Recuperar la política

Agustín Frizzera
Democracia en Red
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4 min readDec 13, 2017

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(Artículo originalmente publicado en OpenDemocracy, en abril de 2017)

Hace unos meses, el presidente argentino, Mauricio Macri, dijo que “la política es salir de la oficina y atender necesidades”. El impopular presidente de Brasil, Michel Temer, definió la política como “un acto religioso” que conduce la sociedad a “los valores fundamentales”. Enrique Peña Nieto alguna vez contó que su pasión por la política nació cuando, siendo él muy joven, leyó en el periódico que “el Gobierno del Estado de México de aquel entonces entregaba unos tractores a campesinos”.

Quienes presiden los países latinoamericanos con mayor PIB y mayor población, ven en la política una “herramienta” capaz de generar “esperanza”. Su prédica concluye que si “la política” hace bien su trabajo, si realiza las “acciones correctas”, puede cambiar la vida de millones.

Sin embargo, rara vez se refieren a cómo los cambios, potentísimos, estructurales, en la vida cotidiana de las personas impactan en la legitimidad del sistema democrático que tenemos. En tiempos de revolución cultural, agitada por la omnipresencia de las tecnologías de información y comunicación, las prácticas sociales se topan con sistemas de gobierno creados y pensados en el siglo XIX.

Quienes están en el poder ni siquiera parecen interesados en lidiar con ello. Simplemente, lo ignoran. Según su confuso “republicanismo”, a la sensación de crisis institucional hay que responder recuperando el prestigio de unas instituciones concebidas hace dos siglos — algo imposible, en este contexto. Para ellos, el desapego, la desafección de la ciudadanía se da porque “la política” es corrupta: es cuestión, entonces, de que la política deje de ser corrupta — algo improbable, en este contexto.

Aún así, sus promesas se proyectan hacia el futuro y remiten a un mundo en el que “tendremos más”, o en el que las cosas “funcionarán (más o menos) mejor” — sin que quede claro cómo, para qué o para quién. En su discurso aparece la idea de un “futuro mejor” sin la visión de un futuro distinto.

En efecto, la decepción social con la política tiene que ver con la falta de resultados. Esos resultados, sin embargo, no van a aparecer mientras el discurso público se ocupe con versiones simples del poder, con explicaciones que no explican, o con estrategias discursivas que, con fines electorales, explotan las incertidumbres y la ansiedad de las personas.

Para que esos resultados sean posibles en el futuro, la política debe discutir sobre los complejos temas que tenemos que enfrentar en la región. ¿Qué haremos con la crisis habitacional? ¿Cuál es el camino de adaptación al cambio climático? ¿Cómo recuperar la movilidad social ascendente? ¿Cuál es el nuevo modelo productivo que nuestra región puede abrazar? ¿Cómo haremos para promover trabajo en tiempos del pos-trabajo?

Con instituciones del siglo XIX, no podremos solucionar los problemas del siglo XXI. La espada de Damocles que pende sobre la política partidaria y el corpus de funcionarios que ocupan los estados, es reproducir el poder sin reparar en la legitimidad.

Para la política, en la región y fuera de ella, son tiempos raros — tiempos de eventos extraordinarios. Muchos de quienes soñamos un futuro con participación, inclusión y respeto por los derechos humanos, sentimos que perdimos la narrativa. Y perder la narrativa es perder, también, nuestra historia. Tiempos raros, tiempos de eventos extraordinarios: un buen momento para narrar los eventos actuales y enmarcarlos en la historia de las luchas humanas.

La política es el conjunto de acciones que se realizan para resolver la incertidumbre. Para la política que incorpora la perspectiva del bien común y del desarrollo sustentable, la gran misión consiste en hacer verosímil un nuevo contrato social para descentralizar el poder y habilitar la coordinación de conocimientos, destrezas y saberes de personas, dentro y fuera de la estructura del Estado.

Porque para los retos que tenemos por delante, no alcanzará con la acción estatal. Aún reconociendo el papel de un estado fuerte, aún reconociendo su papel vigente y fundamental, la política debe imaginar instituciones que integren los esfuerzos de la sociedad civil. Una política que desborde las instituciones, ¿qué garantías ofrece? ¿Qué oportunidades habilita? ¿Qué peligros reconoce? ¿Cómo es la “burocracia” del siglo XXI? ¿Cómo haremos para descentralizar el poder, sin diluir la responsabilidad?

Con estas inquietudes en mente, hicimos la serie web Política Recuperada. Sentamos a 11 personas, activistas, políticas, de 8 países latinoamericanos, a pensar y a contar sus historias. Hicimos Política Recuperada para escenificar un escape de las trincheras ideológicas tradicionales y construir una narrativa que integre conocimientos diversos y convergentes.

Hicimos Política Recuperada para reflexionar sobre el papel de las tecnologías sociales, digitales y analógicas, en este camino. Hicimos Política Recuperada para proyectar al futuro una cultura política abierta y colaborativa que construya distintas formas de vivir, consumir y producir.

Porque el futuro va a ser distinto, ya veremos si mejor. Y para construirlo, la política debe tener menos “esperanza” y más voluntades.

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Agustín Frizzera
Democracia en Red

Director Ejecutivo en Democracia en Red. Me interesan las Ciudades y cómo podemos cambiarlas …porteño, melómano, cinéfilo, y algo más