Un cuerpo que se adentra en el follaje

Por Marianela Díaz Cardozo

Mollusca
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19 min readJul 28, 2022

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«Las gentes honestas tienen los ojos castrados. Por eso temen la obscenidad».

Georges Bataille, Historia del ojo.

Una vez perdí una casa por culpa de Courbet. Me había costado encontrar una habitación independiente con baño propio, así que decidí aventurarme a vivir con Manola, una gallega pelirroja de 90 años y ojos punzantes que alquilaba una cerca del metro. Llevaba allí un par de meses cuando me interceptó una tarde en el umbral que separaba mi cuarto del resto de su apartamento. Me anunció que debía decirme algo serio y darme un consejo: me solicitaba que quitara del baño esa foto de mi sexo de la que parecía estar tan orgullosa y me aconsejaba que me valorara y que no dejara a mi novio estar retratando así lo más sagrado que tiene una mujer. Entre el desconcierto y la indignación, logré contener la risa y le dije que estaba bien, que era una lástima que no apreciara la imagen y que pronto nos iríamos. Al mes siguiente, mi estampa de L’origine du monde y yo nos instalábamos en otro lugar.

¿Hubiese cambiado su percepción de haberle explicado que se trataba de una postal que reproducía una famosa pintura de Gustave Courbet de 1866? Es posible. ¿Pero qué haría a la imagen de esa vulva incógnita menos ofensiva a su vista que la mía? ¿Qué la recubriría? ¿Reside la ofensa en la cercanía, el conocimiento de la identidad o su verificación con un cuerpo real? ¿Qué hace al arte un salvoconducto? En un tiempo signado por la demanda de (hiper)corrección, ¿se sostiene el arte como espacio de enunciación donde la estética sutura — a veces, apenas como aguja que ensarta — la herida moral que inflige un discurso que se mueve en los lindes de lo obsceno?

Gustave Courbet, «L’origine du monde» (1866). Colección del Musée D’Orsay.

Son de larga data las tensiones entre el arte y la censura, a las que más recientemente se incorporan los algoritmos y otras instancias artificiales de decisión. En 2018, Facebook debió comparecer ante la justicia francesa por censurar la cuenta de un profesor que compartió un link cuya vista previa mostraba L’origine du monde [El origen del mundo]. La demanda en nombre de la libertad de expresión y del patrimonio cultural de Francia no procedió gracias a vericuetos contractuales. Sin embargo, en el curso de los años del litigio, en 2015, Facebook (ahora Meta) actualizó sus términos de uso aclarando la aceptación en sus espacios de representaciones de desnudos en obras de arte.

El Museo de Orsay, que exhibe la pintura en su colección permanente desde 1995, por su parte, aclara: «La descripción casi anatómica de un sexo femenino no está matizada por ninguna artimaña histórica o literaria. Gracias a la gran virtuosidad de Courbet, al refinamiento de una gama de colores ambarina, se salva no obstante del estatuto de imagen pornográfica». Voilà ! el arte ha salvado a la vulva.

Pero ¿acaso la representación de un cuerpo desnudo solo puede dirimirse entre arte o pornografía? ¿Dónde queda el derecho de los cuerpos a la autorrepresentación pueril? ¿Cómo se traslada esta clasificación a la percepción sobre los cuerpos físicos, presentes? ¿Qué hace obsceno a un cuerpo que está desnudo? ¿Qué lo salva? (¿y de qué se salva?). En la contemporaneidad, se alza otra polaridad válida de representación circulante: el cuerpo-objeto del discurso médico o de la educación moralizante de su sanitización.

El ejercicio del poder moralizante, normativizante y legalizante sobre los cuerpos pasa primero por un moldeamiento cultural de su percepción. ¿Cuál es la intención tras la obscenización de los cuerpos? Afortunadamente, con la misma vehemencia insisten discursos que reivindican la experiencia del cuerpo como territorio autónomo, erótico y sexual. A continuación, les propongo un recorrido — entre los millones posibles — por las veredas del arte, con la intención de alimentar el apetito erótico, tantear los bordes obscenos y preguntarnos por el cuerpo propio y sus regulaciones.

