“Cielo”: la madre de las dudas existenciales
La literatura funciona a veces como una válvula de escape para los artistas creadores.
Valencia, E. (2001). “El universo humano”. En E. V. Gonzalo Arango, Cuentos nadaístas (pp. 62–67). Colombia: Panamericana.
A menudo nos enfrentamos a preguntas extrañas y confusas acerca de nuestra existencia, preguntas que de pronto nos llegan a la cabeza. Y no es raro que estas cuestiones nos espanten. A veces, estas interrogantes actúan sobre nuestra conciencia y es más que normal que nos intimiden y prefiramos aumentar nuestra distancia con respecto de ellas. Sin embargo, hay algunos campos del arte, y sobre todo de la literatura, los que se sirven de estas situaciones para crear ficción, tal como sucede con los escritores de la vanguardia colombiana, quienes emplean las letras y algunas figuras de pensamiento para hacerlas externas, y contárnoslas de una forma muy peculiar. Por ese motivo, en este breve texto pretendo exponer la forma en que las dudas existenciales se explicitan a través de la metáfora en un cuento. Consideremos, para ello, la lectura de una de las obras más curiosas en este sentido, un cuento escrito por Elmo Valencia y que lleva por nombre “El universo humano”. Para ello habremos pues de considerar al arte como una válvula de escape que nos hace salir del mundo para hablar de él. Es fascinante sentir de pronto la curiosidad por explicar nuestra condición de seres humanos. Es extraordinario porque percibimos que extraños motores se encienden para darnos un impulso en esa búsqueda del saber, reflexionado que estamos y también qué somos, y que hay una diferencia abismal entre una situación y la otra. Pero es más atractivo aún formular una idea, jugar con las palabras para contarle al otro –o a uno mismo visto desde afuera– nuestras dudas a través de la ficción.
La ficción ha sido estudiada desde múltiples campos, y ya algunos se han acercado a ella desde el punto de vista que yo explico esta vez. No obstante, son muy pocos quienes lo han hecho abordando al cuento nadaísta sin retomar otros aspectos más formales y de estructura narrativa, sólo por mencionar un ejemplo. Por ese motivo, a mí me interesa presentar breves datos del pre-texto de referencia. Recordemos pues, que Elmo Valencia, autor de cuentos de la corriente nadaísta colombiana, nació en Cali, y ha escrito poesía, teatro y por supuesto narrativa, género del cual se desprende su cuento “El universo humano”. En este se desarrolla la historia de Cielo, una mujer que al igual que otras féminas se embaraza; empero, a pesar de atravesar un proceso normal ella da a luz hacia adentro. Ante esto, debe adaptarse no sólo a las necesidades de su hijo, quien se desarrolla en su interior, sino también al hecho de descansar mientras él indaga sobre su condición en el mundo. Es perceptible una gran metáfora del ser en el mundo, quien en su paso por la vida desarrolla una curiosidad que se gesta en el interior como una nueva vida, se le ofrecen conocimientos a través de la experiencia para apaciguar las inquietudes poco a poco; no obstante, estas interrogantes sólo terminarán con la muerte. Notablemente, los escritores nadaístas desarrollan esas inquietudes que agolparon a los hombres luego de haberse desarrollado dos guerras mundiales. Pero a pesar de que el tiempo ha avanzado y las corrientes del pensamiento se han multiplicado en esa búsqueda por saber para qué estamos aquí, la literatura seguirá ofreciendo respuestas que nos otorguen un sentido mediante la creación literaria.
