseguir a Rafita; que corría entre todos los árboles con la felicidad y fascinación que solo puede ser vista en los niños.

En medio de la sorpresa y la excitación a Rafita se le había olvidado aquella historia sobre los árboles, se le había olvidado Don Beto y todo lo demás que alguna vez le había importado. Tal vez no querría acordarse por miedo a que volviera a imaginarse aquella imagen de los árboles tiesos y sin forma alguna, desiertos de sus hojas y sin ganas de estar en pie.

“Vamos Rafita, después pasamos otra vez que tenemos que llevarle estos libros a Doña Estela.”Le dijo Jaime con un poco de melancolía por estárselo llevando de donde tanto estaba disfrutando, y con un sentimiento de admiración por su amigo Don Beto que después de 5 años de muerto todavía podía despertar lo mejor en las personas.

Después de un silencio bastante largo, en el cual los dos padre e hijo se deshacían poco a poco de la infinidad de sentimientos que habían sido creados en el parque; Rafita le pregunto a su papa: “pero papi porque los árboles están ahí llenos de hojas y disfrazados de animales si me dijiste que se les habían caído todas las hojas.”, “¿El muchacho aprendió a disfrazarlos?”

“Bueno Rafita, muchos dicen que las hojas se cayeron porque esa noche hizo mucho frió en Zarcero, otro que fue porque el muchacho se enojo cuando le dijeron que los árboles habían quedado feos y se escondió en la noche y las corto todas. Pero la verdad es que la noche en que las hojas se cayeron todas las hojas fue la noche antes de que se muriera Don Beto. Yo estaba aquí esa noche y recuerdo ver los arboles sin una sola hoja.

No se que paso, hacia mucho frió, el muchacho estaba muy bravo y fue la noche antes de que se muriera Don Beto. Lo que si se es que en la mañana siguiente, después de que enterraran a Don Beto les empezaron a salir hojas a los árboles.

El primer día solo le salieron hojas muy pequeñitas a muy poquitos árboles. El segundo día esas hojas se había hecho grandes y todas las árboles tenían hojas chiquititas. El tercer día las hojas de todos los árboles eran grandes pero todavía habían muy poquitas.

La gente espero tres semanas y todos los días iban al parque a ver las hojas. Todos creían que las hojas se iban a quedar igual que como Don Beto las había dejado. Todos conocían todos los árboles y repetían y repetían:

“Aquí es donde estaba el elefante, y aquí estaban los arcos puntiagudos”.

Pero cuando los árboles se llenaron de hojas ya no tenían las mismas formas que Don Beto les había dado. Se había convertido en árboles normales, muy lindos y llenos de hojas pero ya no estaban disfrazados de animales.

En ese momento pasaron frente a la antigua pulpería, Bazar como le decía Don Beto. Jaime le contó a Rafita que ahí era donde estaba la pulpería de Don Beto y Doña Estela, y que la habían vendido cuando Doña Estela se puso viejita.

Doña Estela se puso muy triste después de que se muriera Don Beto. Ella se puso muy enferma y tuvo que vender la pulpería, e irse vivir a la casa de una hermana que vivía en Pital de San Carlos.

Después de un tiempo Doña Estela se mejoro y como ya no estaba tan enferma empezó a ayudar a su hermana en la pulpería las Delicias que queda entre los dos muertos de la calle antes de llegar a Pital.

Los muertos en la calle siempre le recuerdan a Don Beto porque siempre decía que no hacían falta enfrente de su parque porque todos pasaban despacito por ahí para ver el parque. Por esos nunca pusieron un muerto enfrente del parque de Zarcero

A Doña Estela le hacia mucha falta Don Beto, siempre estaba triste y lloraba mucho. Hasta le hacían falta los árboles de los que estaba tan celosa.

Un dia que iba camino a San José, paso enfrente del parque y vio los árboles llenos de hojas. Estaban muy bien cuidados pero eran árboles normales, sin forma alguna.

Cuando vio los árboles recordó que Don Beto siempre le decía que no se pusiera celosa de los árboles porque los árboles y el eran lo mismo, y al ver los árboles entendió que Don Beto estaba en los árboles.

Los árboles no tenían forma, ni se parecían a nada mas que a un árbol. Pero aun así Doña Estela reconoció a uno que se parecía a su forma de caminar, y a la par de ese estaba otro que se parecía mucho a una cara que hacia cuando les contaba cuentos a los chiquitos. Otro árbol era igual al único abrazo que sabia dar, al abrazo que a todo el mundo le daba por igual. Había un árbol que se parecía a su patas flacas y feas recordó.

De un momento a otro esos árboles despeinados por el viento y el abandono, tomaron todos una forma y Doña Estela aunque nunca les había puesto mucha atención y nunca había cortado ni el zacate enfrente de la pulpería agarro una tijera y empezó a darles las formas que les había dado Don Beta durante casi toda su vida.

Después de trabajar dos días seguidos sin dormir ni una hora, había terminado con el ultimo árbol. Todos se veían igual que cuando Don Beto los podaba. Y otra vez la gente empezó a hablar de Don Beto, y le llegaban a preguntar a Doña Estela que sera lo que Don Beto les hubiera dicho.

Después con el tiempo empezaron a preguntarle a Doña Estela todas las cosas, y los chiquitos de la escuela le empezaron a decirle a Doña Estela que les contara cuentos, pero ella no se sabia ninguno.

Por eso Doña Estela me llamo y me dijo que necesitaba los cuentos de todos los animales que Don Beto había podado en esos árboles.

“Y Rafita voz y yo se los estamos llevando”.

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