Jan Švankmajer, «Cunnilingus Game» (1980). La finalidad del juego es empujar la pelota con la lengua hacia el agujero peludo. [En: Jan Švankmajer, «Touching and Imagining. An Introduction to Tactile Art» (2014)]

Lenguaje pornográfico

En líneas generales, pareciera haber un consenso en cuanto al concepto de ‘pornografía’ cimentado en la intención de un material de producir excitación sexual en el espectador; sin embargo, la lengua indica que hay maneras diversas, sutiles (y no tan sutiles) de construir imaginarios y transmitir una moral cultural desde el sentido. La palabra, que aparece en la lengua inglesa desde mediados del siglo XIX con el significado que hoy conocemos, deriva del griego pornographos — ‘escrituras sobre prostitutas’ — . Es interesante la nota What is pornography? que aparece al final de la entrada en el diccionario Merriam-Webster, que alude a una icónica frase de un juez de la Corte Suprema estadounidense: …I know it when I see it [… la reconozco cuando la veo], y luego pasa a señalar la fuga semántica insalvable que se presenta a veces a los compiladores de diccionario. Su definición distingue tres ascepciones[1]:

pornography

1: the depiction of erotic behavior (as in pictures or writing) intended to cause sexual excitement.

2: material (such as books or a photograph) that depicts erotic behavior and is intended to cause sexual excitement.

3: the depiction of acts in a sensational manner so as to arouse a quick intense emotional reaction. The pornography of violence.

Cubierta de espejo con escena erótica (symplegma). Período helenístico (c. 340–320 A.C.). Colección del Museum of Fine Arts Boston.

El diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española, estipula:

pornografía

Del fr. pornographie ‘tratado sobre la prostitución’, ‘dibujo o publicación obscenos’.

1. f. Presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación.

2. f. Espectáculo, texto o producto audiovisual que utiliza la pornografía. Prohibieron la venta de pornografía en los quioscos.

3. f. Tratado acerca de la prostitución.

El diccionario Larousse de la lengua francesa, en cambio, para distinguirla, propone un rasgo que no tiene que ver con la intención sino con la impudicia de la representación[2]:

pornographie

Présence de détails obscènes dans certaines œuvres littéraires ou artistiques ; publication, spectacle, photo, etc., obscènes.

Aunque las tres lenguas expresan una connotación negativa sobre la pornografía, es curioso que tanto el castellano como el inglés desdeñan de la intención expresa de producir — y, análogamente, también de buscar — excitación sexual. La francofonía pareciera sugerir una condena de otro orden, puesta sobre el detalle que ensucia de una manera imprecisa una obra de arte, haciéndola “obscena”. Esta orientación estética abre posibilidades de lectura y expande los territorios de enunciación del arte, la pornografía y el erotismo, acercándolos interesantemente.

Dibujo erótico shunga de la Escuela Utagawa (c. 1860–1869). Colección del British Museum.

Paseo inmoral

Si un material es creado con la intención de excitar pero falla en hacerlo, ¿es porno? ¿Y si una obra de arte excita sin que sea esa su intención? ¿Acaso la mera visión de un cuerpo desnudo basta para entibiar la pelvis? ¿Cómo se excitan los otros sentidos? ¿Qué detona la respuesta sexual humana y por qué es culturalmente problemático el estado de excitación? ¿Qué marca el escandaloso límite de la obscenidad? Por más que tratemos de llegar a consensos morales, legales, clínicos o estéticos, la transgresión es arbitrada cada vez por cada quien. El erotismo es el territorio interior que busca excitarnos sin el desborde que nos repugna de la obscenidad. El límite es, pues, una cuestión de gusto, un criterio que ha de formarse probando.

El Marqués de Sade se dio a la tarea de crear con su obra un magnífico artefacto para medir el sinlímite, para que cada lectura halle su propio punto de repulsión. Lo abominable escrito deleitablemente. ¿Qué se le reprocha a Sade? El problema no es realmente la violencia ni el horror. En su tiempo, en pleno siglo XVIII, aún funcionaba la Santa Inquisición, de cuyos procedimientos podría incluso haber tomado inspiración; contemporáneamente, los géneros fílmicos de acción y terror son, de hecho, de los más taquilleros; los reportes de violaciones de derechos humanos son documentos descriptivos que gozan de amplia circulación digital; los videos snuff existen como morbo cultural. Lo imperdonable, entonces, parece ser que sea una ficción sexual.