Divagar acerca de estas cuestiones extrañas no es malo. De hecho, podemos considerarla como la mayor de las virtudes que tenemos los seres humanos: el poder preguntarnos acerca de cada situación que nos rodea, de lo que está presente y de lo que no. También poseemos la virtud de poder formular respuestas que no sólo nos damos a nosotros mismos, sino a los otros. Pensemos que mediante la literatura, el escritor muestra su relación con el mundo y separa a sus personajes del mismo para que nos hablen de él. Dicho de otro modo, en las artes, y especialmente en los libros, la función primordial consiste en proporcionar una imagen de lo que se percibe sensiblemente –una idea o duda existencial, como ocurre en el cuento de Elmo Valencia– mediante una proyección en otra, como si formulara una metáfora para dar explicación a lo que aparentemente no la tiene. Esta abstracción no es propiamente ni la idea ni la cuestión, pero proporciona estéticamente una probable respuesta a través de los personajes y de sus acciones dentro de la historia. Es decir, saliéndose del mundo y utilizando como proyector a sus personajes, el escritor ofrece una manera bella y sensible de sus dudas, aquellas que parecen no tener explicación, hacia los otros o incluso hacia él mismo. Porque el otro es el reflejo de uno mismo. Cuando el otro tiene una respuesta, por más confusa que pueda parecernos, nos ofrecemos una respuesta también a nosotros. Mediante la literatura, el hombre se explica, explica y comprende todo aquello que le confunde cuando se encuentra en soledad y reflexiona sobre lo que estando frente al otro se le escapa.
El otro puede ser nuestro lector ideal. También puede ser el lector real, quien tiene la capacidad de sentarse frente al libro y juzgarlo. Será su experiencia frente a la obra la que determine si la respuesta le sirvió o no. Mediante la literatura, el escritor otorga un mundo al lector, que funciona como un “yo” proyectado. A través de las letras y especialmente de las metáforas, la interioridad de las cosas, las cuestiones más profundas que existen acerca de nuestra existencia, toman una corporeidad. Es decir, los personajes reflejan mediante sus actos –acciones y palabras– un estado del alma, sus miedos son expresados pues como el mundo interno del artista. En pocas palabras, el escritor utiliza los juegos literarios para darle forma a lo que le preocupa o le interesa. También consideremos que a través de las alegorías presentadas en una obra literaria como el cuento de “El universo humano”, por más breve que sea, el escritor intenta conservar la realidad de sus pensamientos. Señalan los estudiosos que con esos escritos, se destierra lo que le aqueja a uno mismo, y le da un destino servil al responder las dudas universales que también atañen a los otros. Las respuestas existen, pues, en la medida en que se le dé forma a las cuestiones a las que revelan. Es decir, la metáfora es el cuerpo de las ideas, de las dudas y miedos, y su uso dentro de una narración es la respuesta a las mismas. Los juegos literarios podrán tener funciones ornamentales, piensan algunos. Otros consideran que son una especie de metalenguaje que el escritor emplea para confundir al otro. Sin embargo, podemos considerar a partir de este momento que además de hacer lo anterior, también encierra un enigma que será muy interesante descifrar a partir de ahora.
Es entonces que podemos considerar no sólo a la metáfora como una simple figura de pensamiento, como tanto se le ha visto a lo largo de los estudios literarios pues nos hemos adentrado en su función primordial, aquella casi imperceptible por los ojos. Me refiero, claro está, a esa necesidad del hombre oculto detrás de las letras por contarnos sus vivencias, pero también sus preocupaciones, aun sean las más extrañas y complicadas de desarrollar con palabras. Esas preocupaciones puede ser banalidades, como una crítica hacia una corriente literaria, por ejemplo, o un tanto más densas, como el pasar el tiempo auto cuestionándose por lo que somos y por el sentido en que estamos en el mundo, por el sentido en qué somos en él. Ya nos hemos dado cuenta, sólo para concluir, que escritores como Elmo Valencia emplean a esos tropos para salirse del mundo que son ellos mismos y en el que están inmersos también, y emplean a personajes como Cielo, la madre de las dudas existenciales e Ícaro, las respuestas, a manera de proyector justo para ofrecernos una hermosa manera sensible de exponer sus dudas, sean estas las que aquejan a los contemporáneos o no, sean consideradas un mal del alma o no. Ya vimos que de ese modo, el escritor da forma y se responde, crea un universo literario. Nuestro querido Elmo Valencia le da forma a un hijo nacido en el interior como si con ello diera forma a las dudas que se desarrollan en el interior, crecen con la experiencia y los conocimientos que adquirimos a lo largo de nuestras vidas y luego mueren, justo cuando el hombre termina en esa caída por la vida, que es cuando su paseo por el conocimiento termina.
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