Gatopardismo

Agustín Frizzera
Democracia en Red
Published in
6 min readJun 29, 2018

Sobre el Diputado Garretón y la utilización de tecnología digital en el Congreso

El miércoles 13 de junio, durante horas, en una tarde que se volvió noche, en una madrugada que devino mañana, se debatió en la Cámara de Diputados de Argentina el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo. La votación fue muy pareja, voto-a-voto. Y, como sucede en las votaciones parejas, de temas importantes, la atención se centró en quienes figuraban como “indecisas/os”. Una de estas personas era Facundo Garretón, Diputado del Bloque PRO, que mantuvo la incógnita hasta su intervención, cerca de las 4AM.

En los días previos a la votación, el Diputado Garretón dio a conocer que, si bien era contrario al tema en tratamiento y que su postura era “a favor de las dos vidas: tanto la del niño por nacer, como la de la madre que toma la decisión de interrumpir el embarazo”, lanzaría una consulta online para construir su posición definitiva. Lo hizo porque, como le planteó a Clarin, “más allá de mi opinión personal, mi función es representar a los tucumanos (sic) y respetar el pensamiento de la mayoría”. Una vez cerrada su consulta, ganó el “si” con más del 50%, de los casi 15mil votos que se emitieron.

A la hora de hablar en el recinto, se lo vio muy nervioso pero, aún así, dio un discurso articulado. El debate, según dijo, le pareció “espectacular”: “gracias al debate somos mejores personas, más libres, más verdaderos y más democráticos”. A la hora de fundamentar su posición, el diputado Garretón habló de “una situación compleja”, de “valores y convicciones”, de “grandes dudas”. En su intervención aclaró, además, que había usado “una plataforma de estas, de democracia directa” (sic) para definir su voto pero que, a pesar del resultado afirmativo, decidió votar lo contrario porque él “representa a los tucumanos (sic) donde una mayoría está en contra de la despenalización”.

Pasaron dos semanas y la espuma fue bajando: la votación se ganó y pasó al Senado. Sin embargo, la historia, la eventualidad, del Diputado Garretón quedó rebotando en ironías y comentarios, en confusiones y malentendidos. Creemos que, como institución comprometida con el uso de la tecnología para mejorar la democracia, este caso nos genera algunas reflexiones sobre la representación política que, con la serenidad que nos da el paso del tiempo, nos parecen importantes.