Interview Magazine, páginas de la edición de diciembre de 1991. Fotografías de Herb Ritts.

Que no es “real” y que “deforma” son argumentos comunes en contra de la pornografía. Pero ¿dónde están los espacios de circulación de un relacionamiento sexual “real” y “saludable” en nuestras culturas?

Destricted fue un proyecto que buscaba iluminar puntos de encuentro entre el arte y la sexualidad. A través de una serie de films, siete artistas abordaron el sexo desde la dimensión de la acción performática. El cortometraje Impaled (2006) fue la participación del fotógrafo y director de cine Larry Clark, con la intención de explorar la influencia de la pornografía en los jóvenes que crecían en la era del Internet. Para ello, abre una convocatoria para muchachos que quisieran protagonizar su propia porno. El afortunado elegido conduce luego un casting para seleccionar a su contraparte en función de sus fantasías y gustos. El rodaje transcurre en el mismo espacio reducido e impersonal: sexo real, fantasía sin edición, con toallitas húmedas, dilatadores y descensos de la erección. Más allá o más acá de las intenciones, la excitación está en el cuerpo que la siente. Excitarse es de lo más real.

MakeLoveNotPorn es una plataforma social sexual de contenidos generados por usuarios y curados por humanos. Creada en 2009 por Cindy Gallop, ofrece “#RealWorldSex, en toda su gloriosa, tonta, hermosa, desordenada y tranquilizadora humanidad”. Gente “real” y diversa, para tomar inspiración y aprender sobre la naturaleza sexual de la especie, no desde la perspectiva técnico-sanitaria de la reproducción y la prevención de enfermedades, sino desde el placer socializado. Por supuesto, el acceso a los videos es pago, proporcionando unos merecidos ingresos a quienes comparten su intimidad; esto supone, por otra parte, una difícil competencia para el bolsillo adolescente o inestable ante la avalancha de videos públicos, también diversos e interpretados por personas de carne y hueso, disponibles en populares plataformas pornográficas mainstream, saturadas de publicidad grotesca y plugins rastreadores.

Recuerdo un insistente banner que irrumpía con una animación digital de dos núbiles y voluptuosos cuerpos desnudos en una penetración desbocada, desde una perspectiva subjetiva. Anunciaba un videojuego que prometía que no durarías más de cinco segundos sin acabar. Toma tiempo y coraje separarse del imaginario preproducido de lo que se supone que excita, hallar nuestras propias teclas — ya sea explorando el hondo y amplio mundo de los géneros pornográficos, leyendo, o indulgiendo al propio cuerpo desde la honestidad de sus apetitos.

Marilyn Minter, «Green Pink Caviar» (2009).

La serie de fotografías y esculturas Made in Heaven (1989) de Jeff Koons, mostraban al artista junto a Ilona Staller — la exdiputada italiana y exactriz porno también conocida como “Cicciolina” — en interacciones sexuales explícitas que aludían a obras de la historia del arte, haciendo uso de una estética kitsch. “Al borrar los límites entre arte y pornografía, Koons retó las convenciones del gusto artístico, alentando a su público a tomar sus propias decisiones sobre lo que es aceptable”, explica la Tate, que lo incluye en su colección.

En un giro postporno, la performer sexual y escritora Stoya, define la pornografía contemporáneamente como “contenidos acerca de o que involucran a trabajadores sexuales”. En ese sentido, presenta en la séptima edición de la publicación digital que dirige, Zero Spaces, una video lectura de un ensayo de su autoría acerca de la conexión entre la Historia del ojo y El erotismo de Georges Bataille, como pornografía.

La serie de videos Hysterical Literature (2012) de Clayton Cubitt presenta a un grupo de mujeres que han sido invitadas a leer un pasaje de su libro favorito. En sesiones individuales, cada una toma asiento en una mesa, mira a la cámara, dice su nombre y comienza a leer donde le plazca. Debajo de la mesa y fuera de cámara, una asistente las estimula con un vibrador. Cada pieza varía según la invitada: leen cuanto pueden, hasta que colapsan de placer y, casi todas las veces, de risa también. Cubitt propone la serie como una exploración de la lucha por la atención entre mente y cuerpo y los contrastes culturales entre arte y sexo, particularmente, el modo en que las personas reaccionan a la mezcla de ambos, así como al constructo social de la vergüenza.

