El espectáculo político en México 2018

Karla Martínez Casas
Monda Observanto en español
4 min readFeb 22, 2018

Ya lo decía Rousseau, que en una ciudad virtuosa deberían de prohibirse los teatros, pues cualquier intento de reproducción artificial, no era más que una simple farsa. Su argumentación se basa en que ningún artista está viviendo bajo las condiciones que aparenta en una obra de teatro, por lo que no tiene sentido que la gente pague por ver una mentira. Lo mismo sucede en la política, específicamente dentro de una democracia representativa, pues es ideático pensar que una persona totalmente desconocida puede hablar y decidir por los demás, pues no hay más voz que la de uno mismo, por lo que ésta entra en la misma categoría de falaz que cualquier otra representación teatral.

Durante los últimos años, alrededor del mundo se ha dado el fenómeno de mediatización del sistema político. Algunos personajes, miembros del coloquialmente conocido “medio del espectáculo”, están dirigiendo el mundo, tal son los casos del Presidente de Guatemala, Jimmy Morales, quien anteriormente dedicaba su vida a ser comediante, el Presidente de Liberia, George Weah quien fue un famoso futbolista y por supuesto, el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien parece ser la antítesis de la política. Lo mismo ha ido ocurriendo en México.

Desde hace algunos años, en México la participación dentro de la esfera política de los auto denominados artistas o personas mediáticas ha ido en aumento, lo que ha provocado una molestia dentro de algunos sectores de la población. Hoy en día, es posible encontrarlos dentro de las filas del Congreso de la Unión o de las administraciones de las localidades municipales (véase los casos de Carmen Salinas y Cuauhtémoc Blanco). Y claramente, para las elecciones de 2018, esto no será una excepción, pues ya es factible conocer a varios miembros del gremio que han destapado su participación en las mismas.

La reacciones no se han hecho esperar, especialmente de todos aquellos defensores de la idea de una democracia limitada, pues es reprobable que este tipo de personas nos representen en el ámbito político. Poco a poco, esta actitud ha ido escalando y el enojo ha comenzado a filtrarse dentro de las redes sociales de los mexicanos, quienes de manera muy general también desaprueban su participación política. Sin embargo, más allá de todos los estragos que ha traído esta situación, la verdadera pregunta en que se debe enfocar el debate es ¿por qué ha incrementado la entrada de estos personajes al mundo político en México?

Desde una perspectiva jurídica, no hay nada que les prohiba participar en la elección a un cargo publico, hasta aquí la respuesta más lógica y simple. Pero se debe de ir más allá para conocer las raíces del problema, ya que el hecho de que los partidos políticos elijan a personas pertenecientes a este rubro, es una muestra de la crisis política y de legitimidad que se vive en el país. El hartazgo de la sociedad es evidente, la necesidad de buscar personas carismáticas, conocidas por una gran parte de la población, que han crecido alrededor de mitos, también lo es. La elección de éstas, ha sido la única manera que han encontrado los partidos políticos en México para lidiar con la crisis y tratar de sobrevivir en el poder, no importa si ganan o no, con tener el 2% de votos de la lista nominal es suficiente.

Por lo tanto, el nivel y la clase de democracia que se está empezando a crear es inquietante, pues en lugar de buscar reformar las instituciones que cambien los incentivos del sistema político, y logren retomar la confianza de los mexicanos, parece ser que es más sencillo poner gente mediática, ya que se tiene el cincuenta por cierto de la campaña electoral ganada, pues prácticamente todo México los conoce, cuando se pone en una balanza y se compara que 11 de cada 10 mexicanos no conocen a su representante, se entiende por qué pasa esto. Sin embargo, como todo lo que concierne a la política, tiene dos lados, no solamente se trata de la manera en que los políticos lo hacen, sino también de quien vota por ellos.

Es un hecho, el voto es secreto, cada quien votará por quien mejor le parezca, si dentro de esas opciones están estas personas, es respetable. Aunque no podemos exigir mejores gobernantes, mejores condiciones de vida y un mejor país, si se utiliza el criterio del espectáculo, de la banalidad de la fama y popularidad, pues ¿realmente ese es el nivel de argumentación que buscamos dentro de la población? Es evidente que la labor ciudadana debe de ir más allá del voto y se debe presionar a los partidos para buscar personas que realmente gusten de ser parte de la política, no es excluyente en ningún momento un artista de la política, pero ¿por qué han decidido cambiar de aspiración? Quizás Rousseau tenía razón, simplemente es más fácil para ellos desarrollar el arte de la mentira dentro de una esfera pública.

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Karla Martínez Casas
Monda Observanto en español

Internacionalista// Política mexicana & gobernabilidad// Cooperación Internacional para el Desarrollo.