Contrastes

O. Onetti
Mosaico De Letras
Published in
3 min readAug 25, 2020

No me imagino qué habría sido si a mis hermanos y a mí nos hubiera tocado regresar a clases y que estas hubiesen tenido que tomarse por medio de la televisión o el Internet, debido a una pandemia.

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No me imagino qué habría sido si a mis hermanos y a mí nos hubiera tocado regresar a clases después de unas larguísimas vacaciones, por así decirlo, y que estas hubiesen tenido que tomarse por medio de la televisión o el Internet, debido a una pandemia.

Cuando éramos niños, en casa no había muchos recursos… Bueno, todavía no los hay… Así que pensar en tener una computadora, una sola, era cosa imposible. Menos una conexión a Internet… Es más, ni siquiera televisión por cable aunque de vez en cuando teníamos a sus servicios, si es que en casa había alguna televisión útil…

Cuando estábamos en la primaria, mi hermana la mayor (dos años menor realmente) y yo nos íbamos al ciber para rentar una computadora para escribir en Word, leer en Encarta y cambiar los fondos de pantalla. Para nosotras era un enorme sacrificio juntar los quince pesos que cobraban por media hora de servicios, en lo que salía la lavadora que mi mamá había alquilado en el local de la plaza una vez por mes. Ni idea teníamos de que en esas máquinas se pudiera hacer otra cosa, menos que se pudieran comunicar maestros y alumnos para aprender nuevos temas.

En secundaria fueron pocas las veces en las que utilizamos los servicios del café aquel, pues los profesores decían que era mejor consultar los libros, y les creo; aunque los ejercicios que nos enseñaban en Foracit jamás pudimos practicarlos en el hogar, pues no había manera de que lo hiciéramos ni teníamos dónde.

En preparatoria acudía con más fervor a un lugar en el que hubiera alguna conexión, porque las tareas eran más comúnmente impresas, a pedido de los maestros, y obviamente porque era la manera en que podía comunicarme con mis amigos y con el crush… La hora de Internet ya era más barata, pero para pagarla debía ahorrar toda la semana lo que me quedaba del dinero que mis papás me daban para ir a las clases, un peso con cincuenta centavos diarios, si es que la máquina de fichas del Tren Ligero no se quedaba mi vuelto.

¡Uy, en la universidad…! Tuve que trabajar dos años para poder comprarme la primera computadora. Tenía 20 cuando por fin pude tener en casa una herramienta de esas, porque la carrera lo exigía y porque como trabajaba y estudiaba todo el día, no tenía tiempo de ir a un cibercafé y el dinero que ganaba ya no alcanzaba para pagar Internet extra teniendo en casa muchos gastos en los que debía ayudar, el pago de la mensualidad de la máquina y muchos otras obligaciones de estudiante.

La conexión a Internet fue un recurso al que en casa accedimos hasta que yo tenía 23 años. O sea, apenas hace siete que tenemos todo eso que en la actualidad se requiere para que los niños puedan seguir estudiando porque no hay otra manera, creo, debido a un problema de salud mundial que nadie nunca esperó.

Hoy aquí hay dos niñas pequeñas que este lunes iniciaron el ciclo escolar de la nueva era. Una de ellas, de primer ingreso a la primaria… ¡Qué complejo, la verdad…! Y pues es triste ver que a pesar de que quizá no tendrá tantas dificultades porque los servicios necesarios ya están a la mano, la realidad es que todo eso le hace muchísima falta a otros millones de niños como nos hizo falta a mis cinco hermanos y a mí… Ojalá que haya paciencia para papás y maestros, que sirva, y que nos ayudemos entre todos para que no se haga un hueco y salgamos adelante, que los niños tengan una educación buena y adecuada, y que no repercuta en el futuro.

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