Boushra Almutawakel, «The Hijab Series». [boushraart.com]
Boushra Almutawakel, «The Hijab Series». [boushraart.com]

¿A quién beneficia o protege realmente la sanción de algo (una parte del cuerpo, una práctica, una condición) como obsceno o avergonzante?

En 2016 se supo de la red de usureros chinos que exigía a las jóvenes prestamistas una selfie desnudas mostrando su documento de identidad como “garantía de pago”. De incumplir con los plazos, las amenazas iban desde enviar las imágenes a sus familiares y amigos a, incluso, la coacción para el ejercicio forzado de la prostitución.

No es que dar acceso a disponer de nuestro cuerpo por un tiempo o servicio acordado a cambio de dinero esté mal — es, después de todo, lo que ocurre en términos prácticos con cualquier trabajo formal o autónomo — , pero deberíamos poder decidir deseosamente qué, a quiénes y bajo qué condiciones queremos vender nuestros talentos.

La artista del performance y profesora Andrea Fraser, conocida por su trabajo en el campo de la crítica institucional, usó el sexo como metáfora para señalar a ciertos tipos de personajes y relaciones del mercado del arte en la pieza Untitled (2003). En este video, filmado desde un solo ángulo con una cámara fija, se registra a la artista recibiendo a un hombre — un coleccionista que había adquirido un ejemplar de la obra — en una habitación de hotel, compartiendo una copa de vino, y luego teniendo sexo. El coleccionista recibiría un disco con la grabación de la velada.

Andrea Fraser, «Untitled» (2003). Fotograma de video. Colección del Whitney Museum of American Art.

En el contexto de la reciente cuarentena epidemiológica, desde diversas instancias de salud pública se abogó por prácticas sexuales a distancia, mediadas por pantalla, como las videollamadas o el sexting. En numerosas publicaciones de corte “audaz” han aparecido artículos con recomendaciones para divertirse con estas prácticas. Sin embargo, todas insisten, “por seguridad”, en que se oculte el rostro u otras señas distintivas. Se alienta, pues, a una despersonalización del cuerpo (y no por gusto por las máscaras), un vaciamiento del vínculo erótico personal en favor de un miedo sugerido desde la misma voz que lo comanda. Dejando de lado la discusión sobre el consentimiento, ¿cuál sería el riesgo para un cuerpo real si una imagen suya con la que se siente a gusto es vista por otras personas? ¿Por qué conocer la identidad de un cuerpo desnudo que desea ser deseado sería bochornoso? ¿Y por qué ser deseadas por quienes no deseamos se hace insoportable?

A 30 años de la aparición de la dupla Erotica / Sex (1992) de Madonna, y en pleno auge en la industria musical de temas y videos que reivindican imaginarios del ejercicio de la libertad y poder sexual femeninos, es un artefacto que sigue resultando osado. Erotica es un álbum que explora los temas del sexo y el romance al ritmo de un delicioso pop dance electrónico. Su lanzamiento estuvo acompañado, sucesivamente al día siguiente, por el libro fotográfico Sex, realizado con Steven Meisel y dedicado a explorar el sexo y las fantasías de la artista. El libro contiene imágenes que acompañan las historias de Mistress Dita, su alter ego narrativo. En su momento, la crítica y la industria reprocharon su “vulgaridad”. En las páginas, Madonna aparece desnuda entre los brazos de Naomi Campbell mientras Big Daddy Kane le presiona con su mano la entrepierna; en el centro de una orgía gay; atada en una mazmorra sadomasoquista, etc. Abordaba asuntos de la experiencia vital que auténticamente la atravesaban. Aunque ahora coreamos en la pista de baile que tenemos un wet ass pussy, encuentro el gesto de Sex / Erotica aún inquietante. Me atrevo a pensar que es por la identidad presente, el placer sexual real — no estrictamente coreográfico — que se filtra en la representación estética de su sexualidad.

Páginas del libro «Sex» (1992) de Madonna. Fotografías: Steven Meisel. [the-m-magazine.com]

Una vulva abierta, de cerca, ¿es obscena? ¿Es sagrada? ¿Es apetecible?

