Marisela Escobedo: feminicidio e impunidad

Leslie Arias
Monda Observanto en español
3 min readMar 9, 2018
La cruz de clavos en la Plaza Hidalgo, frente al Palacio de Gobierno en Chihuahua, Chih., busca conmemorar a todas las víctimas de feminicidio en el Estado.

En el 2008, fue asesinada Rubí Marisol Frayre, de 16 años, en Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua (norte de México). El feminicidio de Rubí Marisol era “otro más” en una ciudad conocida por su violencia, tanto derivada del narcotráfico como de la oleada de feminicidios que acosó a la región desde finales del siglo XX y que prevalece hasta la actualidad. “Las Muertas de Juárez” alcanzaron a llamar la atención internacional por la crueldad con las que fueron asesinadas, la pasividad de las autoridades locales y la impunidad de sus asesinos. La historia de Rubí Marisol y su madre, Marisela Escobedo, es una de esas anécdotas que deben recordarse cada 8 de marzo, para remorar a aquellas mujeres cuya valentía y hambre por la justicia cambiaron la perspectiva de lo que es ser mujer en México y que, a su vez, fueron víctimas de un sistema injusto, culpable de que el caso de Marisela Escobedo se volviera todavía más trágico de lo que ya era.

Desde la desaparición de Rubí Marisol, su madre, Marisela Escobedo, sospechó de la pareja sentimental de su hija: Sergio Rafael Barraza Bocanegra, quien huyó de la ciudad con la hija que tuvo con Rubí Marisol. Ante la falta de cooperación de las autoridades, Marisela Escobedo realizó la búsqueda del asesino a través de sus propios medios, ofreciendo una recompensa de $250,000 (MXN) para aquellos que dieran información sobre el paradero de Sergio Barraza.

Marisela encontró a Sergio Barraza en el estado de Zacatecas y logró su detención. Durante el juicio, celebrado en Ciudad Juárez, Sergio Barraza confesó haber asesinado a Rubí Marisol y explicó en dónde las autoridades podían encontrar los restos. Sergio había discutido con Rubí Marisol, la asesinó y posteriormente quemó su cuerpo en un basurero al norte de Ciudad Juárez. A pesar de haber confesado el crimen, los jueces lo declararon inocente por “falta de pruebas”.

Placa conmemorativa por el asesinato de Marisela Escobedo, frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua, Chih.

Es en ese momento cuando vuelve a iniciar la lucha de Marisela contra la impunidad, realizando una serie de protestas en el estado para exigir justicia por la muerte de su hija. Las propuestas y su activismo se verían silenciados el 16 de diciembre del 2010, cuando Marisela protestaba solitariamente frente al Palacio de Gobierno de la ciudad de Chihuahua y un hombre le disparó, asesinándola. El supuesto asesino de Marisela sería José Enrique Jiménez Zaval, alias “El Wicked”, quien fue detenido y murió estrangulado en su celda cinco años después, en el 2015. Sergio Barraza murió en el 2012, en Zacatecas, en un supuesto enfrentamiento contra fuerzas militares.

Este 8 de marzo, es necesario recordar que el caso de Marisela Escobedo y Rubí Marisol no es aislado. En los últimos 10 años, más de 23,800 mujeres han sido asesinadas en México. Cada día ocurren 7 feminicidios. Tan sólo el 10% de los casos han recibido una condena, promoviendo una impunidad estructural que solamente motiva más violencia: asesinar a una mujer no tiene sanción alguna. La culpa, las manos manchadas de sangre, la tiene tanto Sergio Barraza, como José Enrique Jiménez. La tienen las leyes que permiten que un asesino que se declara culpable puede salir en libertad, legalmente inocente, así como la tienen aquellos que viven con indiferencia a que cada día mueran siete mujeres más. El caso de Marisela Escobedo y Rubí Marisol debe ser recordado y nunca olvidado.

La pregunta final es: ¿Cuántas mujeres más necesitan morir para que realmente podamos decir “Ni una menos”?

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