Infame o antihéroe: el vacío existencial

O. Onetti
Mosaico De Letras
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4 min readJan 14, 2019

En la literatura de Jorge Luis Borges, el lector seguirá encontrando en esos personajes infames, malvados y carentes de conciencia la verdadera humanidad del ser.

Borges, J. L. (1998). Historia Universal de la infamia. Madrid: Alianza.

Jorge Luis Borges, 1899–1986.

En estos días he pensado que, en la literatura, el “personaje” es visto como una mera personalización del individuo, del sujeto que actúa. Es en el yo donde se define la personalidad a través de los actos que realiza y en algunos casos, donde se demuestra la carencia de una identidad, de una caracterización. Asimismo, representa el establecimiento o la falta de un sistema de valores dentro del contexto en que habita. En Historia Universal de la infamia (1998), estos personajes constituyen el elemento básico para que la ficción tenga lugar. Por ello, a través de esta reseña, en esta ocasión pretendo presentar algunos de esos rasgos que favorecen, al mismo tiempo, a la configuración del que yo llamo “antihéroe borgesiano”. ¿Cuál es la particularidad de los personajes en esta obra? Debemos considerar que su importancia radica en que al ser los más numerosos dentro de la narración funcionan como eje direccional. Un mismo sujeto es indispensable porque obedece al “desdoblamiento”, un cambio repentino y no premeditado en la personalidad. Aunque cada uno posea atributos muy específicos, es importante recordar que su predominancia responde a una misma ideología, dando lugar así a un nuevo universo literario.

En el cuento es común toparse con esta clase de personajes llamados infames pues se constituyen de acciones concretas, sin cambios. Son los otros caracteres y el propio lector quienes ven en ellos esos rasgos de maldad, de villanía. Y sólo a través del relato breve puede el autor hacer uso de un protagonista sometido a un destino predeterminado. Historia universal… es de las primeras publicaciones del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899–1986), precedida por Discusión (1932), y seguida de otras obras como Ficciones (1944), El Aleph (1949) y El libro de arena (1975). En la obra de la infamia, trata de una re- escrituración de sucesos reales donde el hilo conductor es puramente eso, la infamia, finalizando con la intrascendente muerte del protagonista. Aquí, los personajes son eminentes en su época porque en cierta manera rompen con los arquetipos seguidos por autores contemporáneos, y se puede considerar que fue Borges quien introdujo este modelo novedoso para Latinoamérica. En esta obra es notable la carencia de un sistema de valores. Es la forma en que son interpretados la que favorece su concepción de antihéroe. Es el lector y el contexto circundante el que le cuelga etiquetas que los postula como buenos o malos dentro de cada relato.

Borges se da a la tarea de utilizar al antihéroe con la simple convicción de reflejar los valores contrarios dentro de una sociedad. Realiza modificaciones en su conducta y forma de ver el mundo para que de ese modo la sociedad ejerza presión y actúe contrariamente a lo establecido. El personaje no tiene la voluntad de decidir qué camino tomar; el escritor ya le ha asignado una de esas etiquetas que el lector tiene la obligación de encontrar para reconocer sus virtudes. Es en este momento donde debo reformular la idea que presenté en un principio: para Borges, el atroz Redentor “Lazarus Morell” y “Tom Castro” o “la viuda Ching” son infames de acuerdo con la valoración de su personificación por parte de la cultura en que son colocados y recibidos por quien se enfrenta a las páginas del libro. Ellos no son interiormente malvados, sino que son la traducción de la etiqueta otorgada por los otros: es el contexto el que los define. El infame revela ese vacío existencial en que es enmarcado de odio, de maldad. Y es que en cierto modo, el lector está situado desde afuera con la comprensión dirigida al héroe, no en forma contraria. Por eso creo que al enfrentarse a una caracterización inversa, se interpretan las acciones del antihéroe como las de un asesino, un tirano, un infame.

Una de las diversas ediciones de “Historia Universal de la infamia”.

El infame de Borges no tiene una función vana, no pretende el escritor insertar a ese personaje sólo porque sí. Busca algo más que argumentar que existen seres buenos y malos. Estos personajes siempre tienen una función implícita, aunque para el lector no sea clara. Se trata de un elemento más del que el autor hace uso para cumplir otra de las funciones de la literatura, que es la de recordarle al lector la existencia. Finalmente, los cuentos de Borges logran que el lector se identifique con el personaje para que además se percate de esa realidad dentro de la ficción que rodea al infame y la suya propia, definiendo e identificando los modelos de conducta que ha de seguir. Se debe reconocer esa gran labor de aventurarse en la introducción de un nuevo modelo de personaje distinto al acostumbrado, ya que se corren muchos riesgos. El caso es muy similar al ocurrido durante la publicación de las primeras novelas realistas, donde la intención era hacer que el lector reconociera el bien a través de las escalas más bajas de la sociedad, lejos de la belleza y la opulencia. Por eso, la literatura de Jorge Luis Borges siempre tendrá vigencia: el lector seguirá encontrando en esos personajes infames, malvados y carentes de conciencia la verdadera humanidad del ser.

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