Una vulva abierta en primer plano cerrado, intervenida por distintos elementos (una cucaracha plástica, un crucifijo, unas manitas, un Niño Dios) dispuestos en su entrada, componen la serie fotográfica La gruta de la virgen del artista visual y educador Nelson Garrido. Su (de)sacralización es un homenaje, un reconocimento de la relación compleja que sostenemos con ese punto primigenio del que venimos.

Sancionar el origen y el placer que produce y siente como “vulgar” es el auténtico pecado original. Pero la naturaleza misma se encarga de sugerir que el origen de la vida está en el placer sexual.

¿Qué pasa, por otro lado, con los penes? ¿Ofende o gusta más si está erecto o en reposo? ¿Cómo nos relacionamos con su singularidad y suavidad?

La pieza de video Moulage (1971) de Peter De Rome, muestra el laborioso proceso de trabajo del artista con un joven modelo del que hace un molde de cuerpo entero. Al llegar a la entrepierna, De Rome lo toca afectuosamente, le succiona el pene hasta endurecerlo y luego lo cubre con yeso y vendas. El rato de secado transcurre entre tragos, conversa, cigarrillos y risas. Al final del video, se muestra la escultura obtenida de la pelvis.

Límites y consecuencias

Una fotografía de la escultora y artista visual Lynda Benglis, publicada como anuncio publicitario de su exposición en la edición de noviembre de 1974 de Artforum, fue demasiado para cinco de sus editoras (entre ellas, Rosalind Krauss y Annette Michelson), quienes se desasociaron públicamente del contenido por su “extrema vulgaridad” y por considerarlo una burla a “los objetivos del movimiento [feminista]”. La imagen en cuestión era un autorretrato que mostraba a Benglis desnuda, intensamente bronceada y aceitada, con lentes de sol, sosteniendo con una mano un voluminoso dildo sobre su vulva, la otra sobre su cintura. Krauss y Michelson, que incluso renunciaron a la revista en los meses sucesivos, fundaron luego la revista académica October.

Artforum, páginas de la edición de noviembre de 1974.

El criterio del Poder traza límites a escalas de mayores implicaciones y efectos sobre los cuerpos, llegando incluso a amenazar su integridad. ¿Cuánto poder debería tener el Poder sobre la sensibilidad moral de las personas? ¿Dónde entra en esta integridad la salud sexual, entendida más allá de la reproducción y la información sobre las enfermedades existentes?

El dibujo de la silueta de un hombre y una mujer desnudos, sin órganos reproductivos visibles, besándose entrelazados en una suerte de posición “misionero”, le valió a la artista Lea Lublin la censura de su obra Blanco sobre blanco (1969) y una orden de detención durante la dictadura argentina de Juan Carlos Onganía. La obra cinética, hecha en placas acrílicas y exhibida en stand industrial de la Exposición Panamericana de Ingeniería, fue desmontada y destruida parcialmente por la policía por ser un “atentado al pudor”. De ella quedan solo fotografías del archivo de la artista y reconstrucciones a partir de las fotos censuradas que circularon en prensa junto con descripciones de los presentes. Cabe destacar que las denuncias de obscenidad fueron hechas por los mismos visitantes de la exposición. Lublin logró evadir el encarcelamiento y utilizó los materiales de su defensa legal para producir la obra Lecture d’une oeuvre de Lea Lublin par un inspecteur de police (1972) y expandir su reflexión acerca del estatus de la imagen[3].

Lea Lublin, «Blanco sobre blanco» (1969).

Por otro lado, la censura valida y señala puntos de incomodidad en un sistema.

Con una amplia obra que explora con humor y agudeza el poder y los estereotipos sexuales, la artista multidisciplinaria Déborah Castillo se vio censurada y recibió amenazas fue a partir de las acciones en video que involucran el acto de lamer: El beso emancipador (2013) — en la que besa lenta y apasionadamente un busto dorado del Libertador Simón Bolívar — , y Lamezuela (2011) — en donde lame repetidamente una bota militar, arrodillada en el piso — . Fue acusada, desde un programa de televisión en un canal oficial del Estado venezolano, de “profanadora de la patria” y de “birrionda del arte” durante la era de fulgor patrio del chavismo.