  1. El voto de Garretón es su responsabilidad. Y eso nos puede gustar más o menos pero, según las normas vigentes, es así. El voto es su responsabilidad en tanto tiene un mandato de representante formal, electo por la soberanía popular. Como tal, estrictamente, el diputado no tiene que pedirle permiso a nadie para definir su voto. Esa noche, además, como había “libertad de conciencia” y votos cruzados, el diputado podía definir su voto sin ocuparse de la “disciplina partidaria”.
  2. El Diputado podía elegir cómo elaborar su voto. Su voto es su responsabilidad, sí, pero existen distintas maneras imaginables para decidir ese voto. Es lícito que el Diputado elija construir una posición colaborativamente, a través de una consulta. Analíticamente, sin embargo, el uso de una plataforma digital no reemplaza su exclusiva responsabilidad al emitir su voto, afecta el “cómo” llega a ese voto. Puede resultar fino, pero la distinción entre “cómo” y “qué” es fundamental, porque así la construcción colaborativa de su posición no debería ser interpretada como un hecho que diluye su responsabilidad, sino como un gesto que la refuerza.
  3. Hay cosas que no se plebiscitan. Viejo dilema, sin resolver, a cuestionar. Nos parece que hay temas en donde la representación no puede funcionar como simple polea de trasmisión de un mandato (“hago lo que dice la gente”), sino como contención de la tiranía de las mayorías. Y este hecho es el único que justifica, en última instancia, la pertinencia de la representación indirecta en política. En este caso, creemos que experimentar, en un ejercicio online de democracia semidirecta, con un tema que afecta los derechos humanos y la dignidad de las personas gestantes resulta temerario.
  4. Las consultas digitales requieren promesas y definiciones. Punto bien importante para nosotres, porque nos parece fundamental rescatar el uso la tecnología digital para enriquecer el ejercicio de representar, sin que ello signifique “timbear con la representación”. Así, antes de lanzarse a experimentar con una consulta digital que involucre el ejercicio de la representación popular, hay un curso de decisiones a calibrar. Para empezar, básico, se requiere sentido común: si la promesa es que se va a definir el voto según los resultados de una votación online eso se respeta y no se vota lo contrario. Independientemente de la responsabilidad de la promesa, lo que hizo el Diputado Garretón fue un contrato con sus votantes-digitales, contrato que esquivó al momento de votar (¿cómo se habrán sentido quienes confiaron en él?) Además, antes de lanzar una consulta online se requiere enfrentar y definir dilemas técnicos. Entre varios, los elementales:(1) definir universos (¿quiénes votan? ¿a quién represento?), (2) definir un protocolo de identidad (¿cómo se loguean quienes participan? ¿cómo se loguean quienes votan?), (3) definir si es vinculante o no-vinculante (¿qué pasa con los resultados? ¿para qué sirven?). Estos tres puntos, al menos, son parte esencial del contrato y tienen que ser expuestos a-priori, no “acomodados” ex-post.
  5. Esa noche, la tecnología sirvió para actuar en política. Excelentes infografías, datos de calidad, argumentos elaborados, chequeo de datos, información certera en tiempo real, poroteo colaborativo. El extraordinario trabajo de mucha mucha gente, adentro y afuera del Congreso, fue conmovedor y sumamente eficaz, entre otras cosas, porque supieron usar la tecnología digital como herramienta pedagógica y, también, como vehículo de presión política. La tecnología ya está incorporada a nuestras vidas y, ante eso, las instituciones (y sus representantes) deben pensar cómo incorporar tecnología digital a sus procesos.
  6. El software libre, como dilema. En Democracia en Red, hacemos software libre. Para nosotres, esto es ley y es fruto de largos debates. Es una decisión filosófica que, en los hechos, significa que nuestro código tiene licencia de uso gratuito. Según principios fundantes de nuestra organización, nuestro trabajo es público y puede ser aprovechado por quien así lo quiera. Hicimos, de hecho, DemocracyOS la plataforma que utilizó el diputado Garretón para su consulta. No nos enteramos de que lo haría y queda claro que el Diputado podía usarla sin pedir permiso, de la misma forma que otra comunidad puede usar DemocracyOS para decidir, colectivamente, lo que se le ocurra decidir. Sin embargo, no nos gustó ver a nuestro esfuerzo de años ser utilizado de esta manera. Y este hecho tendrá implicancias organizacionales que empiezan por decir, alto y claro, “así no se hace”, “se puede hacer mucho mejor”, “hay cada vez más personas, grupos e instituciones que lo usan mucho mejor” .

Estamos convencidos de que tecnología digital se puede usar en serio para mejorar la representación. En este contexto de adopción creciente (dentro de pocos años, cuasi total) de tecnologías digitales, la experimentación sigue abierta. Correctamente formulada la promesa, delimitado con responsabilidad el objeto, aceptadas las implicancias de las definiciones técnicas, la tecnología digital puede usarse para mejorar la representación política de muchas maneras. No sólo para presionar, sino también para decidir, para imaginar y para crear. Hay mucho camino por recorrer en materia de consultas digitales (vinculantes y no vinculantes), presupuestos participativos y elaboración colaborativa de normas. En suma, una batería de recursos digitales pueden ayudar no sólo a hacer la representación más ajustada al mandato recibido en las urnas, sino a enriquecerla y a agregarle nuevas dimensiones.

Gatopardo” es quien “cambia para que no cambie nada”. Creamos nuestras herramientas digitales para que las horas de los Gatopardos se terminen. Porque creemos que, cuando las personas se movilizan, la ley de la conciencia es la ley de la conveniencia… que cuando el cambio toca, toca.

Y esto no es propio de la tan mentada “democracia del siglo XXI”: esto siempre fue así. De hecho, muy lejos del siglo XXI, Maquiavelo pensaba que la política no se trata de bonitas palabras, se trata de garantías. Lo que sucedió con el caso-Garretón es que el diputado no las dió.

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Agustín Frizzera
Democracia en Red

Director Ejecutivo en Democracia en Red. Me interesan las Ciudades y cómo podemos cambiarlas …porteño, melómano, cinéfilo, y algo más