El Sueño Sudamericano: La nueva vida de dos caribeñas en Chile

Cuando se elige un lugar para vivir hay muchos factores que considerar como el tipo de vivienda, ubicación, distribución, plusvalía etc… Ahora, si se habla de ir a vivir fuera del país las cosas cambian drásticamente, dado a que es otra cultura, otro clima, otra sociedad, personas distintas, costos muy altos y hasta el idioma puede ser muy distinto por lo que muchas veces irse a vivir fuera del país se torna una opción descartada.

Pero esta realidad es la que muchos extranjeros han tenido que optar dado a que no tienen más opciones, producto de muchos factores que afectan su vida en los países de donde provienen. En Chile esta realidad es muy cercana, dado al auge económico, político y social que ha vivido el país en el último tiempo posicionando a la nación como un país atractivo para buscar nuevas oportunidades en comparación a otras naciones de la región.

Como ya hemos dicho en MULTICULTURA, el boom de los inmigrantes en Chile ha ido en aumento considerablemente. Pero envés de hablar los porqué y los contra de venir a nuestro país, es hora de ver la otra cara de la moneda. Como les ha cambiado la vida a los extranjeros que ya hace años se instalaron en el país para quedarse definitivamente: Esta es la historia de Josefa Mercedes Lorenzo, una dominicana oriunda de Santo Domingo y de Galia Cooper, una cubana con mucha azúcar, que ahora orgullosamente dicen “somos chilenas de corazón”.

The Chilean Dream

Hace siete años que llegó al Aeropuerto de Pudahuel una madre de dos hijas y abuela de cuatro chamacos. Sin ninguna experiencia en el país, Josefa llegó a Chile buscando trabajo, ya que en República Dominicana la situación estaba muy mal y además allá se sabe que en Chile se gana harto en comparación a su pueblo natal. Se fue a vivir donde una amiga suya que había realizado la mismo viaje, pero muchos años antes.

Probó como vendedora en el barrio Meiggs pero le costaban los números, trató de mesera en un restaurant en Recoleta, pero tuvo que irse producto de que no poseía unos papeles para poder realizar imposiciones. Josefa cuenta que incluso pensó en devolverse porque “sentía que muchas puertas se le cerraban”.

Finalmente, llegó a trabajar como asesora del hogar puertas adentro en una parcela ubicada en Calera de Tango, ahí encontró unos jefes que la acogieron como una hija y pudo desarrollarse ella tanto laboral como personalmente. Aprendió a cocinar, a lavar y planchar, a limpiar, a vivir de manera más grata y además, consiguió ganar un buen sueldo que le permitía tanto mantenerse ella como ayudar a su familia que sigue en Santo Domingo.

“Cuando llegué me sentía muy sola. Extrañaba a mi gente, a mis bebos, a mis hijas, la comida, etc… Ni una chinola (maracuyá) podía encontrar. Pero finalmente, tuve mucha suerte en llegar a un buen lugar. Esa suerte no le toca a muchos compatriotas y tienen que hacer trabajos muy malos y viven muy mal”, señala Josefa, quien ríe constantemente.

Galia Cooper es otra caribeña que se asentó en la larga y angosta faja de tierra ubicada al extremo del continente. Ella es cubana, pero a diferencia de Josefa, ella lleva ya 12 años en Chile. Se fue de la ciudad de Pinar del Rio tras estudiar para ser profesora de matemáticas en La Habana.

Llegó al igual que Josefa, sin saber nada de Chile y menos de Santiago, por lo que tuvo que aprender las costumbres, el difícil acento del chileno, los recorridos del transporte publico entre otros. Para Galia no fue tan difícil encontrar trabajo, ya que inmigró con un título en la mano. Es por esto que tras estos años se ha dedicado a enseñar matemáticas a varios jóvenes de diversos colegios de la capital.

Esto le permitió forjar amistades, conocer el país gracias a su esfuerzo y también los numerosos viajes de estudio que ha tenido que realizar, ya que Galia constantemente es profesora jefe de cursos de enseñanza media.

“Hay de todo, flojos y aplicados, simpáticos y desagradables, pero tener la oportunidad de enseñar y trabajar en algo que me gusta mucho, es impagable. Haber salido de la isla y venirme para acá sin duda fue algo muy bueno”, cuenta Cooper.

Galia y Josefa tienen algo en común y es que ambas son dos inmigrantes caribeñas que obtuvieron la nacionalidad chilena hace varios años. Aspiración de muchos inmigrantes que llegan al país buscando una mejor vida y poder cumplir de alguna manera el nuevo “Sueño Sudamericano” o Chilean Dream.

Con la idea fija de instalarse para siempre en el territorio nacional, en los últimos seis años 5.340 extranjeros provenientes de 105 países han obtenido cartas de nacionalización, acreditándose así su nueva condición de chilenos, según el Anuario Estadístico Nacional realizado por el Departamento de Extranjería y Migración, que mide las estadísticas sobre extranjeros desde el año 2005 hasta el 2014.

Además los inmigrantes peruanos lideran el ranking con 1.219 personas, seguidos por los cubanos (727) y los ecuatorianos (646). Los dos últimos cubren muchos puestos de trabajo destinados al área de salud pública a lo largo del país.

Nueva vida, nuevos aires…

Ya como ciudadanas chilenas, Josefa y Galia han hecho un cambio radical sobre su vida, tanto que en la actualidad ellas viven muy diferente a como estaban los primeros meses que pisaron territorio nacional. Lo primero es que ambas son orgullosas ciudadanas chilenas, ya que poseen la nacionalidad hace varios años.

Josefa conoció el amor y terminó casándose. Actualmente vive con su marido en una casa en Quinta Normal y además de seguir trabajando como asesora del hogar, pudo comprarse un auto y se operó de la visión. Además los fines de semana acompaña a su hombre en la feria de Renca, vendiendo todo tipo de frutas, vegetales y chucherías.

Por otro lado, Galia sigue haciendo clases de matemáticas en varios colegios, pasando desde hacer clases en el sur de Chile, hasta llegar a enseñar en colegios de la zona oriente de la capital. Además tuvo un hijo llamado Stefen y vive de lo más bien en una casa ubicada en Nuñoa.

A ambas, el hecho de haber escogido Chile significó una tremenda puerta hacia una nueva vida, una vida en la que pudieron desarrollarse tanto como profesionales y como personas.

Al igual que muchos otros de inmigrantes, tuvieron que vivir altos y bajos en este nuevo país… Un país que ha aprendido a evolucionar paulatinamente y que cada vez más se vuelve una nación más cosmopolita, donde ya es más común ver otro tipo de acentos, otros colores de piel y otras formas de vivir la vida.

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