El performance Permanencia (2014) de Max Provenzano proponía la exhibición del cuerpo desnudo y despierto del artista en una caja de vidrio. Se trataba de un gesto que aludía al acontecimiento nacional que había supuesto el año anterior la exhibición del cadáver del expresidente Hugo Chávez en una urna de vidrio, y el culto a su cuerpo que se propició desde el Gobierno. La obra, propuesta para un salón que tendría lugar en la sede de un banco privado en Caracas, recibió comentarios y sugerencias por parte de los organizadores para adecuarla a la moral de la institución. Tras comprometerse por escrito a no tener erecciones ni mostrar sus genitales durante la acción[4], Provenzano exhibió su cuerpo con el gesto manifiestamente púdico de cubrirse el pene con ambas manos.

Max Provenzano, «Permanencia» (2014).

El goce público y privado

¿Cómo acordar lo que una persona puede mostrar, circular o entregar voluntariamente de su cuerpo? Antes de la programación de censura algorítmica de los espacios sociales virtuales, se construyen los algoritmos culturales con mecanismos moldeadores como la vergüenza, la culpa, e incluso en algunas culturas, procedimientos más macabros como la mutilación, la violación “correctiva”, o la lapidación. El pudor es un fenómeno visual; la censura del cuerpo manifiesta el miedo al cuerpo propio.

Entre 1968 y 1971, la artista conceptual feminista VALIE EXPORT se paseó por espacios públicos de 10 ciudades europeas invitando a los transeúntes a introducir sus manos en una caja-dispositivo de cartón que llevaba puesta, para tocar sus senos durante 33 segundos cronometrados, sin contacto visual, en la acción fílmica feminista TAPP und TASTKINO. Bajo su noción de “cine expandido”, la artista planteaba contrastar el imaginario fílmico masculino de mujeres idealizadas con la presencia de un cuerpo femenino real. Desafiaba, a su vez, la supremacía visual, virtual, con la contundencia del tacto carnal, y proponía debates sobre la fantasía y el consentimiento.

En un gesto formalmente similar pero estética y conceptualmente distante, la performer, modelo y psicóloga Milo Moiré presentó su acción Mirror Box (2016) en Düsseldorf, Ámsterdam y finalmente Londres, donde fue arrestada por 24 horas y liberada tras pagar una multa. Moiré vestía una falda-caja trapezoidal hecha de espejos con una suerte de telón de entrada a su entrepierna. La artista invitaba a los transeúntes a tocar su vulva por 30 segundos cronometrados, sosteniendo contacto visual, en una celebración de la autodeterminación y la sexualidad femenina. Una variante de la acción se realizaba con una caja de espejos que contenía sus senos. La variable epocal reflejada en el material: ¿quién o qué queda expuesto en la superficie que devuelve la mueca del impudor?

VALIE EXPORT «TAPP und TASTKINO» (1968). [valieexport.at]
Milo Moiré «Mirror Box» (2016). Foto: Peter Palm [milomoire.com]

Oculto bajo una rampa de madera en el piso de una sala aparentemente vacía, el artista corporal y poeta Vito Acconci vocalizó sus trances masturbatorios a una desconcertada audiencia en su icónica obra Seedbed (1972). Durante las tres semanas de la exposición, en horarios establecidos, los visitantes de la Sonnabend Gallery, en Nueva York, escucharon a través de parlantes las fantasías sexuales que inspiraban en el artista la cercanía y movimientos de sus pasos sobre él. Disolviendo los límites entre lo privado y lo público, y cuestionando nociones como la presencia y el consentimiento, Acconci murmuraba cosas como: You’re on my left… you’re moving away but I’m pushing my body against you, into the corner… You’re bending your head down, over me… o You’re pushing your cunt down on my mouth, o You’re ramming your cock down into my ass[5].

Si bien es cierto que el deseo sexual y las fantasías eróticas son, en gran parte, un constructo cultural y epocal, también lo es que el cuerpo obedece a su propia razón gozosa e ilógica. ¿Qué prácticas, circunstancias o elementos son susceptibles de erotizarse? ¿Cuáles serían los efectos de una normalización menos prejuiciosa y más responsable de la energía sexual presente en los cuerpos?

