Una forma de vivir

Sobre los aprendizajes en el diseño e implementación de mecanismos participativos

Maria Florencia Polimeni
Democracia en Red
7 min readNov 13, 2017

--

Una forma de vivir. Eso es la democracia. Pero no es cualquier forma de vivir, es una forma de vivir en la que las personas libres con igualdad de derechos debemos poder decidir cómo queremos vivir.

Como somos muchos, hemos pergeñado con los años un sistema que nos permitió transferir parte de esa soberanía de decisión a nuestros representantes para poder así organizarnos mejor y canalizar de forma ordenada nuestros deseos y necesidades. Pero que pasó? El puente con los representantes se quebró.

No es original hoy declamar que la democracia representativa está en crisis en todo el mundo. La gente no se afilia a los partidos ni a los sindicatos. No cree en las instituciones y ha perdido su fe en el sistema. La profunda crisis política en todo el globo está provocando un cuestionamiento de la política contemporánea y de sus bases teóricas, poniendo en jaque los alcances y límites de la representación.

Somos demócratas, y sabemos que si no profundizamos de forma urgente y no cosmética, el díálogo con la ciudadanía, vamos a estar poniendo en peligro el único sistema que hasta ahora ha demostrado progresivamente mejorar la manera en la que vivimos como sociedad.

Hoy, frente a la crisis estructural de la democracia representativa, la política debe entender que las decisiones trascendentes para la vida de los ciudadanos sólo pueden ser tomadas fruto de la deliberación, del diálogo y de la construcción de consensos colectivos a través de mecanismos de participación de la sociedad civil.

La participación es esencial porque refuerza la legitimidad de las decisiones, ayuda a resolver conflictos y mejora las políticas públicas.

Pero cuando hablamos de participación no estamos hablando de tocar timbres, charlar y sacarnos fotos con los vecinos. Hay que ir a fondo, más alla de las elecciones cada dos años, de las encuestas y de los trendings topics.

Participar es elegir, pero fundamentalmente es incidir en las decisiones, es cogestionar, es cocrear políticamente con los ciudadanos. Participar no es contestar una encuesta o informarse por las redes sociales. Porque la participación tampoco es un fin en si mismo. No es un salvavidas al que apelar para darle un lavado de cara al sistema. Si la usamos asi, vamos a bastardearla, vamos a dilapidar su potencial transformador y seguiremos reproduciendo las mismas desigualdades que hay que erradicar.

La participación es un medio para mejorar la calidad de la democracia. Es pedagogía pública que puede crear mejores ciudadanos y movilizar a los desiguales

Pero entonces, hay que dejar que la gente decida sobre todo? Hay que dejar que la gente gobierne?

No se trata aqui de poner en cuestión el principio representativo y proponer una democracia directa. Se trata de la progresiva incorporación de elementos de participación ciudadana en el funcionamiento de las instituciones representativas. No se trata de que gobierne la gente sino de gobernar con la gente.

Hace varias décadas venimos experimentando en estos procesos en la región. Algunos mecanismos de participación ciudadana ya han sido integrados con naturalidad en el repertorio de las democracias representativas. Hemos tenido referendums en todo el continente, presupuestos participativos vanguardistas en Brasil y en Argentina: procesos de debate colectivo de temas trascendentes como reformas educativas o constitucionales en Ecuador, en Chile, por poner algunos ejemplos.

El espectro de experiencias es múltiple y también sus resultados. Hasta hoy el ideal participativo está lejos de nuestra realidad. Especialmente, algunas experiencias de participación complejas nos han permitido hacer grandes aprendizajes, como el caso Colombiano, o el Brexit.

El primer aprendizaje es categórico y central: La polarización o la manipulación de las personas que participan no es el resultado natural de los mecanismos de participación. Es el resultado directo de los malos diseños institucionales de estos mecanismos.

Por eso es necesario repensar, mirar los aciertos y los errores, diseñar mecanismos más claros y potentes que garanticen tanto una participación de calidad como un efecto real en la transformación social y en el mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad. Hay que poder mirar más allá de las coyunturas. Estar atentos al riesgo de manipulacion y polarización que conlleva el diseño de estas herramientas.

Pero cómo diseñamos esos mecanismos participativos de manera responsable? Bajo que criterios? Dónde ponemos más intención desde el diseño institucional en el voto, en el uso de las herramientas online, en la deliberación?

Desde nuestra organización, la Fundación Democracia en Red, hemos experimentado bastante en el diseño e implementación de estos mecanismos, para orientarlos hacia una participación más igualitaria e inclusiva. Sabemos que el diseño es esencial para que los mecanismos de participación construyan círculos democráticos virtuosos.

No se trata sólo de hacer preguntas. Hay que hacer las preguntas precisas, tomar conciencia sobre la importancia del lenguaje y de los sesgos cognitivos para poder prevenirlos y minimizarlos.

Asi de clave tambien es elegir los métodos para ponderar las respuestas.

