El duelo por el final de un libro
La re-lectura, para los amantes de los libros es simplemente una especie de consuelo, el llenado inútil de un vacío profundo.
Estas no son más que meras opiniones.
Y es que, al final del año que acaba de terminar, me puse a reflexionar un poco en las emociones que se desatan con el acercamiento a libros. Por ejemplo, conmoverse y llorar no son actitudes desconocidas para quienes terminan una obra por la cual han sentido un cariño especial. Sin embargo, mi experiencia me dice que hay unas sensaciones aún más extrañas que son fácilmente detectables, pero ante todo, difíciles de explicar para esos que nos preguntan sobre el texto que estamos leyendo. “¿Qué te ha parecido?”, nos cuestionan, y es mucho lo que podemos contestar, pero poco podemos expresar con las palabras acertadas.
Lo que uno puede decir cuando se acerca el final de un texto literario es que nada nos indica cómo podemos llegar a él sin sentir algo. Y es que, pese a que estos sentimientos por el desenlace se presentan cada vez que leemos, lo cierto es que la experiencia es siempre nueva y fascinante. “¿Qué me hace sentir así? ¿Que la obra me está emocionando y está por acabar, por irse de mis ojos?”, me cuestiono yo al llegar a ese punto de un libro.
Haciendo la pregunta a algunos, una parte de mis conocidos lectores piensan que el final es importante, pues con él se termina la historia. Sin embargo, otros ven ese cierre como un corte, una herida que queda. Para un sector, el término, por más bueno que haya sido -triste o feliz, eso ya depende de cada uno- siempre es una tajada dada con violencia, y que deja una cicatriz imborrable, pues pareciera que se ha clausurado una puerta que nos deja fuera, una puerta que si volvemos a abrir nos hace ver que ya nada es igual, o no como la primera vez.
Disfrutar un libro es diferente de otros placeres que podemos darnos, como tomar una taza de café o mirar un amanecer. Leer y disfrutar un libro responde a otras perspectivas, se mira con otros matices. Al volver a pasar los ojos sobre un texto que ya hemos visto antes percibimos una manera de invasión, o algo similar a escuchar las aventuras de otros y que hemos oído con antelación, aunque nos permitimos repetir para no quitarle la emoción al otro.
El texto termina, la historia termina, nos quedamos fuera, y nos quedamos con esa sensación de final que a muchos entristece. El mundo que nos fascinó se ha acabado…
Preguntando a mis amigos, algunos dijeron que para reponerse del final de un libro, es preciso digerirlo un tiempo, algunos días, algunas semanas; otros, sugieren enfrascarse en la lectura de otro como para protegerse, como si buscaran opacar la sensación de duelo que deja el término de uno con el abrazo de un nuevo mundo y nuevos personajes; dicen los primeros que los segundos buscan el consuelo de alguien más, y lo tachan de infidelidad. ¿Será?
Y es que todo buen libro nos conduce a un sentimiento extraño, un placer estético perseguido por diversas sensaciones: miedo, alegría, tristeza, engaño, empatía, y amor. Todo buen libro nos provoca tensión, estrés, angustia, pero sobre todo, nos otorga felicidad literaria.
La felicidad literaria se torna angustiante hacia la parte final del trayecto sobre el papel…
Dicen los lectores que cuando falta cada vez menos, leer se vuelve algo vertiginoso, como la vida, se acelera, y uno intenta quedarse en cada enunciado, cada párrafo, cada página, pero es inútil regresar la hoja, no se puede dar marcha atrás.
Al final, el libro se cierra y las emociones se desbordan…
Lo primero que uno hace es respirar hondo mientras la sensación de vacío pasa. Luego llegan la tristeza, el enojo, el éxtasis.
Terminar la lectura de de un buen libro deja en las personas una sensación de duelo, la misma que deja un ser querido al partir, un sentimiento en el que el dolor es placentero, no obstante sigue siendo algo negativo para quien ha acabado el texto.
Para deshacerse de esto, uno no puede tomar el libro y empezarlo de nuevo. El universo ya no es el mismo, las impresiones no son ya las mismas; puede uno releer, pero ya nada es igual. La sensación es como volver a hablar con alguien con quien hemos atravesado el conflicto.
La re-lectura, para los amantes de los libros es simplemente una especie de consuelo, el llenado inútil de un vacío profundo.