El colectivo australiano Pony Express, con apoyo del fondo de financiamiento del Departamento de Cultura y Artes del Concejo Australiano, el Royal Botanic Gardens Victoria y Creative Partnerships Australia, comisionaron en 2016 el proyecto Ecosexual Bathhouse, como parte del Next Wave Festival. Las instalaciones consistían en un espacio lúdico, erótico y seguro para adultos, donde las personas podían experimentar una serie de cámaras con diversos estímulos ecológicos para el placer sexual. Las opciones iban desde accesorios, juguetes, revistas o videos, a una cámara polinizadora llena de flores de abundante polen, una cámara de vientos para dejarse acariciar, un sauna post-capitaloceno, o una cámara copulatoria regida por una dominatriz metamórfica. El proyecto iteró por museos y festivales en Australia, Nueva Zelanda, Italia y Portugal.

¿Por qué la mostración del placer es un problema y los discursos de la violencia, la angustia, la infamia o el sufrimiento gozan de amplia circulación? Ser el cambio que quieres ver en el mundo es una invitación a actuar sobre y desde el cuerpo, ¿y qué más honesto que desear un cuerpo-mundo más lleno de gozo?

La artista visual, bailarina, DJ, activista cultural e investigadora Jenny Granado, aka Kebra, aka Maldita Geni Thalia desarrolló el proyecto-práctica Desculonización tras el desencuentro cultural de migrar de Brasil a México, donde la relación con el baile — puntualmente, el perreo — está atravesada por la violencia machista. A través de talleres, fiestas, música y baile, busca quebrar las estructuras culturales rígidas que colonizan cuerpos y mentes, y brindar espacios liberadores de encuentro y afecto. Mapean “la fuerza de destrucción, ocupación, invasión y re-existencia que se concentra en nuestra caderas y que resuena por todo el cuerpo”.

Así llegamos al fin de este recorrido cuestionable a través del follaje incierto, que obedece puramente al deseo de incitar e insistir en los senderos personales y la formación de criterios propios ante los discursos que animan, acechan y expanden los placeres corporales que habitan este mundo.

Hulda Guzmán, «’please awake’ –asked nature kindly» (2019). [hulda.com]

[1] «1: La representación de conductas eróticas (como en imágenes o escrituras) con la intención de causar excitación sexual. 2: Materiales (tales como libros o una fotografía) que retratan conductas eróticas con la intención de causar excitación sexual. 3: La representación de actos de manera sensacionalista para despertar una rápida e intensa reacción emocional. La pornografía de la violencia». (Traducción libre.)

[2] Presencia de detalles obscenos en ciertas obras literarias o artísticas; publicación, espectáculo, foto, etc., obscenos. (Traducción libre.)

[3] Plante, Isabel (2017). “Representaciones (y diseminaciones) de la sexualidad. Lea Lublin entre la censura local y la circulación internacional” [https://journals.openedition.org/nuevomundo/71497]

[4] Comunicación entre Max Provenzano y la autora, octubre de 2021.

[5] Traducción libre de la autora: “estás a mi izquierda… te alejas pero estoy empujando mi cuerpo contra ti, hacia la esquina… estás inclinando tu cabeza sobre mí…” (En: https://www.metmuseum.org/art/collection/search/266876)

“empujas tu coño en mi boca” o “me incrustas tu verga en el culo” (En: https://archive.org/details/ubu-acconci_seedbed).

Marianela Díaz Cardozo (Venezuela, 1982). Artista, editora y traductora. A través de una investigación táctil, busca activar la sensibilidad perceptiva, incitando una reconexión empática con la naturaleza, la otredad y el propio cuerpo, tentando experiencias imaginativas, evocativas y poéticas que contrarrestan el mandato cultural de utilitarismo. Formada en periodismo, se ha desempeñado como creadora, editora y traductora independiente para diversos medios e instituciones culturales. Actualmente es parte del equipo editorial de la plataforma de arte y educación La Escuela___. Es cofundadora de Mollusca y editora responsable de la Línea de búsqueda ‘Anagramas del cuerpo erótico’.

Anagramas del cuerpo erótico es una Línea de búsqueda orientada a indagar en el espectro de las representaciones del cuerpo erótico en los imaginarios contemporáneos, así como sus relaciones con el cuerpo carnal. Nos interesan los artefactos y discursos que exploran, juegan, cuestionan o defienden el cuerpo como territorio erótico, autónomo y humano.

En Mollusca defendemos la libertad de la palabra, por eso publicamos voces genuinas que sean responsables de su decir.

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Sustrato de creación e investigación. Arte, placer y pensamiento ≈ Substrate for creation and research. Art, pleasure, and thought.