La participación es un proceso complejo que se gesta en diferentes planos que deben articularse, combinarse para abarcar lo mejor posible esa complejidad.

Por ejemplo, cuando nos referimos al tema de la presencia física o virtual de quién participa. Es cierto que las herramientas de participación virtual nos permiten llegar más rápido y a menor costo a muchos lugares y personas. (no a todos) Pero hemos comprendido que es esencial combinarlas con la participación física real. Incorporar dínámicas donde algunos de los involucrados se vean las caras especialmente en las instancias deliberativas. La tecnología puede ayudarnos pero no reemplaza la participación física desde el territorio. La complementa, la apuntala.

Sabemos además que son los colectivos sociales los motores de la participación, porque crean ecosistemas y apalancan el compromiso individual. Los ciudadanos organizados que están involucrados y comprometidos con algunos temas son la fuerza vital que puede empujarlos y derramarlos en la sociedad para que otros tambien se activen. Por eso hay que estimular la participación de organizaciones además de la de las personas. Hay que movilizar a los grupos de interesados directos e indirectos de cada problemática discutida. Y en eso tambíén nos ayuda mucho la tecnología.

La experiencia nos ha mostrado también la importancia del involucramiento personal de los funcionarios. A todos nos gusta sentirnos escuchados por los protagonistas de las políticas. El díálogo directo con la ciudadanía es una energizante natural increible para potenciar el alcance del proceso participativo. Convocar a la participación no debe sentirse como un trámite, una obligación de la gestión, debe ser una causa, un compromiso institucional e ideológico que involucra de algún modo a toda la administración. Los funcionarios tienen que ser agitadores centrales de los procesos participativos que involucran a sus áreas.

En nuestra organización cada una de las experiencias que llevamos adelante ha sido singular. Tanto en la órbitas nacionales cómo locales, en municipios como CABA, Rosario, Bahia Blanca, Vicente Lopez, por nombrar algunos, aprendimos de la naturaleza única de cada proceso participativo. Y nos fascina que sea así. Que la idiosincrasia local y las características de cada caso nos desafíen, nos hagan pensar y ponernos en el lugar del otro. De aquel que debe ser incentivado a participar y de quienes convocan a la participación.

No es lo mismo construir un presupuesto participativo local que una consulta vinculante para una política pública de orden nacional. Los hibrídos, los procesos construidos a medida para cada situación y comunidad, son sin duda los que generan más impacto.

Siempre es más fácil crear entornos participativos y comunidades comprometidas cuando se trabaja en escenarios locales abordando problemáticas concretas del espacio público, del territorio. Y claro, es más lindo cocrear tu espacio cercano, tu plaza, tu calle, te dan más ganas de participar que si te consultan sobre temas que te son lejanos, abstractos.

Pero metámonos en los yeites del oficio como diría mi abuelo.

En la tarea de diseñar e implementar procesos participativos hay preguntas que son ineludibles. Si no la hacemos vamos a pifiar, a quedarmos a medio camino.

Quién hace las propuestas? Se harán desde arriba, desde abajo?

Quién va a moderar y a jerarquizar aquello que se proponga?

Es posible construir posiciones intermedias articuladas entre diferentes rangos de actores sociales? Como se canalizan?

Cómo se llega a un resultado, a una conclusión o un acuerdo?

Qué se va a hacer con ese resultado, con la conclusión?

Sin dudas, de todo esto lo que más importa es: Qué hacemos con los resultados. Lo esencial es pensar las consecuencias y las expectativas que se generan en torno a las decisiones que se consultan. Nunca podemos dejar a las ciudadanos con la sensación de que su esfuerzo, su involucramiento, fue en vano. Que no fue a parar a ningún lado. Sería terrible que sintieran que a nadie le importa o que fueron usados. La actitud sabia es invitar a la ciudadanía a participar teniendo muy claro qué se va a hacer con aquello que la gente exprese.

El problema central es que en la administración pública cuando dicen que están preparados para abrir la participación, la realidad es que no lo están. No saben qué hacer con la incomodidad que les genera la interacción con la ciudadanía. No saben qué hacer con el emergente de estos procesos.

Y no podemos culparlos por eso. Todos tenemos que aprender, todos tenemos que observar nuestras incomodidades frente al involucramiento de un otro, del ciudadano, de la multitud que es en definitiva la razón de ser de todo esto.

Todos tenemos que entender que es un tremendo desafío volver a construir ese puente sólido, confiable entre la ciudadanía y la política. Pero no tengo ninguna duda que este es el horizonte

La deliberación, la participación es un hábito complejo que se entrena, tanto en la ciudadanía cómo en los funcionarios y agentes del Estado. Todos los protagonistas de esta coreografía social debemos estar armoniosamente coordinados para juntos poder mejorar la democracia y convertirla en una forma de vida que nos haga felices y nos incluya a todos.

--

--

Maria Florencia Polimeni
Democracia en Red

@fundacionDER, @DemocracyOS, @TEDxRdelaP, @TeatroSMOficial | Agitadora