Tengo un Kindle

Marcin Wichary Test
mwicharytest testing
3 min readDec 29, 2009

Ea, ya lo tengo. Y como tengo ganas de presumir y ya lo he sacado por el Tüiqui y por el Féisbucq, ahora lo pongo aquí. Y os digo:

TENGO UN KINDLE.

Pues eso.

(Lo que sigue es un copipaste de mis comentarios en Féisbucq)

Observación importante UNO: es un regalo. No os digo lo que he tenido que hacer para conseguirlo porque estamos en horario infantil, este no es el sitio ni el lugar y, además, no es nada que cualquiera de vosotros no pudiera hacer en integridad de capacidades físicas. Sólo diré que en Valencia dicen que “tira más un pelo del coño que una maroma de barco” (¡hola, mami!). Pues eso.

Observación importante DOS: llevaba yo unos tres años dando la brasa con quiero un lector de eBooks, quiero un lector de eBooks, quiero un lector de eBooks (léase con sonsonete, obviamente). Hasta que un alma caritativa, hasta la mismísma peineta de oír la misma cantinela, ha decidido que ya era hora y que antes de sacrificarme cual caballo que se hubiere roto la pata, había que agotar los últimos cartuchos (lo que me recuerda al párrafo de Marian Keyes que pongo más abajo). Al final, el coñazo ha sido tan pegajoso que lo he conseguido, lo que refuerza mi teoría de que en la vida se puede sobrevivir sin un puto euro: solo hace falta ser suficientemente pesado.

Observación TRES: aprovechando las palabras que aprendí de ciertos amigos míos (pozos de sabiduría), afirmo que es ALUFLIPANTE y FANTABULOSO. Que es cierto que se lee como si fuera papel, que el servicio de Amazon es buenisísimo y que da mucho gustico leer lo que quieras sin necesidad de ir a la librería (que sí, que es muy molón salir con la VISA ardiendo a recorrer las librerías y que los libros en papel molan mucho, pero esto es como ir al cine o ver un deuvedé). Que sus paséis a la literatura digital, coñe.

Pues eso. TENGO UN KINDLE.

Epílogo UNO: no, yo no vendo Kindles Solplesas.

Epílogo DOS: allá va el párrafo de Marian Keyes. Cuenta que la familia había comprado una bicicleta estática y un aparato de remos para ponerse en forma, hasta que a Helen, la hermana de la protagonista, le pasa esto:

Evidentemente, la novedad de la bicicleta estática y del aparato de remos se desvaneció rápidamente debido a una combinación de accidentes y resultados decepcionantes. A pesar de que Helen tenía sólo nueve años, decidió que ella sólita sabía cómo funcionaba el aparato de remos. Nos reunió a todos para hacernos una demostración. Con la intención de impresionarnos, colocó las pesas demasiado altas y entonces trató de levantarlas sin realizar ningún tipo de calentamiento. No tardó en sufrir una contracción en un músculo del pecho. Y armó un alboroto de mucho cuidado. Los pobres desgraciados que sufrieron a manos de la Inquisición española no chillaban tan alto ni tan prolongadamente como lo hizo Helen.

Aseguraba que se le había paralizado totalmente el costado del cuerpo, lo único que le aliviaría aquel dolor serían enormes cantidades de chocolate y atención durante las veinticuatro horas del día. Helen ya era Helen desde muy temprana edad.

Según Helen, el dolor era insoportable. Le pidió al doctor Blenheim que pusiera punto y final a aquella agonía. El resto de nosotros también encontrábamos que su dolor era insoportable y convinimos que, en efecto, había que poner punto y final a aquella agonía. Pero el doctor Blenheim dijo que alguna ley lo prohibía. Asesinato u homicidio premeditado o algo por el estilo, creo que dijo. Mi padre le aseguró que preferíamos llamarlo muerte piadosa. Piadosa para los que la rodeábamos, claro está. También le prometió que no le denunciaríamos, pero resultó imposible convencerlo de que lo hiciera.

De Claire se queda sola.

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